Capítulo cuatro: Confiable.

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Luke hacía malabares para mantener su vida como pescador y el cuidado de Aemond sin levantar sospechas. Habitualmente iba donde el príncipe durante la noche, le llevaba comida y mantenía alguna charla en la que recibía miradas ariscas y malos modales. Se estaba acostumbrando a eso, porque entre medio de los insultos hacia él o sus aparentes hermanos y familia, también había mucha información.

Aemond le habló sobre la guerra, sobre como su aparente madre lentamente perdía la cordura. Su muerte le había afectado irremediablemente, y poco después la triarquia tomó al príncipe Jaecerys.

—¿Murió? —Luke no supo describir el terror que invadió su cuerpo ante la idea.

—No, Daemon logró llegar a tiempo. Él y Vermax probablemente se están recuperando en Dragonstone.

Luke descubrió que Aemond solo conversaba con él porque estaba seguro que ya había muerto. Decidió que contradecirlo solo era una pérdida de tiempo, y por ello simplemente aceptó sus tercas afirmaciones.

El problema actual residía en que Luke estaba cansado. No confiaba lo suficiente en Aemond como para dormir en su presencia, y trabajaba junto a su padre durante el día, por muchas horas, y con mucho esfuerzo. Llegaba agotado a su casa, fingía dormirse y cuando la última vela del pueblo era apagada, trotaba hasta la destartalada choza.

Si tardaba mucho se ganaba una larga y tendida queja por parte del príncipe en la que dejaba en evidencia su completa dejación, irresponsabilidad, mala atención y de alguna inexplicable manera lograba hacer ver que todo eso era por culpa de sus fuertes genes.

Aún así, Aemond de a poco parecía acostumbrarse a su presencia, y Luke notó como cada día se burlaba un poco menos sobre su padre. Supuso que era porque insultar a la única persona en varios miles de kilómetros interesada en cuidarlo no sería la acción más inteligente.

—¿Cuánto tiempo piensas seguir viniendo?

Luke centró su atención en él y mordisqueó una manzana. Le gustaba la fruta. Solía tomar dos de un árbol cercano a la choza; una para él y otra para su inquilino. Aemond las rechazaba cada vez, pero Luke no desistía.

—Hasta que te recuperes —obvió, ganándose una mirada aburrida.

—Eso no sucederá.

—¿Porque estás muerto?

—Sí, al igual que tú.

Luke rodó los ojos, Aemond se sentó apoyando la espalda en la cabecera de la cama.

—¿Cómo estás tan seguro? —Luke encuestó.

—Porque vi claramente a Daemon Targaryen lanzándose encima mío con Hermana Oscura —Aemond pareció darse cuenta de que su pregunta tenía otra dirección, y por ello chasqueó la lengua—. Porque yo te maté.

—¿Lo hiciste? —Luke tenía ese curioso don de sacar a Aemond de quicio con sus preguntas estúpidas.

Era entretenido.

—Con las cien veces que te lo he dicho creí que debería haberte quedado claro.

—Me dijiste que mataste a Lucerys Velaryon.

—Tú eres el jodido Lucerys Velaryon, a ver si ya comienzas a aceptarlo.

—No puedo aceptar algo que no recuerdo. Ni siquiera sé si sea cierto lo que tú dices. Soy Lucerys, pero Lucerys está muerto, y yo me siento vivo.

Aemond, el príncipe regente poco acostumbrado a ser cuestionado, no estuvo muy contento con esa declaración. Lo observó con una mueca incrédula.

—Te estoy diciendo que fui yo quien te mató, tu maldito pueblo seguro también sabe la historia, te llamas Luke y te ves como el puto príncipe muerto. ¿Qué más necesitas?

—Supongo que una fuente confiable —Luke se alzó de hombros. El príncipe golpeó el camastro, generando un ruido seco que retumbó en la habitación.

—¡Yo soy una fuente confiable!

El chico parpadeó ante la repentina exclamación.

—Tú no–. . .

—¡Yo escuché tus gritos mientras Vaghar devoraba a tu minúsculo dragón, contigo encima! —interrumpió, sin un ápice de paciencia—. Yo limpié tu sangre de su lomo —agregó—, yo recogí los trozos de tu bestia esparcidos por la orilla del mar y los dejé en el Bastión de Tormentas para que Rahenyra pudiese tener algo que quemar. Yo fui quien recibió halagos por parte de mi hermano. Me apodaron el matasangre por tu muerte. Yo vi como mi hermana fue víctima de la venganza que debería haber sido contra mí. Vi a mi sobrino decapitado por un par de asquerosos ladrones enviados por Daemon para vengarte. A ti, un cobarde de trece años que ni siquiera intentó defenderse. ¿Por qué no? ¿Porque tu mami te dijo que no lo hicieras? Los hombres enfrentan las cosas de frente, se hacen cargo de sus problemas. ¿Ni siquiera piensas decirme algo? Eres un bastardo patético.

Luke, quien había escuchado ese impresionante monólogo y no tenía la más remota idea de qué decir, simplemente mencionó lo primero que vino a su mente.

—Tú tenías catorce, ¿no? Cuando pasó. . .

—¿Eso qué tiene que ver?

—No eras un hombre —observó—. Eras un niño.

Inhaló, Luke apreció a Aemond, y luego las extremidades temblorosas que este mismo observaba. Sus dedos se movían incontrolablemente, y cuando se percató de que no pasaba inadvertido los entrelazó y situó sobre su regazo.

—Tu mierda compasiva es inútil conmigo. Yo sé perfectamente bien lo que podía o no hacer y si me afectaría —gruñó—. Era un hombre, la mano derecha de mi hermano. Me entrenaron los mejores para convertirme en el mejor y lo hice. Con un ojo menos o siendo la sombra de Aegon fui el mejor.

—Y aún así aquí estás.

—Los Dioses se burlan de mí.

—¿No crees que podría ser tu castigo? —Aemond lanzó una mirada furiosa en su dirección. Luke sabía que lo único que le impedía abalanzarse sobre él eran sus huesos aún sanándose.

—No castigas a alguien que no hizo nada malo.

—Mataste a una persona que ni siquiera buscaba defenderse. Te aprovechaste de tu propio poder. Fuiste injusto.

Luke no se perdió como el rostro de Aemond se tornaba varios tonos más pálido. Cuando habló, su voz era tan glacial y suave como siempre.

—Hice lo que tenía que hacer y lo haría de nuevo —masculló—. No me arrepiento de nada.

Luke sabía que estaba mintiendo.

El resto de la noche lo observó removiéndose sobre la cama. Y si murmuró su nombre un par de veces, Luke no se lo recordaría.

Memorias [Lucemond] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora