El plan de Greco

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Después de la última charla con Horacio, Volkov no volvió a cruzarse con él.

Sabía que el moreno se encontraba con su compañero en la playa, justo frente a su cabaña mientras ambos practicaban surf. 

En los siguientes días no pudo evitar encontrarse parado frente al gran ventanal del salón, observando mientras ellos no se daban cuenta.

Los veía reír y pasar horas intentando que el castaño mantuviera el equilibrio sobre la tabla, rozando sus cuerpos muchas más veces de las que V hubiera preferido notar. 

No podía decir que le molestaba porque no tenía razón para ello, pero no entendía porque llegaba un punto en que no soportaba mirar más y volvía a su habitación enfadado hasta que escuchaba la puerta de la entrada abrirse; y suspiraba intentando verse normal para cuando su compañero irrumpiera en su habitación.

En parte se sentía aliviado de no tener que soportar las 24hs del día pegado al barbudo, como había temido en un principio; incluso a veces tomaba su laptop y echaba un vistazo a las cosas de la empresa que necesitaban una revisión.

Sin embargo, algo lo molestaba... Y no sabía muy bien qué era, aunque tampoco intentaba darle muchas vueltas a ese asunto, hasta que llegó el día concreto en que Greco lo invitó a almorzar en uno de los restaurantes del complejo, puntualmente a las 12 del medio día. 

Greco fue bastante cuidadoso, escogiendo una de las mesas cercanas al ventanal de la entrada. Volkov en cambio sólo se preocupó por elegir un Beluga que fuera correctamente abierto frente a ellos.

—¿Cómo la estás pasando? — Preguntó el castaño, tomando una de las copas que sirvió el mesero.

— No tan bien como tú, supongo. — Volkov no supo la razón tras el tono sarcástico en su comentario, Greco alzó ambas cejas intrigado.

—¿A qué te refieres? — El peligris desvió la mirada negándose a contestar.

Greco observaba insistente al ruso, quien bebía su Vodka como si nada.

— Volkov — Viktor suspiró y finalmente decidió responder.

— Me refiero a.... que a ti te debe ir muy bien, es decir... Conociste a alguien...

— Te refieres a Horacio. — Afirmó el castaño, ocultado una sonrisa burlona. — ¿Te molesta que pase tanto tiempo con él?

— Por supuesto que no me molesta. — Volkov dejó a un lado su copa con el ceño fruncido. — Me parece bien que puedas divertirte sin tener que arrastrarme a mí a hacer cosas innecesarias.

— Pareces molesto ahora. — Greco sonrió y discretamente observó el lugar donde Horacio y Gustabo se ocultaban por fuera de la choza. — ¿Estás seguro de que no quisieras unirte a nosotros en alguna práctica?

Volkov guardó silencio pensativo, y Greco aprovechó esa oportunidad para realizar las señas a los guías.

Horacio esperaba nervioso, mientras Gustabo observaba con la cámara de su teléfono hacia la mesa que ocupaban los turistas.

— Esto no funcionará. — Negó el de cresta, llevando una mano a su frente intentando calmarse.

— Es un cabeza almendra, no se dará cuenta.

— Él no me quiere cerca.

— Greco es quien nos contrató, y necesitamos el trabajo. — Gustabo volteó hacia su mejor amigo y le ofreció una sonrisa tranquilizadora. —Todo saldrá bien, ya verás. Tú solo ignora a ese amargao, y deja que yo me encargue.

Al notar la señal de inicio, Gustabo y Horacio entraron al recinto con dirección a la mesa de Greco, intentando actuar naturalmente.

Horacio caminaba de la manera más tranquila posible, claro que sus manos sudaban como nunca y hasta sentía que sus piernas podían fallarle en cuanto el ruso posó sus orbes en él.

— Vaya, buenos días Grepos. Tiempo sin verte. — Gustabo inició con el show.

— Hola Gus, Horacio. ¡Que sorpresa encontrarlos aquí! — Respondió Greco sonriente. — ¿Vienen a comer? Pueden sentarse con nosotros.

—Ah, que amable. Anda osito, trae esas sillas de ahí — Gustabo señaló los asientos y dejó que su hermano se ocupara de acercarlas.

Volkov al escuchar el mote cariñoso arqueó una ceja. Mirando fijamente las acciones del moreno, sin saber por qué sentía una molestia creciente en su interior. ¿Acaso se llevaba de esa manera con todo el mundo?

— Tampoco queremos molestarlos. — Habló H mirando tímidamente al peligris, en cambio su hermano haciendo caso omiso tomó la silla y se sentó a la mesa con ellos, sin pena.

—No es molestia, chaval. — Le sonrió Greco animándole a sentarse al lado del silencioso ruso.

Horacio tomó asiento con la cabeza gacha, mientras Volkov lo observaba de reojo. No entendía nada de lo que ocurría, pero sospechaba que Greco estaba detrás de todo. Le parecía sospechosa la actitud tan sumisa de Horacio, como si tuviera miedo o tal vez vergüenza.

De pasar tanto tiempo observándolo a lo lejos, sabía que su actitud solía ser avasallante y extrovertida, su personalidad era luminosa y algo revoltosa. No coincidía para nada con esta cara que le mostraba ahora. 

Cuando estaba en sus clases con Greco las risas estruendosas de Horacio lo alcanzaba en la distancia igual que sus gritos o frases sueltas, debía admitir que le extrañaba el cambio repentino. ¿Era por su culpa? 

Tal vez no se sentía cómodo, luego de cómo lo trató la última vez que se acercó a él.

El mesero se acercó a tomarles el pedido, y una vez que se retiró el ruso dejó escapar sus pensamientos sin darse cuenta, llamando al protagonista de sus reflexiones.

— Horacio... —Sin embargo, no sólo el nombrado volteó a verlo, sino todos en la mesa.

— ¿Sí? — Respondió el muchacho curioso, sin darse cuenta de que Volkov avergonzado por su error ya no planeaba seguir la conversación.

Tomando a mal el silencio del soviético, Horacio mordió sus labios mirando desesperado tanto a Greco como a Gustabo. Quienes tampoco entendían la actitud del ruso.

—¿Qué han estado haciendo, chicos? — Intervino Greco, intentando seguir con su plan original.

— Ya sabes, viviendo la vida. — Respondió Gustabo naturalmente. — Planeábamos ir a bucear esta tarde a nuestro lugar secreto, ¿cierto H?

— S-Sí. — Sus ojos bicolores buscaron los claros de Volkov, capturando su entera atención. — En nuestro bote podemos alejarnos un poco de la isla e ir a los arrecifes más privados.

— Vaya, ¿Tienen un bote? — Tal vez si V hubiera estado más atento habría detectado el falso tono de Greco, pero el ruso seguía escudriñando la sonrojada expresión de Horacio mientras la conversación continuaba de fondo. — Me encantaría ir a verlo.

— Estás invitado barbas. Y también tu amigo, si se anima.

—¿Qué dices, Volkov? — Interrogó Greco.

V sin embargo no le prestaba nada de atención.

Albergando la esperanza de llevarse mejor con el peliplata H acortó la distancia entre ellos, ansioso por conseguir una respuesta afirmativa de su parte.

—¿V?

Volkov perdió el aire y sintió sus mejillas calentarse por la cercanía improvisada de Horacio; y al oír el nuevo apodo que usaba con él.

El ruso asintió sin pensar demasiado y Horacio soltó el aire contenido en un suspiro suave, Greco sonrió victorioso mirando agradecido hacia Gustabo mientras el rubio sólo le dedicaba una pequeña sonrisa.

Meeru Island ~VolkacioAUDonde viven las historias. Descúbrelo ahora