Capítulo uno: Moribundo.

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Luke, a secas. Sin apellido ni honorarios.

Se dice que fue encontrado a la orilla del mar, cubierto de una sangre que no le pertenecía y con tantos huesos rotos como podía tener una persona sin llegar a morir, y quemaduras cubriendo su espalda, piernas y brazos.

Un par de horas más y los cangrejos habrían acabado con cualquier oportunidad de vida que el pobre chico pudiese haber tenido.

Una pareja de humildes pescadores lo acogieron, moribundo e inconsciente. Un niño que no podía superar los trece años, dejado por Dios a su suerte en esas playas. El dolor invadía cada centímetro de su cuerpo, y así lo hizo por al menos cuatro semanas.

Suplicaba la muerte, le contaron, y al mismo tiempo lloraba por el miedo a morir.

Afortunadamente no fue así, y él pudo salir adelante completamente curado.

Los pescadores intentaron en reiteradas ocasiones saber algo más sobre como terminó en esa situación. La respuesta de Luke era siempre la misma:

-No logro recordar nada.

Sus heridas sanaron, se volvieron largas cicatrices que permitían inventar historias.

Las más osadas, de las que Luke solía reírse, hablaban sobre el joven príncipe Lucerys Velaryon enfrentándose valientemente al dragón más grande después Balerion, El Terror Negro, y a su jinete, el príncipe Aemond Targaryen, el Matasangre, quién tras destrozar a su joven dragón Arrax, y a su sobrino en él, obtuvo aquel apodo.

Era gracioso porque Luke no pensaría jamás en él mismo como el difunto heredero de Mercaderiva.

Luke era feliz en su pueblo. Fue apodado "Principito" por esas historias, sacando risas no del todo burlescas sino más bien de camaradería. No era solo por las historias, sino también por el curioso aire noble y profundo acento.

La guerra en King's Landing estaba en su auge, las noticias llegaron al pueblo anunciando que la reina Rahenyra había tomado el poder y provocado la huída de Aegon II.

Con eso también se desencadenó la furia de Aemond, quien buscando asesinar al rey consorte Daemon había dejado desprotegida la ciudad y ahora la habían perdido. Las víctimas de su violencia fueron pequeños pueblos pesqueros, pueblos como el de Luke, quienes no temían en decir que eran fieles partidarios a la reina Rahenyra.

Todo estaban asustados por ser los próximos en sufrir la ira de Vaghar. La tensión recorría cada pequeña construcción de madera; no sobrepasaban las veinte casas, sin contar otras cuantas que estaban en proceso de fabricación. Luke había ayudado en varias y vivía junto a sus padres en una cercana a la orilla de un río.

Pero cuando Aemond llegó, no lo hizo montando su descomunal dragón dispuesto a quemar todo hasta los cimientos. Lo hizo escapando.

Fue algo más llamativo que eso.

***

Una mañana Luke decidió adelantarse y lanzar algunas redes para ayudar a sus padres. Sus manos enguantadas desenredaban sin prisa las cuerdas, una por una situándolas sobre una pequeña barcaza. Tarareaba, alegre, una canción de cuna que debió haber escuchado en algún momento de su vida con el tranquilo sonido del mar como único acompañamiento. Todo fue así, hasta que una sombra oscura tapó momentáneamente los rayos del sol.

Luke pudo ser un testigo directo de como un enorme animal descendía del cielo aleteando penosamente. Su cuerpo debía medir casi la mitad de su pueblo, lleno de cicatrices y goteando sangre.

No aterrizó de una forma gloriosa, sino que se estrelló contra el suelo generando oleadas de arena y agua, y deslizándose algunos metros más; no volvió a moverse luego de eso, pero Luke notó que seguía respirando, lenta y trabajosamente. Cada inhalación era un trueno rompiendo la tranquilidad, y por cada exhalación, pequeños ríos de sangre roja y espesa ensuciaban las verdosos escamas.

Memorias [Lucemond] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora