08 - La cena

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Evan despertó en el suelo del salón de su casa. Por fin se sentía normal, incluso revitalizado, salvo por la insaciable sensación de hambre. Tras reír por saborear un bienestar sobrenatural y embriagador, decidió recorrer la mansión. Contempló las pocas fotos que tenía enmarcadas, donde posaba amorosamente con una mujer que no reconocía y con otras personas que le resultaban desconocidas. Sin embargo, la realidad que le reflejó un cristal sobre su aspecto lo asustó, por lo que corrió en busca de un espejo.

―Vaya... —pronunció, boquiabierto, al ver su reflejo en el espejo de un baño—. No me recordaba así. Estos cabellos... Estos ojos... Hasta tengo el abdomen definido. ¡Je! —celebró, reparando en cada detalle de sus cambios físicos. El Evan que recordaba poseía una complexión delgada, cabellos castaños y ojos de color miel deteriorados por fatigarlos en los laboratorios hasta altas horas de la madrugada. Ahora parecía otra persona completamente renovada—. ¿Qué soy? ¿En qué me habré convertido? Será mejor que me asee.

Evan se despojó de la ropa sucia y acudió a la ducha. El agua tibia recorría su cuerpo mientras él frotaba cada centímetro de su piel para eliminar el rastro de la sangre. Después de secarse, se dirigió a la habitación principal para vestirse con un pijama. Se percató de que había ropa de mujer en el armario e intuyó que no vivía solo. No obstante, a pesar de que realizó varias conjeturas donde relacionaba a la mujer de las fotos con la ropa, no le dio importancia porque no recordaba nada al respecto y no sentía ningún vínculo con ella. En el mejor de los casos, si ella aparecía, saciaría sus inquietudes. En el peor, la asesinaría.

―Estoy espléndido ―decía para sí, con los brazos estirados, acomodado y relajado en el sofá, el lugar que había elegido para reflexionar―. Debí crear un producto único para adquirir esta transformación. ¿Modificaciones genéticas en un laboratorio? Ni siquiera recuerdo dónde trabajaba para buscar respuestas. Bueno, no importa ahora. Me siento tan a gusto que puedo ignorar todo lo demás... ―El estómago le rugió como un león―. De acuerdo, esto no puedo ignorarlo. Tengo que alimentarme para mantener el control. Debería estar espantado por haber comido carne humana, pero lo cierto es que estaba deliciosa. Debe ser fruto de mi cambio. El cuerpo me pide a gritos carne fresca. Mmm..., supongo que el mundo no echará en falta algún que otro humano, pero aquí no hay ninguno... ―Barrió el salón con la vista y reparó en el portátil que había en la mesita de centro frente a él.

El doctor navegó por Internet. No tardó en contactar con una prostituta que trabajaba por cuenta propia. Acordaron verse en la mansión dentro de una hora. A Evan ni siquiera le preocupaban los cabos sueltos que aquella cita podría generar.

―Pedido realizado. Pelirroja como un vino tinto. A pesar de que la conciencia intenta contradecirme, es increíble cómo la boca se me hace agua imaginándola. Debo preparar algún cuarto...

Una hora más tarde tocaron el timbre. Evan recibió a la chica como todo un galán. La dama era una treintañera atractiva, pelirroja por naturaleza, que realzaba sus siluetas femeninas con un seductor vestido rojo. Los carnosos labios pintados de rojo despertaban el deseo de besarla.

―¡Vaya! ¿Eres Evan? ―expresó la chica con asombro después de pasar.

―Sí. ¿Por qué? ¿Tengo cara de no llamarme Evan? ―bromeó el doctor.

―No es eso. No me esperaba a un cliente tan apuesto y, por lo visto, prestigioso. En realidad, no creo que ni necesites pagar por los servicios de alguien.

―Gracias por el cumplido, mmm..., Mónica, ¿verdad?

―Sí. Solo se me ocurre que tengas algún gusto "rarito" para que tengas que llamar a alguien. ¿Qué es lo que te va? ―preguntó Mónica, empleando un tono más sensual.

Evan 1. Renacer © [En proceso de edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora