Reflexiones y emociones

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Aquella noche fue la primera en que Lori se acostó junto con Lincoln.

El pequeño al fin descansaba. No había sido fácil, porque estuvo un gran rato llorando, aferrado a ella y contándole fragmentos de sus recuerdos. Lo atormentaba sobre todo la sensación de impotencia, el peso de no haber podido ayudar a su amada Carol. El pensar en las cosas horribles que seguramente sufrió mientras él estuvo inconsciente.

Lori se sorprendió al darse cuenta de lo poco que a Lincoln le importaba su propio dolor; las cosas tan sórdidas que le ocurrieron a él. Aquellos malditos lo habían violado... ¡Abusaron de él! Pero Lincoln hablaba de ello como si le hubiera ocurrido a alguien más.

Lori sabía muy bien que ella no hubiera podido soportar algo así. En primer lugar, al igual que Lincoln, hubiera luchado con todo que tenía para impedir que ocurriera; con todos sus recursos y su capacidad de lucha. Y si a pesar de eso la hubieran vencido, seguramente no sería capaz de soportar la vergüenza y la humillación. Prefería darse un tiro en la cabeza, que vivir con el trauma de haber sido mancillada por la fuerza. Solo dos personas habían compartido su sexualidad, y todas las veces que estuvo con ellos fueron actos de amor; y no de fuerza.

Pero Lincoln podía. Quizá estaba más afectado de lo que aparentaba; pero no se quejaba, ni sentía lástima por sí mismo. En cambio, recordar y pensar en lo que Carol debió padecer, lo destrozaba.

Lori nunca había estado en una situación así. Alguna vez consoló a sus hermanas, e incluso a su abuelo; pero aquello era muy distinto. Lincoln era casi un niño, y con él no funcionaban bien las explicaciones. Así que desistió de ello, y en cambio permitió que aflorara aquel instinto que creía muerto en ella desde que su familia murió: acarició a Lincoln, lo abrazó, y lo besó muchas veces por todo su rostro; repitiéndole a cada momento que ya no estaba solo.

- No te preocupes, cariño. Yo estoy contigo. Yo te voy a cuidar.

El chico se tranquilizó poco a poco. Al principio, solo se dejaba hacer, sin hablar ni reaccionar. Su cuerpo se fue relajando, y comenzó a mirar fijamente a Lori. La oscuridad era casi total, pero aún con tan poca luz podía observar algunos detalles: el bello rostro de la muchacha, su cabello rubio, La seguridad y la ternura de su voz.

Lincoln comenzaba a tener sueño; cerraba los ojos. Ella se dio cuenta y continuó acariciando suavemente su cabello. Antes de que el sueño lo venciera, el pequeño sonrió ligeramente.

- Lori. Tú... Eres tan hermosa como ella –musitó-. Eres tan buena. Es como sí... Como si ella hubiera vuelto a la vida en ti.

No dijo más. Su respiración se volvió acompasada, y Lori se percató de que al fin se había dormido.

***

Pero ella no podía dormir. Pensaba en Carol, en Lincoln, y en la manera en que cumpliría la promesa que le había hecho.

Estaba recargada sobre su costado. Lincoln dormía bien pegado a ella, roncando suavemente bajo el débil golpeteo de la lluvia.

Lori se sentía avergonzada y muy culpable. La última vez que vio a Carol Pingrey, estaba muy resentida con ella. La detestaba, y le tenía rabia porque siempre la superaba en todo. Días atrás, cuando supo que ella había tenido que ver con Lincoln, aquellos viejos rencores volvieron a su mente. Pero todo había cambiado. Su resentimiento se trocó en admiración cuando supo lo que había hecho por Lincoln. El enorme sacrificio de amor que hizo para tratar de salvarle la vida.

Carol no era una guerrera; sabía muy bien y desde el principio lo que le iba a pasar. Su ataque improvisado había sido una quijotada. Por más fuerte que manejara el atizador, estaba enfrentando a enemigos armados y brutales. Era imposible que creyera que lograría sobrevivir, y escapar con Lincoln. Y aun así, a pesar de tener todo en contra, no dudó en enfrentar el peligro para darle una oportunidad a su amado.

Tenía que reconocerlo: Carol Pingrey era más valiente que ella. Sin proponérselo, la había superado una vez más.

Quizá era muy precoz; tal vez era un poco pervertida. Pero amaba a Lincoln por sobre todas las cosas.

¿Ella estaría a su altura alguna vez? ¿Tendría ese espíritu de sacrificio para salvar a Lincoln, si ello fuera necesario?

No lo sabía. Y por ello, todo el rencor que sintió durante años se convirtió en admiración.

Pensó en lo último que Lincoln le dijo: su parecido con Carol. El hecho de que el pequeño pudiera verla del mismo modo que a la mujer que amó. No sabía si sentirse honrada o molesta. Quizá fueran ambas cosas, pero sí que estaba segura de algo:

Lincoln había llegado a ella, y cambió por completo el sentido de toda su vida. Gracias a él tenía una nueva razón para vivir y luchar. Alguien a quien proteger y amar.

El pequeño era tan dulce... Era imposible culpar a Carol. Lori entendía perfectamente por qué la chica se enamoró de él, a pesar de ser mucho mayor. Quizá ella misma comenzaba a sentir algo parecido. Ese chico tenía algo especial. Era como la voz de dios, en el vacío total previo a la creación.

Ese pensamiento la hizo sonreír. Sus convicciones religiosas eran tan débiles... Pero allí había algo. Una idea de predestinación que nunca había sentido antes.

Lincoln se topó con ella cuando estaba cerca de morir de hambre. ¿Podría ser que, de alguna manera, ella estaba destinada a hacerse cargo de él? Sonaba muy extraño. Era como si... Como si Carol siguiera protegiéndolo desde algún sitio más allá de la muerte. Como si lo estuviera encomendando a su cuidado.

Volteó para mirarlo. La oscuridad ya era total: la luz mortecina de la Luna se había extinguido del todo por esa noche. No podía distinguir el rostro de Lincoln, pero lo imaginaba en la oscuridad.

Se sintió tan conmovida, que comenzó a llorar.

Una sensación desconocida la invadió. Por un momento, imaginó que ya no estaban solos. Sintió una presencia desconocida que la confortaba y la conmovía.

- Carol –musitó- ¿Eres tú, verdad? Desde aquella noche, nunca has abandonado a Lincoln, ¿No es cierto?

Lori se incorporó; la presencia se hizo más intensa. Sintió que su piel se erizaba, y escuchó claramente el susurro del viento entre las rocas.

- Tú me ayudarás a protegerlo, ¿verdad? Tú lo trajiste a mí.

La sensación pasó tal y como llegó. El viento se acalló, y Lori se sintió tan sola como nunca lo había estado.

Pero no estaba sola. El niño resollaba suavemente a su lado. Lori tocó su rostro, sacudió la cabeza y se río por lo bajo.

Claro que no. Carol no estaba en ninguna parte. Ella no podía ayudarlos. ¿Cómo podría ayudarlos en ese mundo olvidado por la mano de dios? Estaban solos. Se tenían entre ellos, y nada más.

Ella cuidaría de Lincoln tal como Carol lo hizo en vida. Y para ello, tenía que pensar muy bien en todos los pasos que daba. Tendría que extremar el cuidado, y evitar todos los riesgos posibles. Continuar por el camino principal era una locura y un suicidio. Les gustara o no, tendrían que probar por los caminos secundarios. Aún si les llevaba más tiempo, incluso si se exponían a peligros desconocidos.

Habían ganado una batalla con astucia, decisión y suerte; pero no siempre podrían apostar a que la fortuna se pondría de su lado.

Sobreviviremos (Loricoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora