9. LOS PROBLEMAS NO SON LAS MATES

15 2 0
                                    

Zion

Joder. No sé mucho sobre el tema de la salud mental, he oído hablar de ella sí, pero nunca he presenciado episodios de mucha ansiedad, por ejemplo. Ahora entiendo cuando dicen que se pasa muy mal. La cara de Rhea es algo que no voy a olvidar, una mezcla entre pánico y angustia era lo único que expresaba. No sé qué le habría pasado en clase, pero he podido notar que ya era algo normal en su día a día, está acostumbrada a estas cosas.

Rhea

Joder. Ya hemos vuelto a empezar, ya decía yo que estaba durando demasiado tiempo sin que nada pasase. Sé que las recuperaciones no son fáciles y obviamente no van a ser una línea recta de mejoría, siempre vienen con sus altibajos. Esta vez ha sido bastante potente, encima Zion ha tenido que verme así, cuando en estas situaciones las miradas de otras personas son lo último que necesito.

Consigo llegar a mi habitación y sin medir la fuerza, cierro de un portazo. Corro a buscar mi pelota, siempre la utilizo cuando veo que puedo controlarlo sin la necesidad de pastillas. No quiero terminar necesitándolas a la primera de cambio. Solo espero que me dejen tranquila durante un rato, ya bajaré más tarde a agradecerle por venir a buscarme. Caigo derrotada en la cama, pelota en mano, esperando a que todo esto se pase.

Zion

No sé qué hacer. ¿Debería subir para ver cómo está? Igual no quiere estar con nadie ahora y la molesto, mejor me quedo aquí. Se le veía muy mal, igual necesita ayuda de otra persona, dudo que necesite la mía, no querrá ni verme en estos momentos. Puede que me haya pasado un poco antes en el coche, pero solo quería que soltase todo lo que tenía dentro, aunque sea conmigo, no me importaba, sé que estaba hasta arriba de mierda y necesitaba desfogarse y aun así no lo hizo.

Decido optar por mi segunda opción que es ir a donde mi madre para avisar que ya hemos llegado. Se que va a hacer muchas preguntas y querrá estar con Rhea, pero tenemos que darle su tiempo hasta que se vea preparada.

Rhea

No sé cuánto tiempo ha pasado, me acabo de despertar, es lo que mejor me viene en momentos así, al final he tenido que tomar la pastilla porque iba aumentando, me encuentro mejor tras haber descansado. Creo que va siendo hora de bajar a estar con mi familia y ya de paso agradecerle el que viniera a recogerme, no se lo merece por el espectáculo que me ha montado en el coche, pero quiero hacerlo.

Bajo a la sala donde están todos sentados para decirles que ya me encuentro mejor, pero me doy cuenta de que ya han notado mi presencia y me están mirando como si me hubieran estado esperando.

Zion

Hace ya una hora que no se le oye llorar, no sé si preocuparme o relajarme porque se encuentra mejor. Intento optar por la segunda opción, pero al igual que pasa el tiempo mi preocupación aumenta, con que decido subir a donde ella para comprobar que esté bien. Toco la puerta varias veces, nada. Esto no me gusta. Decido abrirla sin meter ningún ruido y una oleada de relajación inunda mi cuerpo. Está dormida en la cama, por eso no se le escuchaba, pero puedo ver desde la puerta una mancha en las sábanas alrededor de su cara de tanto llorar. Joder. No la quiero molestar, pero tampoco quedarme quieto. Me acerco a donde ella para taparla con una manta y bajo a la sala para decirles a mis padres que está bien, bien dormida. Que susto me ha pegado la payasa, pensaba que le había pasado algo. Justo cuando mis padres me iban a decir algo, se escucha cómo cierra la puerta tras salir.

Rhea

— Hola. -No sé qué decir, todos me están mirando con cara preocupada, sé que seguramente no hayan tenido que lidiar con situaciones como estas y que serán primerizos en este tema. Pero tener seis ojos mirándome al mismo tiempo no me viene muy bien.

Intercambiando secretosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora