La noche había llegado, el hospital estaba en silencio, solo los pasos de los vigilantes lograban oírse ligeramente. La luces eran tenues y el oficial tomaba de su café caliente para soportar el sueño.
El joven policía soplaba su envase para tratar de enfriarlo, a sus espaldas la puerta se abría lentamente y una mirada gatuna lo observaba.
El envase cayó por completo en el suelo cuando el hombre fué llevado sorpresivamente dentro de la habitación. Batallaba contra el tubo de oxígeno que enrollaba su garganta, trató de tomar el arma de su bolsillo cuando la aguja fué clava directo a su garganta una y otra vez.
Sus brazos colgaron, su mirada miraba a la nada y su respiración fué deteniendose lentamente. El cuerpo cayó boca abajo en el piso, la castaña pasó por encima y masajeó sus muñecas, estaban adoloridas y con muchos cortes por la fuerza que usó para librarse de esas esposas, incluso había dejado muchos pedazos de piel goteando su sangre.
Cerró la puerta nuevamente y regresó al cuerpo. Rebuscó entre sus bolsillos con tranquilidad, sostuvo entre sus manos el celular del policía y encontró la placa: Cha Eun Woo.
Lastima, no debió escoger ese trabajo.
Esto ayudaría a encontrar a esas dos mujeres que habían arruinado su vida, no pensaba dejarlas ir después de haber matado a su hija, tenía una cuenta pendiente.
Salió con los pies descalzos a los pasillos, sus dedos seguían goteando la sangre de sus muñecas, dejando un rastro de su camino.
Miraba cada puerta, notando que habían pacientes durmiendo y otros viendo la televisión. Algunos con quien se cruzaba por el camino, la miraban con extrañes, parecía como si hubiera perdido, pero tampoco parecía preocuparle estar lastimada.
Llegó a la entrada donde una señora con su hija esperaban sentadas en la sala, ambas la vieron cuando Jennie se detuvo a mitad del camino y miraba fijamente a la nada. Una sonrisa escalofriante apareció en sus labios y lentamente, fué cerrando las puertas ante la mirada de duda de la señora.
La mujer se puso de pie para preguntar, pero al cerrarse por completo la entrada, un disparo se oyó, acompañado por el grito desgarrador de la niña.
A los segundos, otro disparo volvió a traer el silencio al hospital.
_Shhh - pidió Jennie, no dejando de sonreír - en el hospital...- susurró, apoyándose en sus rodillas para estar más cerca de madre e hija - no se hace ruido - rió.
Un ruido hizo levantar su mirada, al final del pasillo, un joven muchacho miraba nervioso la escena, había tropezado cuando estaba retrocediendo del temor.
La sonrisa de Jennie volvió a aparecer, en cuestión de minutos, todos en el hospital trataron de hallar un lugar dónde escogerse.