Cerré los ojos

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K A G E Y A M A     T O B I O

Escuchaba a dos personas hablando, no entendía lo que decían. Estaba muy cansado, sentía que todo mí pesaba demasiado (algo raro con todo el peso que había perdido) era como si quisiera hundirme en la cama. 

Probé a abrir los ojos, la luz me deslumbro, parpadeé para acostumbrarme. Una vez ya lo hice, me incorpore.

Las sabanas eran de un blanco perfecto, tan suaves y cómodas, por alguna razón, esa sensación que producía la sabana contra mis palmas me relajaba, hacía que pudiese ignorar parte del dolor que me estaba atacando en ese mismo momento. 

Mire a mi alrededor, buscando las voces que había escuchado. El cielo nocturno se mostraba tras la ventana, ¿cuánto tiempo había pasado? Recodaba a la profesora ir a verme, porque había tardado mucho en volver del baño, me levanté, ¿y luego? ¿Me había desmayado? Su mente no creaba ninguna imagen después de eso, pero si que recordaba los ruidos de mi alrededor. La profesora gritando por ayuda, la sirena de la ambulancia, los lloros de una persona, aunque no sabía con exactitud quién.

Sentía un pinchazo en mi brazo derecho, cuando me gire a ver lo primero con lo que me encontré fue con un palo que dé el oscilaba una bolsa con algún tipo de liquido, de esa bolsita salía un tubo, lo seguí con la mirada para llegar a mi muñeca. Dios sabe qué me están metiendo.

Me sentía como si me hubieran sedado, mis pensamientos iban muy lentos, mi preocupación y confusión no respondía cómo debería. No tuve mucho tiempo para seguir cuestionándome que era eso, mi hermana entro lentamente a la habitación mirando al suelo, parecía devastada. 

La escuchaba sollozar mientras se sorbía los mocos, ¿qué pasaba? Levantó la mirada y noto que estaba consciente, ahogo un sollozo y se lanzó hacía mi. El abrazó empezó con ella levantada y yo sentado y termino en ella arrodillada en el suelo abrazándome  de la cintura sin dejar de llorar como una niña pequeña. 

Acaricie su pelo corto, seguía sin estar en todos mis sentidos, una nube nublaba mi mente, evitando que la preocupación floreciera del todo. 

— Lo siento... lo siento... lo siento Tobio... — no sabía cuánto tiempo llevaba repitiendo eso mismo, ni sabía cuánto tiempo seguiría diciéndolo. 

La puerta se volvió a abrir, esta vez la persona no se lanzó contra mí llorando, aunque no tenía sentido que un doctor lo hiciese, el mismo hombre que me contó de mi tumor se volvía a encontrar enfrente mío. Tenía una cara triste, cómo odiaba esa expresión. 

— ¿Cómo te encuentras Tobio? — Miwa, ya se había levantado del suelo, para sentarse en la cama a mi lado, su mano cálida agarro la mía, dándome un escalofrío, no había notado lo heladas que estaban mis manos. El doctor, mientras me preguntaba, desconecto la maquina. El liquido paro de bajar. 

— Bien, ¿supongo? ¿Qué pasa? — le pregunte, obviamente refiriéndome al comportamiento de mi hermana. El doctor suspiro pesadamente. 

— Le he tenido que contar a tu hermana... bueno... tu situación... — los sollozos de Miwa se incrementaron. El Doctor volvió a suspirar, parecía que había envejecido varios años, siempre me había preguntado cómo de complicado les resultaba contar las malas noticias — que he de anunciarte que no ha mejorado en absoluto muchacho...

Asentí, no le di mucha más importancia, no sabía si debía de darle las gracias al sedante, o a la pequeña parte de mi cerebro que había asimilado el poco tiempo que me quedaba. 

— ¿Qué era ese liquido? 

— Era la quimioterapia, cuando me dijeron que habías llegado te lo inyecte lo antes posible... — hizo una pausa, tragó saliva— pero la verdad no creó que sirva para mucho... 

Era una indirecta de que me quedaba muy poco, se suponía que era solo una semana, ¿habían bajado los días? Los sollozos de Miwa se habían silenciado ligeramente, había puesto una mano en su boca para no interrumpir la conversación con sus lloros. 

— ¿Cuánto me queda? 

No lo dijo inmediatamente, nos miramos unos segundos, veía la compasión en su mirada, la tristeza y una pizca de culpa también brillaban en ella. Bajo la mirada para observar sus papeles, aunque sabía que no le era necesario, se aclaro la garganta.

— Tres días. 

El silenció inundó la habitación y me golpeo como cuando una ola rompe contra unas piedras, ¿cómo habíamos pasado de siete días a unos pobres tres? No sabía que estaba sintiendo en ese mismo momento, estaba triste pero no lloraba, estaba enfadado pero no gritaba, estaba confuso pero no preguntaba.

Mire a las sabanas, blancas como la nieve. 

Cerré los ojos. 



Tenía la mente en blanco, no pensaba en nada, aunque había tanto en lo que pensar. 

Volvía a estar arropado por unas sabanas, estas no eran blancas, ni eran tan suaves como las del hospital, pero era cálidas y reconfortantes, me eran familiares, me arropaban como una madre abraza a su hijo.

La casa estaba en silencio, desde mi cuarto no podía escuchar a Miwa llora, lo agradecí interiormente.

La puerta de mi cuarto se abrió lentamente, un chirrido me llego a mis oídos. Vi la silueta de una mujer, la oscuridad me impedía saber quien era, si mi madre, que ya había llegado a casa, o Miwa. 

— Tobio, ¿puedo dormir contigo? — dijo Miwa desde la puerta. 

No le respondí y Miwa tampoco espero la respuesta, se acerco a mi cama, yo me acerque a la pared para dejarla espació. Levanté la sabana cuando ella se tumbó en mi cama, y la arrope con ella. 

Miwa entrelazo las piernas con las mías y me abrazó mientras apoyaba la cabeza en mi pecho. Paso las manos por mi espaldas, y me apretó contra ella. Yo también la abracé. Apoyé la barbilla en su cabeza y suspire. Notaba como la camisa se humedecía, Miwa volvía a llorar. 

— Lo siento Tobio — su voz estaba rota, sus manos se aferraban mi camisa — mañana llegaran papá y mamá y pasaremos estos tres días... — Miwa hizo una pausa, le costaba seguir pronunciando las palabras, se sorbió los mocos mientras hipaba, subí mis manos a su pelo, enredando mis dedos en el, jugando con sus mechones —..., pasaremos estos tres días juntos. 

— ¿Y el colegio? 

— Que le jodan, haremos lo que tu quieras, comeremos lo que tu quieras... 

Se hizo silenció, Miwa seguí sollozando y hipando en mi camisa, cerré los ojos, hacía tiempo que no dormíamos así mi hermana y yo, la ultima vez que yo recuerde, fue después del funeral del abuelo, pero esa vez era yo el que lloraba en los brazos del otro. 

— Mañana quiero ir al colegio... para despedirme, ya sabes. 

— Lo que tú quieras Tobio. 

Soltó mi camisa y me agarro de las mejillas, beso mi frente, mi nariz y rodeo mi cuello con sus brazos, apretujándome en otro abrazo. Me escondí entre su hombro y cuello, aspire su olor, me sentía seguro a su lado, su presencia hacía que un brote de calidez creciese por mi pecho, extendiéndose por mis músculos y huesos, de la punta de los pies hasta el ultimo mechón de mi cabeza. 

— Miwa — mi hermana emitió un ligero gruñido, se estaba quedando dormida — no le digas al colegió lo que me pasa.

— ¿Por? 

— Si lo haces, se lo contaran a mis amigos, quiero ser yo el que se encargue de contárselo. Solo díselo cuando llegue mi momento. 

Miwa asintió, no la escuche llorar el resto de la noche, pero sí que sentí una lagrimas cayendo en mi hombro. El sopor me invadía, estaba tan cómodo y caliente en los brazos de mi hermana, que no querría irme de aquí nunca.

 Tenía la mente en blanco, no pensaba en nada, aunque había tanto en lo que pensar.

Cerré los ojos.

The Month  | Kageyama TobioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora