¡Nadie volverá a hacerte daño!

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Advertencia:

Este capítulo contiene descripciones explícitas de actos de violencia y abuso sexual, así como de juegos sexuales entre menores de edad.

Se recomienda discreción.

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- ¿Tienes frío, mi amor? ¿Quieres que me duerma contigo? -dijo Carol, quién ahora era una hermosa preadolescente.

- Sí, hermanita, ¡Gracias! -dijo el pequeño, que en verdad tenía frío.

La muchachita le dedicó una sonrisa radiante

Fue a taparse con las mismas mantas que Lincoln, pero antes se quitó la gruesa bata que la cubría.

- Hermanita, ¿Por qué no llevas nada de ropa bajo tu bata? ¿Tú no tienes frío?

- Claro que sí -dijo la chica, acurrucándose contra el niño-. Pero lo mejor para calentar un cuerpo humano, es otro cuerpo humano, mi amor. ¿No te gusta sentir el calor de mi cuerpo?

- ¡Claro!

- Entonces, quítate la ropa tú también. Así nos daremos mucho más calor.

El niño lo hizo. La educación que les daban los señores Pingrey era muy liberal, y nada restrictiva. Así que Lincoln se despojó de su ropa sin malicia alguna.

La muchachita lo abrazó, hizo que el niño recargara la cabeza contra sus pechos, le dio besitos y le acarició suavemente la espalda desnuda. Carol tenía razón: ya no sentía nada de frío. Estaba cómodo y relajado como nunca antes.

- ¡Qué rico hueles, hermanita! -dijo el niño, aspirando el aroma peculiar de la piel de su hermana adoptiva.

- Ya te dije que cuando estemos solos, puedes decirme "mi amor". ¿De verdad te gusta cómo huelo?

- Me encanta. Me gusta mucho poner mi cara en tus... ¿Cómo dijiste que se llamaban?

- Pechos. O senos. Me gusta más que les digas senos. Y puedes poner tu cara allí cuando tú quieras, mi amor.

- ¿De verdad, cuando yo quiera? -dijo el niño, entusiasmado.

- Siempre que estemos solos, mi vida.

El niño colocó su cara entre los pechos de la chica. Ella se había desarrollado más de lo que era habitual en una niña de su edad, porque los señores Pingrey hacían enormes esfuerzos por cuidarlos y alimentarlos bien. El señor Pingrey solía ausentarse durante días buscando comida, de manera que la familia jamás había padecido hambre.

Al sentir el cálido aliento del niño en sus pezones, la chica se estremeció. Comenzó a acariciar más abajo de su espalda, y su mano se dirigió involuntariamente a su propia intimidad.

- ¿Quieres besar mis senos, amor?

- ¡Claro! - dijo el pequeño, fascinado ante la suavidad y firmeza de los adorables montecitos de la chica.

- Hazlo, mi amor. Puedes chuparlos también... ¡Ahhh!

Los pequeños se deleitaron durante un gran rato con besos, caricias, chupetones y delicadas manipulaciones de su intimidad. Fue la primera vez que Carol sintió que alguien más le regalaba un orgasmo; y Lincoln, aunque todavía no era suficientemente maduro, tuvo varias erecciones y disfrutó la manera firme y delicada en la que Carol lo estímulo con sus manos suaves y cálidas. Al final, estaban tan cansados que se durmieron desnudos, uno en brazos del otro; tapados con las mismas mantas.

Sobreviviremos (Loricoln)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora