Tras una semana de camino, Lori se dio cuenta de que había cometido dos serios errores. Uno para bien, y otro para mal.
Lincoln no era un pequeño frágil a punto de morir de inanición. Al contrario: estaba hecho de una fibra más dura de lo que sospechaba. Jamás se quejaba, colaboraba en todo lo que podía, y mantenía un sentido del humor y un optimismo a toda prueba. Las dificultades no lo desaniman y tenía oído agudo y ojo avizor. Fue él quien escuchó la corriente de agua en la que pudieron volver a llenar sus depósitos; y también detectó en la lejanía la efigie derruida de la ciudad de Hazeltucky.
En realidad, era más duro y resistente que la propia Lori. No comía mucho y funcionaba perfectamente con ello. Desde el primer día mostró capacidad total para dormir profundamente a la intemperie. En cambio, Lori tuvo muchas dificultades en los primeros días de viaje. Le costaba conciliar el sueño, y encontraba la colchoneta plastificada dura e incómoda. La daba cierta vergüenza, pero en el búnker de su casa siempre había tenido una cama con un colchón más o menos cómodo. Solo pudo descansar de verdad cuando el cansancio acumulado la venció.
Por si todo eso no fuera suficiente, Lincoln era más hábil y rápido que ella para barrer las cenizas y la basura que impedían que el carrito avanzara. Lincoln no era un lastre. De ninguna manera. Y entre más convivía con el chico, más dispuesta estaba a reconocerlo.
Aquello la desconcertaba, pero no tardó en averiguar que no había ningún misterio. En cierto modo, la vida del niño había sido mucho más dura que la suya. En una de sus primeras conversaciones, Lincoln le contó que había vivido y dormido a la intemperie durante largos períodos de tiempo. La colchoneta y las mantas eran un lujo, comparados con el cartón y las piedras en las que tuvo que dormir en aquellos periodos aciagos en que no tuvo casa ni familia. Lori se sintió tan apenada que no volvió a tocar el tema hasta mucho tiempo después.
De todos modos, no podían platicar mucho. Andaban todo el día y se pasaban horas quitando los detritus del camino. A la hora de la comida o del descanso, apenas les quedaba energía para comer o montar su campamento.
Su segundo error, fue que sobreestimó por mucho lo que podían avanzar en una jornada. Antes de encontrar a Lincoln, pensaba que podía cubrir unos 40 kilómetros diarios. Quizá 25, si el día era malo y había mucha basura. Pero al cabo de siete días, solo habían recorrido cien kilómetros. No esperaba la ceniza acumulada en las pequeñas hondonadas; ni los tremendos baches y los lugares en los que el pavimento se derritió, dificultando mucho el avance del carrito. En realidad, si no fuera por la ayuda de Lincoln, dudaba que hubiera recorrido más de cincuenta kilómetros para ese momento.
La verdad era que encontrarse con Lincoln fue lo mejor que pudo haberle pasado. Además, ya no estaba sola: ahora, en la oscuridad total de la noche, podía extender el brazo y encontrar un cuerpo suave y tibio cuyo tacto la reconfortaba.
***
Aquella tarde, Lincoln y Lori preparaban su cena a la luz del pequeño fuego; resguardados de las miradas indiscretas por los peñascos del camino y los esqueletos de árboles calcinados que rodeaban la carretera. El carrito estaba bien seguro, escondido a unos metros de ellos; entre rocas y zarzas espinosas y ennegrecidas.
- ¿Entraremos a Hazeltucky, Lori? ¿Crees que sea buena idea?
Lori lo miró fijamente y suspiró. Su mirada de preocupación no se le escapó al muchachito.
- No lo es. Las ciudades son peligrosas, incluso después de tantos años. Y más, cuando no las conocemos. Pero no tenemos opción. Hasta dónde sé, no hay manera de rodear la ciudad, a menos que queramos recorrer varios kilómetros por caminos vecinales sin pavimentar. El carrito no podrá entrar por la terracería.
Lincoln bajó la mirada, pero asintió.
- Tendremos que tener los ojos bien abiertos, Linky. Y el dedo bien puesto en el gatillo.
El chico asintió de nuevo. Ambos se quedaron callados por un rato, hasta que a Lincoln se le ocurrió preguntar.
- ¿Conoces Hazeltucky, Lori?
- Bueno... Podría decirse eso - dijo, retirando la sartén del mechero-. Mis padres nos llevaron a mí y a mis hermanas un poco antes de que ocurriera todo. Creo que tenía seis años en ese entonces. Recuerdo que mamá tenía pocos meses de embarazo, y todavía no se le notaba la barriga.
Lori sirvió la comida y se pusieron a comer. Lincoln suspiró, y siguió con la conversación.
- ¡Qué lindo! Yo nunca salí de Royal Woods, ¿sabes? Y tú tenías a tus padres y tenías hermanos.
- Cuatro hermanas. Todo parecía indicar que por fin venía el niño. Todos estábamos tan emocionados... ¡Al fin un niño, después de cinco niñas!
Las miradas de los chicos se volvieron soñadoras. Las emociones los golpearon con tal intensidad, que dejaron de comer por un momento; absorto cada cual en su propia añoranza.
- ¡Cuatro hermanas! -dijo Lincoln, enternecido-. Eres afortunada, Lori. Sé que las perdiste, pero... Al menos las tuviste. Yo no tuve hermanos. Ni padres.
Lori sintió un poco de vergüenza. Era cierto. Sin importar lo mal que estuviera, Lincoln la había pasado mucho peor. No quería correr el riesgo de incomodarlo o hacerlo sentir mal, pero su curiosidad fue mayor que su prudencia.
- ¿Literalmente, no recuerdas nada sobre tus padres, Linky? ¿Nada en absoluto?
- No. Carol me dijo que, cuando me encontraron entre las ruinas del hospital, ya me estaba muriendo de hambre. Probablemente tenía una semana abandonado.
- ¡Dios mío! - exclamó Lori, maravillada-. Siempre has sido un sobreviviente, Lincoln.
Lincoln le dedicó una sonrisa forzada.
- Eso es lo que siempre me dijo Carol.
Lori frunció el ceño. Era la segunda vez en ese rato que Lincoln mencionaba a Carol; y por absurdo que pareciera, le incomodaba que el muchacho recordara a alguien con tanto cariño. Pero además, había otra cosa. Algo que se abría paso entre sus recuerdos largamente enterrados.
- Lincoln, ¿Cómo me dijiste que se apellidaba tu amiga Carol?
- Pingrey. Ese era su apellido -contestó Lincoln.
Lori casi saltó de la impresión
- ¡¿Carol Pingrey?! ¿Viviste con la familia de Carol Pingrey?
- Ssii - musitó Lincoln, muy sorprendido por la reacción de Lori.
- ¡Quién lo hubiera creído!
Sí. ¿Quién lo hubiera creído? Carol Pingrey. Su antigua rival del jardín de niños. La niña que la derrotó tantas veces en sus actividades favoritas. La niña hermosa y perfecta que seguramente hubiera sido su rival en la educación primaria, si no hubiera ocurrido todo aquello.
Lori apuró sus últimos bocados de comida. Sabía que no era razonable, pero estaba molesta. ¿Por qué Carol siempre se le adelantaba en todo?
- Lori, ¿Estás bien? - dijo Lincoln, desconcertado y un poco asustado por el cambio de actitud de la muchacha.
- Perfectamente. Termina de comer, Lincoln. Empezará a llover de un momento a otro. Debemos prepararnos para dormir, porque mañana nos espera un día tenso y pesado.
Lincoln quedó aún más desconcertado, pero se apresuró. Era la primera vez que Lori se portaba así; y al ver su rostro, presintió que no era nada bueno poner enfadada a la dulce muchacha.
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Sobreviviremos (Loricoln)
FanfictionEn un mundo postapocalíptico, Lori Loud, la única sobreviviente de la familia Loud, lucha por permanecer con vida. Las condiciones en su ciudad se vuelven intolerables, y debe buscar nuevos horizontes. Cuando prepara todo para irse, encuentra a un m...