Un nuevo destino

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- ¡Lori! ¡Lori! ¡Soy yo, Lincoln!

El chico escuchó el grito de Lori y se levantó asustado. Por un segundo, pensó que alguien la atacaba. Pero en la oscuridad, logró distinguir su silueta y se dio cuenta de que todavía dormía. Luego, ella se incorporó y quedó sentada, gritando todavía. Lincoln venció su temor y corrió para ponerse a su lado.

La muchacha, confundida y aterrada, miró hacia el pequeño de cabello blanco. Por un momento no lo reconoció, y estuvo a punto de atacarlo; pero el tenue resplandor del peculiar cabello del muchachito la hizo reaccionar. Sus ojos se llenaron de lágrimas, y se aferró a él con la fuerza de la desesperación.

El apretado abrazo de la chica casi ahogaba a Lincoln, pero lo único que él hizo fue corresponderle. Junto su mejilla con la de ella, y acarició su revuelto cabello rubio.

- Lincoln, yo... ¡Lo siento! Te confundí... -balbuceó la muchacha.

- No te preocupes, Lori. Aquí estoy contigo.

La chica no dijo nada más. Enterró la cabeza en el pecho del muchachito, y dio rienda suelta a su llanto.

***

Cuando Lori se tranquilizó, el alba sombría había llegado. Prepararon su magro desayuno, y continuaron hacia la encrucijada. El último trecho fue muy duro, una pendiente continua de casi quince grados.

Lori no hablaba, y Lincoln respetó su silencio. Ella estaba concentrada, tratando de analizar el mensaje de su abuelo. ¿Era solo una fantasía de su mente subconsciente, o había alguna otra cosa en el fondo?

¿Acaso el espíritu de su abuelo había venido para aconsejarlos? ¿Y cómo era posible, si ya hacía cinco años que estaba muerto?

El abuelo y sus padres le habían dado un mínimo de educación religiosa, pero nunca les hablaron de fantasmas; ni de muertos que intentaban comunicarse con los vivos. Cuando niña, vio algo sobre eso en la televisión; pero sus padres siempre insistieron en que aquellas cosas eran producto de la fantasía de los seres humanos.

Pero lo que le había ocurrido... ¡Eran tantas cosas extrañas!

¿Cómo es que su abuelo supo de Lincoln? ¿Por qué le había dicho lo de la muerte del viejo mundo y lo del llamado de la sangre?

¿Qué significaba eso?

Quizá en otras circunstancias, Lori hubiera desechado todo como un producto de su imaginación. Una creación de sus propios deseos y fantasías. Pero...

Estaba aquel asunto de dejarse llevar por el corazón. Eso era lo que la tenía allí, caminando junto con Lincoln en busca de algún destino. Su corazón le insistía en que hiciera caso de su sueño. Después de todo, no tenían nada que perder. El abuelo le había recordado un destino al que tal vez pudieran llegar.

- Lincoln.

- ¿Sí?

- Lo que pasó en la madrugada... Perdóname, por favor.

Lincoln volteó para mirarla. La chica se veía mortificada, pero había algo en sus ojos. Una luz de esperanza que el niño pudo identificar.

- Soñé con mi abuelito. -continuó ella-. Recordé muchas cosas en el sueño, y ya te imaginas... Me alteré.

El chico se detuvo y fue a pararse junto a La muchacha. A pesar de sus tribulaciones, Lori se sorprendió. Lincoln estaba adquiriendo una gran habilidad para darse cuenta de cuándo podía acercase a ella, y cuando era mejor darle su espacio.

- No te preocupes, Lori. No pasa nada. A mí me ha pasado lo mismo muchas veces.

- ¿De verdad? - dijo, pasando la mano por el cabello del pequeño.

- Claro que sí. Sé muy bien cómo te sientes.

- Linky... -musitó la jovencita, abrazando la cabeza del muchacho.

Permanecieron un momento sin hablar. Haya sido lo que haya sido, su abuelo sin duda tenía razón: encontrarse con Lincoln fue lo mejor que pudo pasarle.

- Ahora sé a dónde podemos ir, Linky. Parece que habrá peligros; pero si llegamos, tal vez logremos sobrevivir -dijo Lori, sonriendo ligeramente.

El chico asintió, encantado con la sonrisa de la hermosa muchacha.

- Yo te seguiré a donde tú quieras, Lori. Confío en ti. De verdad.

La chica se sintió tan enternecida que estuvo a punto de besar la mejilla del chico. Quizá debió hacerlo; pero después de tantas tribulaciones, todavía le costaba trabajo seguir por completo el llamado de su corazón.

***

- West Virginia -repitió Lincoln, cuidadosamente-. ¿Y el monte Spruce? ¿Hay algo especial allí, Lori?

- Allí había bases de entrenamiento de la Armada, antes de que todo ocurriera -dijo Lori-. Lo recordé anoche, entre mis sueños. Luego vi la placa de identificación de mi abuelo. ¡Mira! El nombre viene grabado allí.

Lincoln miró la placa: Lori estaba en lo cierto. Al lado del nombre y los datos personales, venían unos números misteriosos grabados en relieve. Bajo ellos, una serie de barras de distintos grosores, parecidas a los códigos de los productos del supermercado.

- ¿Qué es eso, Lori? - preguntó el chico, señalando aquellos números y barras con el dedo.

- No lo sé -dijo la chica, encogiéndose de hombros-. Creo que mi abuelo me dijo algo acerca de un número serial, o algo así. De todas formas, creo que debemos ir allá. El monte Spruce queda en la Reserva Nacional Monongahela, y mi abuelo me dijo que, cuando mis hermanas crecieran, quería llevarnos a todas allí.

- Entiendo -dijo Lincoln. Una llama de esperanza iluminó sus ojos. Pero enseguida tuvo pensamientos sombríos que lo hicieron preguntar -. Pero, ¿por qué nunca las llevó?

- Porque quería que mis hermanas crecieran. Me contó que el camino era peligroso; y que tendríamos más posibilidades de éxito si éramos más grandes y estábamos mejor entrenadas.

- Ya veo. ¿Tú crees que... Tú y yo...

Lori le tomó las manos.

- Tenemos que intentarlo, Linky. No tenemos opciones. Mi abuelo me dijo que, con el tiempo, el camino podía quedar libre de alimañas.

- ¿Alimañas? -repitió Lincoln, confundido.

- Sí. Personas malas.

El chico pareció pensarlo por unos segundos. Lori lo miraba intensamente, y el pequeño encontró la respuesta en aquellos preciosos ojos color jade. Apretó las manos de la chica y sonrió.

- Te dije que iría contigo a donde fuera, Lori. Perdóname si dudé. Es solo que... Tengo miedo.

El chico bajó la cabeza. Enternecida, ella lo abrazó con fuerza.

- No te preocupes, Linky. Yo te cuidaré, te lo prometo. Y aunque sientas mucho miedo, te voy a decir una cosa: yo sé que, llegado el momento, tú también me cuidarás. ¡Estoy segura! Presiento que tienes una fuerza que tú mismo no conoces.

El chico correspondió, pero se sintió muy preocupado. De verdad, quería corresponder a la confianza de Lori; pero no estaba seguro de si realmente tenía ese valor.

Le había fallado a Carol. Tenía mucho miedo de fallarle a Lori también.

Sobreviviremos (Loricoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora