Sinopsis

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Persona desconocida.

En algún lugar de Canadá.

— ¡Dios mío! ¡¿Por qué te lo llevaste?!

— ¡Vuelve!... ¡Amor, tú no me puedes hacer esto!

Los gritos de dolor y sufrimientos solo intensificaba el dolor de cabeza que le estaban produciendo a la persona que los observaba desde el árbol más lejos. Pero aun así podía escuchar aquellos gritos de los familiares que lloraban por el difunto que estaban enterrando.

El Padre, después de hacer su última oración, les hizo señas a las personas que iban bajar el cuerpo al hoyo. La viuda al ver que todo era tan real y nada era una pesadilla, cayó en el suelo gritando de dolor. Mientras que sus suegros lloraban en silencio con sus nietos en los brazos, para que no vieran aquella fea escena.

El cementerio de Canadá no era tan especial que digamos, llovía mucho y todo era un charquero de barro y agua. Los pocos familiares que conocían a difunto eran diez personas máximo que estuvieron fieles hasta que estuvo bajo tierra.

<<Que patéticos.>>

Pensó aquella persona, mientras le daba la última calada al cigarrillo y se ajustaba el abrigo de cuero. Por el frío que hacía y sostenía el paraguas para no mojarse.

Odiaba hacer aquello, cada tres meses. Pero era lo que le tocaba, siempre viajaba de país a país o Estado de Estado para obtener sus herramientas.

Se quedó hasta que todas las personas se fueron y ahí plantado como si nada observando aquella tumba ya cubierta de arena solo hizo que el individuo diera unos paso bajo la lluvia hacia aquel lugar donde horas antes estaba enterrándolo.

—Mala suerte. —susurro la persona desconocida a la lápida que tenía el nombre inscrito del muerto.

Y no pudo aguantar las ganas de sonreír, recordando cómo había provocado su muerte.

Dio la última calada antes de tirar el cigarrillo en el suelo y pisarlo, y vio como dos tipos bien forzudo se acercaban. Hizo como que no lo vio y se llevó las manos a los bolsillos del abrigo y palpo lo que estaba imaginando que estaba ahí, donde siempre lo ocultaba.

—Disculpe, pero no puede estar aquí. —hablo uno de los dos hombres que sostenía el paraguas por encima de su cabeza.

La persona desconocida asintió antes de apretar fuerte su arma y darse la vuelta.

<<Solo eran los vigilantes.>>

Sabía que podía venir de noche y todo sería más fácil.

Y nunca lo dudo cuando la noche cayó.

El Crimen Imperfecto [+18]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora