¿De dónde vienen los sueños?

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La pequeña rubia que jugaba en la sala escuchó la voz, y corrió hacia la puerta. El enorme y bonachón anciano de cabello blanco; todo músculos y risas, ocupaba casi todo el espacio de la puerta. En cuanto divisó a la pequeña que corría hacia él, su sonrisa se ensanchó. Se puso de rodillas y abrió los brazos para recibirla.

- ¡Lori! ¡Ven aquí, mi amor!

- ¡Abuelito! ¡Abuelito!

La niña saltó a los brazos del hombre, quién la sujetó y la levantó por el aire; dando vueltas y más vueltas.

Al fin se detuvieron. La niña estaba un poco mareada, pero feliz. Se abrazó al poderoso cuello del anciano, y le dijo entre besos:

- ¡Abuelito! ¡Te quiero mucho!

***

- Abuelito, ¿Qué es esta cadena que tienes en el cuello?

- Es mi placa de identificación, mi vida.

- ¿Y quién te la dio? ¿Abuelita?

- No. Me la dio la Armada de los Estados Unidos.

- Ah. ¿Y ellos te dibujaron esa ancla en el brazo?

- No exactamente, pequeña. Esa me la dibujó un tatuador.

- Ah. Entonces, ¡estuviste toda tu vida en un barco, abuelito!

El anciano se rio con ganas.

- ¡No corazón! Estuve mucho tiempo en West Virginia, entrenando nuevos reclutas. Yo les enseñaba tiro, MCMAP, Krav Maga, jiu-jitsu y otros tipos de lucha cuerpo a cuerpo. ¡Ah! Y tácticas de combate también.

La pequeña abrió mucho los ojos.

- ¡Wow, abuelito! Entonces tú eras un maestro y un marinero. Me gustaría conocer el sitio donde enseñabas.

El anciano sonrió, abrazó a la niña y le dio un beso en la cabeza.

- Te prometo una cosa, corazón. Si tus padres lo permiten, algún día te llevaré a la Reserva Nacional Monongahela y al Monte Spruce para que veas dónde trabajaba. ¿De acuerdo?

- ¡Yay! ¡Gracias, abuelito! - dijo la niña, a la vez que lo besaba.

***

- ¿Ya se durmieron tus hermanas, Lori?

- Luna, Luan y Lynn, sí. Leni no. ¡Y allí viene! - dijo la pequeña Lori, fastidiada.

- No puedo dormir, abuelito -dijo la chiquita que se frotaba los ojos tras de Lori-. ¡Ya quiero conocer a mi hermanito!

- Pero papá y mamá se fueron hace dos horas, Lenita - dijo el anciano, comprensivo -. No van a regresar hasta mañana.

- ¡Pero yo ya quiero verlo! - dijo la pequeña, haciendo pucheros y abrazando a su abuelito.

Lori se cruzó de brazos ante el berrinche de su hermanita; pero en realidad, no podía culparla. ¡Por fin, un varoncito después de cinco niñas! Todos estaban muy emocionados. Las niñas ya se imaginaban jugando con su hermanito, cargándolo, vistiéndolo...

De pronto, las luces se apagaron y una oscuridad completa lo invadió todo. Lori sintió miedo, pero la tranquilizaba saber que su abuelito estaba con ellas. Leni se puso a gemir, pero Pop-Pop la localizó enseguida y la abrazó.

- Vengan, niñas. Vamos para afuera un momento. Está demasiado oscuro. Me temo que se fueron las luces en toda la ciudad.

Salieron. En la calle, toda la gente iluminaba con sus lámparas, y comentaba que quizá la estación del oriente de Michigan había volado.

Sobreviviremos (Loricoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora