¡WOW! Quién lo diría

IV

La clase de lengua es algo que nunca me ha gustado en profundidad por simplemente la historia de la lengua o el gran comienzo oficial de la lengua en sí, pero también se me da bien escribir y estudiarlo para los exámenes así que tampoco puedo quejarme mucho por obvias razones.

Pero ¿entonces por qué me estoy quejando de la clase? Sencillo, llevo todo el día quejándome de la clase que menos me gusta, en general, sin haber llegado la hora de dar dicha clase porque no paro de dar vueltas en la cabeza del motivo desconocido de dichas conversaciones con cierto capitán de fútbol con mi número. Aparte que las cotorras que tengo a mi alrededor llamadas por su técnico nombre amigas con la unión de cierto chico es un no parar de pensar más teniéndolos todo el día con la misma conversación siendo un disco rayado llegando a un punto que me toca esconderme de ellos para darle descanso a mis paranoillas.

La naturaleza en muchas ocasiones es la tranquilidad que buscas en los animales de compañía, pero no todos los sitios puedes considerarlos como lugar de tranquilidad así que es un misterio cuando sabes que tu lugar es único a tus ojos, pues eso es para mí el jardín que hay en el campus, la paz creada con solo unos árboles, césped y una fuente es lo mejor que puedo tener en días como estos. Normalmente mi habitación es de lo tranquilo, pero aprendí desde pequeña que cuando tu hogar no es tu tranquilidad tienes que tener una segunda opción para situaciones de mayor impacto en tu sistema, ellas no saben de ciertas cosas que escondo por su seguridad y la mía, por eso es que se necesita un segundo lugar para vivir.

El jardín es de lo más solitario de los que puede haber en el campus al estas ubicado en frente de la biblioteca a unos metros y el campo de entrenamientos a una manzana por lo menos. Entre las posibilidades que puede haber para situarse un espacio propio era lo más recomendable coger el árbol más hermoso que tenía este lugar con el fin de que diera sombra y sol igual para cualquier temperatura que te puedes encontrar, los cerezos con sus hojas en primavera son el color que le falta al lugar verdoso donde me encontraba, pero al ser finales de esa estación, tocaba plasmarlo en fotografías y dibujos.

Esta mañana como no tenía escapatoria y sabía lo que iba a hacer por mi seguridad mental, por la noche me preparé una pequeña mochila con una manta para en suelo, algo de picoteo con agua, en cargador portátil para en ordenador y el móvil con los cascos, la libreta y dos bolis. Al llegar la hora del almuerzo recurrí a dejar sus respectivos dueño mensajes avisándoles de la situación que iba a crear hoy por todo el día, así que no iban a buscarme sino quiero volver a casa.

La canción de David Guetta y Bebe Rexha – Blue, inunda mis oídos a todo volumen inspirándome a ver en la lejanía el campo de entreno. Quiero escribir, necesito hacerlo, pero las palabras no quieren salir del fondo de mi garganta, se me atorran sin su control natural creando las ideas locas que nunca muestro a los cercanos a mí por miedo de lo que puedan pensar. Las locuras pasan más rápido, la valentía sale haciendo que me levante guarde mis cosas y camine con el rumbo fijo en dicho lugar que nunca me atrajo hasta ahora.

Van pasando canción a canción llegando a mi destino, recorro el lugar con la mirada dándome cuenta de que está vacío completamente para que no me dé la vergüenza sabiendo que me pudo ver alguien, llego a los bancos de la pista para los jugadores, dejando mis cosas, caminando con la libreta, boli y preparando las pocas canciones que necesito ahora mismo cuando llego al centro.

... la adrenalina que le dan a los jugadores se puede ver reflejada en el aire con cada pisada que das, mirar a las gradas es otro gran espectáculo comprendiendo la animación de los que comparten el sentimiento del deporte, cada detalle de cada lugar transmite esa sensación que un jugador necesita para conseguir la victoria... Esto no es solo un campo de entrenamiento sino es el empeño que le pone cada uno de los participantes del equipo.