X.II

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Evité cerrar los ojos en el momento en que el flash de la cámara se encendió al tomarnos foto.
Al separarnos, les sonreí a las personas que decidieron tomarse la foto conmigo para después irse.
Mi celular comenzó a vibrar. Seguramente es una llamada. Al sacar el teléfono del bolsillo de mi pantalón, noté que estaba la pantalla encendida. Entonces no era una llamada sino una notificación.

— ¿Eh?

La foto. No la logré percibir con claridad. Le di dos toques a la notificación para que abriera el mensaje. Sentí cómo mi alma salía de mi cuerpo en el momento en que logré identificar a esa persona.

— Mierda — murmuré. Busqué con la mirada a Charlotte, quien también había venido. Damián se encontraba en la capital por cuestiones de su otro trabajo.

Alcancé a verla en dirección de una figura que ella misma había hecho. No sé qué sea. No le he logrado encontrar alguna forma. Caminé a zancadas hasta ella, pidiendo permiso para abrirme paso entre la multitud o pidiendo perdón cuando chocaba con otras personas sin intención de lastimar.

— ¡Céline! — sonrió ampliamente. Nerviosa, la tomé del antebrazo para alejarnos lo más que es posible y que nadie se diera cuenta de nuestro tema de conversación —. Oye, tranquila. Tienes la mano temblorosa, ¿Qué pasa?

Le mostré los mensajes. Ella, al principio, quedó perpleja pero luego sonrió con amplitud dando ligeros brincos.

— ¡¿Qué hago?!

— ¡Contesta, tonta!

Iba a escribir algo estúpido y todo gracias a mis temblorosos dedos pero Charlotte me arrebató el celular para responder.
Suspiré profundo cuando comenzó a contestar amablemente. No evité imaginármelo. Su corte de pelo me gusta mucho, ¿Su cabello será suave y sedoso tal así como se ve? Sus ojos grises azulados que no sólo me ven con seriedad, sino, sus pupilas se dilatan cuando se encuentra conmigo. Su voz es muy agradable. No lo he visto casi sonreír. ¿Sí sonríe? ¿Alguna vez podré hacerlo sonreír?

— Un momento — dije. Me metí mejor a su perfil — ¡Charlotte! ¡Mira! — se acercó a mi con cuidado.

— Vaya, sí que es guapo — fruncí el ceño. No quería que su atención se centrara en su atractivo, por lo cual, le di un codazo en el costado de su cuerpo —. Oye, eso dolió.

— No. Eso no. Mira bien su foto.

Tomó mi celular para ver mejor la foto. Después me vio a mi, exclusivamente a mi camisa. Ella suspiró profundamente, como si estuviera preparando las palabras que, o más miedo me van a dar, o más alegría o tristeza.

— Es el mismo pañuelo que llevas tú — dijo —, incluso la forma en la que está acomodado — llevó su mirada seria hacia la mía, que no podía estar fija en una sola dirección —. Cuando regresemos, necesitamos ver esto con mayor claridad porque hasta a mi me está asustando.

— ¿Es... Algo malo?

— No. Pero es curioso, sólo eso — sonrió, ni aún así me pude relajar —. Tranquila. Seguramente, ambos tuvieron una vida pasada un tanto triste y el Universo les está dando otra oportunidad.

Suspiré.
Sí. Espero que sea eso.

Toda la tarde me la pasé viendo las pinturas que había hecho en mi Universidad. Preguntándome cuándo volveré a pintar, si el trabajo me está robando mucho tiempo.

— Hija, vamos a comer algo — dijo mamá, tomando mi brazo con suavidad —. Y sirve que me cuentas lo que has hecho en estos años.

Sonreí ampliamente.

— Por supuesto — respondí. Nos dedicamos a buscar a papá y a Charlotte para ir a comer después de un arduo día.

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Another Life; Levi AckermanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora