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𝐓/𝐧 (𝐭𝐮 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞) ☘︎

-Hola princesa. - Entró una enfermera con su impecable vestidura blanca, una mirada suave y una sonrisa que inspiraba confianza.

-Hola... - Respondí llevando toda mi atención a ella.

-¿Cómo te sientes? - Preguntó aun amable revisando algunos papeles.

-Desubicada...¿Aidan está por aquí? - No me sentía incómoda, pero ese hombre al que llevaba diez minutos de conocer me inspiraba mucha tranquilidad y sabía que lo necesitaría cerca.

-Sí, él está con tu doctor dándole toda la información desde que despertaste, todo eso es fundamental para tu proceso. - Nos miramos y pude ver sus ojos que eran tan bonitos...eran de color azul muy suave. - Que guapa estás. - Sonreímos ambas y entonces sentí una puñalada directo al corazón.

Estaba siendo tratada como una reina, me daban mi espacio, me hacían sentir segura y su presencia era agradable.

-¿Te sientes lista para hablar de lo que pasó? - Preguntó la mujer mirándome.

Negué con la cabeza un par de veces desviando la mirada mientras los recuerdos de aquel hombre volvían a mí.

-Bien, entonces no lo harás, quédate tranquila, nadie te obligará a hablar...lo harás cuando estés lista. - Se acercó a mí y pidiéndome permiso con la mirada acarició mi cabello. Sonrió detallándolo con su tacto, me permití cerrar los ojos y disfrutar esa tranquilidad.

-¡Hija de perra! - Golpeó mi mejilla con tanta fuerza y coraje que me desubicó.

Mi respiración se volvió agitada, pude sentir claramente como mi mejilla ardía del dolor y de inmediato un cúmulo de lágrimas pedían salir.

-T/n, linda... - Escuché una tenue voz que me sonaba familiar.

-Eso eres. - Se acercó a mí y con miedo negué con la cabeza.

-¡No! - Sollocé. - ¡No por favor! - Y sin poder evitarlo, comencé a llorar con fuerza y desesperación.

-¡T/n! ¿Estás conmigo? - Lloré con mayor fuerza. ¿De dónde provenía esa voz?

Solté un grito desgarrador cuando aquel loco me azotó la espalda con un látigo de cuero con tal fuerza que dejaba heridas. Quería moverme pero tales heridas que ahora sangraban no me lo permitían, dolía como estar muriendo lentamente.

-¡Esto te enseñará a respetar a tu esposo! - Habló cerca de mi oído lamiendo el lóbulo del mismo.

Me di asco a mí misma, me hacía sentir sucia...no me sentía bien ni conmigo misma.

-¡T/n por favor! - Aquella voz se volvía cada vez más vívida y se podía notar una gran desesperación en ella.

Lloré en silencio sin poder moverme, me había atado y puesto una mordaza.

De pronto sentí como me embestía con rudeza como todo un animal. Dolía mucho, yo no quería, no estaba lubricada y eso a él no le importaba.

-¡Llamen a Gallagher! - No sé de quién era esa voz, pero la femenina estaba llorando desesperada.

-Pero señorita él...

-¡Bocanegra está teniendo un puto ataque, llamenlo ya!

Esto no era nada placentero sino todo lo contrario. Tal dolor sólo causaba algo en mí; pedir a gritos la muerte.

-¡Tú no eres mi esposo, maldito! - Grité cuando quitó la mordaza.

-Soy tan generoso para dejarte gemir ¿Y así me respondes? - Soltó una risa que me dio escalofríos. - Estúpida en verdad. - Volvió a embestir causando que me retorciera del dolor. Estaba harta de tanto llorar, me dolía todo y sentía como casi podía llorar sangre.

-Vamos cariño, estoy aquí contigo... - Esa voz...esa voz me traía tanta paz...

-¡Pudrete! - Grité a poca fuerza.

-Oh vida mía, siempre estaré contigo...estás segura, estás conmigo. - Su voz se iba volviendo más clara y aquel escenario se volvía cada vez más borroso.

Todo el dolor iba disminuyendo de manera rápida, como si alguien tratara cada una de esas heridas con amor y todo esa tortura desapareciera...como si ese amor fuera cien veces más grande que todas aquellas heridas.

-Eso es nena... - Pude sentir su presencia y como me abrazaba. - Lo estás haciendo excelente...ya estoy aquí y nadie te hará daño. - Pude ser consciente de mi respiración levemente agitada la cual comencé a poder controlar, aquel escenario se volvió borroso como si su presencia se lo hubiera llevado. Aún con los ojos cerrados busqué su calor, estar entre sus brazos y como aquí me sentía segura no tenía comparación.

-Aidan... - Susurré recargándome en su pecho, su corazón latía tranquilo y eso me hacía querer quedarme aquí.

-Hola nena. - Sonrió cuando abrí los ojos levantando mi mirada buscando la suya.

-Hola... - Respondí a su sonrisa.

Su mano fue suavemente a mi mejilla la cual acarició despacio, reposando ahí su tacto.

-Tienes un tacto suave... - Hablé casi inaudible.

-¿Te gusta? - Asentí sin mirarlo. No podía sostenerle la mirada y menos admitiendo algo así. - ¿Por qué bajas la mirada? No tiene nada de malo. - Con su mano en mi mejilla volvió a hacerme mirarlo.

-Perdón, perdón enserio. - Mi mirada se volvió borrosa gracias a las lágrimas en mis ojos, ahora me sentía culpable. - Tú...tú estabas ocupado y yo... - Sollocé.

-Princesa, tú no tienes la culpa de nada. - Nuestra mirada se hizo una, su pulgar limpió las pequeñas lágrimas que ya habían salido sin permiso. - Estoy aquí para ayudarte y para lo que tú desees, ¿Okey? No interrumpiste nada y ahora sólo importa que estás conmigo.

Dios, sus palabras eran tan acertadas.

Suspiré relajada y cerrando los ojos, volví a recargarme en su pecho dejándome llevar por sus tranquilos latidos, su respiración suave y su presencia.

-¿Qué crees que pensará mi esposo si se entera de la cercanía que estoy teniendo contigo? - Pregunté sin darle mucha importancia.

Ese hombre me amaba, ¿No? No lo podía tener cerca, lo entendía, pero él tendría que aceptar que estaba pasando un proceso. Un doloroso proceso.

Lo sentí suspirar pesado y supe que no debí preguntar algo tan incómodo.
Aidan sólo era del equipo de apoyo, apenas lo conocía y ya lo había puesto en aprietos.

-Él lo sabe todo, todo T/n. Él lo va a saber, y créeme cuando te digo que es un hombre con mucha inteligencia emocional. No tendría porqué pensar ni reaccionar de ninguna manera, no estamos haciendo nada fuera de protocolo. Ahora preciosa, me quedaré aquí contigo hasta que tú decidas estar sola, ¿Te parece? - Sentí su mirada sobre mí y me limité a asentir.

Estuvimos un rato en silencio, quería meditar lo que había pasado pero al mismo tiempo no quería hacerlo y reaccionar como hace unos minutos.

Terminé por disfrutar el momento, de la presencia, cercanía y compañía de Aidan y simplemente sentirme bien por hacer nada.

-Quiero hablar de ello. - Solté de repente.

-Bien, le hablaré a la psicóloga...

-¡No! - Reaccioné al momento. - No... - Respondí más calmada. - Quiero hablarlo contigo...sólo tú y yo.

𝐏𝐨𝐥𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐀𝐦𝐨𝐫 (𝓐𝓲𝓭𝓪𝓷 𝓖𝓪𝓵𝓵𝓪𝓰𝓱𝓮𝓻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora