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𝐓/𝐧 (𝐭𝐮 𝐧𝐨𝐦𝐛𝐫𝐞) ☘

Su tacto suave y firme me acariciaba la cintura y bajaba hasta mis caderas, nos besabámos con pasión y el sabor de sus labios sólo me hacía querer más de ellos.

Me recargué en la fría pared de la habitación y gemí ante el contacto de ésta, sus manos se escabulleron debajo de mi vestido azul y tomaron mis bragas por ambos extremos.

Nos separamos del beso jadeantes y lo miré sonriente, él me respondió con la misma sonrisa coqueta y llevó su tacto hasta mi trasero, acariciando la piel que las bragas no cubrían y acercándome a él.

Me encantaba la diferencia de estatura entre nosotros, me encantaba como su mirada y la mía conectaban tan bien.

-Déjame amarte como te mereces. - Habló con esa voz aterciopelada y ligeramente ronca que me ponía mal.

-Amor, siempre me has amado como ningún otro ser lo ha hecho. - Respondí sonriendo.

-Lo sé...¿Me permitirías volverte a hacer mi mujer esta noche? ¿Me permitirías amarte con el cuerpo?

Asentí sin perderle el contacto visual, sentí mis ojos brillar al compás con los suyos, contacto que no duró mucho más pues él se puso a mis espaldas y desabrochó mi vestido que enseguida se deslizó por mi cuerpo hasta quedar en el suelo.

Con las yemas de sus dedos comenzó a acariciarme sutilmente por el vientre y subiendo hasta mis pechos, yo desabroché mi sostén y él dejó un ligero espacio hasta que este también quedó en el suelo. Ahora sus manos fueron hasta mis senos, haciendo la función del susodicho.

Eché mi cabeza hacia atrás de tal sensación, mi feminidad palpitó y se humedeció enseguida.

Suavemente retiró su tacto de mis pechos, mientras besaba mis hombros y cuello, podía sentir como entre él y yo cada vez había menos ropa.

Y así fue, cuando se volvió dominante detrás mío nuevamente, sentí el calor de su cuerpo con el mío.

Un escalofrío me recorrió el cuerpo, conocía su cuerpo a la perfección, ese escultural cuerpo que decenas de veces había estado detrás, frente, sobre o debajo de mí, ese cuerpo que jamás olvidaría.

Por impulso y sin avisar, fui hasta la cama, retiré mis bragas quedando completamente desnuda como él y me coloqué de rodillas mirando hacia la gran cabecera de ésta.

Segundos después lo sentí detrás mío, cerré los ojos cuando hizo mi cabello a un lado y comenzó a besar mi cuello y a descender por mi brazo derecho.

-Te amo, te amo muchísimo vida mía. - Susurró cerca de mi oído y después nos besamos con suavidad, con el amor que sentíamos el uno por el otro.

Rompimos suavemente aquel beso y se volvió a colocar detrás mío, su brazo dominante pasó cubriendo mis senos mientras que con la otra mano alineaba su miembro erecto con mi entrada.

Apenas entró en mí, sentí como formamos un solo cuerpo, cómo el placer me inundó de arriba a abajo.

Esa mano fue hasta mi punto dulce, el corazón me latió con rapidez al igual que el suyo.

No importaba cuántas veces hubiésemos estado juntos, nunca podría acostumbrarme a él y todo lo que me hacía sentir y me regalaba, nunca podría aburrirme de él o de lo que me hacía.

Gemí en respuesta cuando embistió lentamente pero sin detenerse, hasta que tuve toda su longitud dentro de mí.

Su mano comenzó a tocarme causándome el doble de placer mientras que su brazo afianzó su agarre en mis senos. Sentí su respiración acelerada cerca de mi oído y sus jadeos.

Mierda, escuchar a un hombre jadear o gemir no tiene precio ni comparación.

Ahora sólo me pude concentrar en cómo se sentía su cuerpo tan cerca del mio y como me hacía sentir, cómo me hacía el amor.

A su lado me sentía amada, deseada, protegida. Entre sus brazos nada malo podía pasarme, pues él estaría dispuesto a negociar con la misma muerte por mí.

De pronto todo se fue volviendo más y más claro, hasta que desperté...desperté.

Me sorprendió que lo sea que hubiese soñado, aún siguiera presente en mí, y que mi sueño hubiese sido tan vívido.

Miré el reloj blanco en la pared y luego hacia afuera, eran las seis de la mañana por lo que aún estaba oscuro.

Suspiré y me levanté hasta llegar al baño, abrí la ducha y dejé que el agua cayera, me miré al espejo y suspiré, la voz de ese hombre y en sí su rostro se habían vuelto borrosos, pero aquel "sueño" seguía muy presente en mí. Se sentía muy real.

Me mordí el labio y no pude resistirlo, había quedado necesitada.

Me deshice de la ropa rápidamente y entré a la ducha, mojé mi cuerpo con el agua ahora tibia y me recargué en el azulejo de la pared, me acaricié suavemente como ese hombre lo había hecho.

Cerré los ojos y me dejé llevar, mi mano hábil bajó hasta mi punto dulce el cual comencé a acariciar tan lento, exacto y placentero como recordaba, arqueé ligeramente la espalda de placer y dejé que mis gemidos salieran mientras mis movimientos comenzaban a aumentar.

Con la otra mano me acaricié el vientre y luego los senos, donde reposé mi tacto.

Aceleré mis movimientos conforme mi placer aumentaba y recordaba mi sueño, lo cual no me dejó muchos minutos más.

¿Quién podría hacerlo con semejante sueño? ¿Quién podría aguantar a llegar al orgasmo de sólo recordar ese tacto?

Pronto me dejé llegar al clímax, disfrutando de la sensación que me inundaba el cuerpo y la mente conforme este pasaba.

Suspiré pesado y aún con los ojos cerrados no tuve prisa por bañarme o hacer que aquella sensación y recuerdo pasaran, ya no.

𝐏𝐨𝐥𝐢́𝐭𝐢𝐜𝐚 𝐝𝐞𝐥 𝐀𝐦𝐨𝐫 (𝓐𝓲𝓭𝓪𝓷 𝓖𝓪𝓵𝓵𝓪𝓰𝓱𝓮𝓻)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora