Capítulo 6

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Había sido una velada estupenda, tras llamar por teléfono al restaurante para confirmar la reserva y avisar de su llegada algo más tardía Pablo le había pedido ir a alguna tienda de ropa que estuviera abierta, ella le había hablado de tiendas normales pero afortunadamente el taxista era conversador y tras escuchar la conversación le sugirió una tienda de ropa más adecuada a ojos del rubio, no a los de Marizza pues la tienda era demasiado cara.

La comida transcurrió llena de risas y conversación amena, era como si se complementaran el uno al otro, finalmente le había hecho de guía turística mostrándole los encantos de la ciudad pero no esperaba la reacción de él al ver el parque de atracciones, la había empujado literalmente hacia él y montado en todas las atracciones.

Marizza: Se está haciendo tarde.- Dijo viendo cómo el sol empezaba a caer.    

Pablo: Si, es verdad.- Miró hacia la noria.- ¿Un último viaje?.- Señaló hacia ella para que siguiera su mirada.    

Marizza: Dura cincuenta minutos el viaje pero merece la pena por la vista.    

Pablo: ¿Has subido alguna vez?.

Marizza: No había venido al parque nunca, venir sola me parecía aburrido.    

Pablo: Entonces vamos, despidamos el día por todo lo alto literalmente.- Propuso él cogiéndola de la mano, un gesto ya tan natural para ellos, y yendo hacia el inicio de la atracción.    

Al ser última hora de la tarde no tuvieron que esperar demasiado para su turno, la castaña se fijaba en cómo se iban elevando y dejando ver la ciudad desde una vista nueva para ella.    

Marizza: ¿Te gusta la vista?.- Preguntó volviéndose hacia él.    

Pablo: Mucho, me gusta mucho la vista.- Contestó de una forma tan directa y no lo decía por la ciudad, él se puso de frente a ella de rodillas.

Marizza: ¿Qu...qué haces?.- Logró preguntar poniéndose tensa.    

Pablo: Admirar la vista más de cerca.- Contestó subiendo las manos por sus muslos, las caderas, la cintura.    

Se levantó lo suficiente para atrapar los labios de ella con los dientes, darle pequeños tirones y chuparlos hasta que el gemido de la castaña le ofreció la apertura perfecta para introducir su lengua con un solo movimiento, como si la hubiera penetrado en otro sitio.    

Marizza se perdió en ese beso, no podía pensar en nada y menos en oponer resistencia cuando las manos de él volvieron a las rodillas y las separaron para meter su cuerpo entre sus piernas. 

Pablo le daba un beso con pasión como si se lo hiciera con otra parte de él, mientras ella llevaba su mano hacia la protuberancia del pantalón del rubio pero la mano del rubio la retuvo.

Pablo: No pararé, Marizza, aunque me lo pidas después, no pararé una vez que me hayas dado permiso ahora te deseo, princesa no puedo contenerme ante ti.

Marizza: ¿Por qué te detuviste ayer?.- Le preguntó, su voz ronca por la lascivia, los ojos prendados de los suyos, ambos oscurecidos por el deseo aún insatisfecho.

Pablo: Porque quería ser un buen hombre pero hoy no voy a serlo, me tientas con esa ropa, me tientas con tu forma de ser y me estás tentando con ese cuerpo que tienes.- La castaña se arqueó sin poder evitarlo ante el estremecimiento de su cuerpo las palabras habían calado tan en el fondo que esperaba fueran para ella y no para quien pensaba sería Estefanía.

Marizza: ¿Y qué hay de Estefanía?

Pablo: Estefanía no es mi novia vine aquí a conocerla pero si ella es tan cobarde para no presentarse dos veces, entonces...

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