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Lo tomó del brazo, para evitar que se escape o se pierda, pues tenía el presentimiento que en cualquier momento lo haría, y lo llevó dentro de un pequeño local de comida que estaba casi vacío, mejor para él, pensó.

- Muy bien... Rubén siéntate ahí, si, y quedate quieto un rato, ¿quieres? -
Ya se encontraba levemente estresado, o bastante, gracias a su enérgico acompañante, pero, aunque no lo iba admitir, le era agradable su compañía, y su personalidad infantil lo divertía, aunque le hacía pensar en qué cosas tuvo que haber pasado para ser así, o estar así, sin padres, ni familia, pero aún así sonriendo y corriendo como cualquier persona normal, aunque de normal no tenía nada, era enérgico, no le prestaba atención a nadie, ni siquiera de como lo miraban por su infantil actuar, ni por su máscara, que encajaba perfectamente con su personalidad, ni le molestaba estar con él... Un monstruo, o al menos así lo denominaban al momento de verlo.

- Samu, ¿Estás bien? -
Supuso que se había quedado bastante tiempo mirando a la nada, por lo que empezó a preocupar al castaño.
Asintió, afirmando que estaba completamente bien.

El mesero llegó en poco tiempo, probablemente el dueño del lugar, pues no se veía como un local muy frecuentado, con pocos clientes y todo lo que incluía.
El azabache bajó la cabeza, para evitar que le vean los ojos, pues tenía la suficiente experiencia como para saber que, en el momento en que lo hicieran, los echarían del lugar de una patada, o peor, los humillarian frente a todos.

- Muy bien señores, ¿qué se le apetece? - Habló con voz ronca y cansada, mirando extrañado a el dúo que había entrado a su pequeño local.

- ¡Oh! ¿Puedo elegir? - Exclamó entusiasmado, el mundo humano era cada vez mejor.

El viejo hombre asintió, cansado.

- Queremos algo simple, y agua, nada de carne, por favor - Intervino el oji-violeta, quería irse lo más rápido del lugar, no le daba buena espina.

Vieron como el hombre se dirigió a lo que debería ser la cocina.

- ¿Carne? ¿Qué es eso? - La verdad es que en cierto punto, su acompañante lo esperaba, pues vive en un bosque y conoce mucho de plantas, pero no creía que en realidad no comiera carne, pero prefirió prevenir que lamentar, y agradecía no haber pedido carne, quien sabe el efecto que pudo haber tenido sobre el contrario.

Suspiró, pero aún así debía explicarle que era.
- Carne es... - No sabía cómo empezar.
- Los humanos necesitan comer, ¿no? Igual que los animales - Rubén era consiente de eso, bastante, pero en el bosque, nadie comía, o al menos nunca había visto comer, quizás los animales de los humanos eran diferentes.
- Pues hay algunos animales que comen otros animales - Quedó atónito ante esas palabras, ¿animales que comen otros animales? ¡Eso era horrible!
- Y también hay humanos que comen otros animales, y a eso se le llama carne, pues la preparan antes de comerla, la cortan y la limpian - Subió la cabeza, y se encontró con los ojos de su acompañante, con algunas lágrimas, reflejando tristeza.

- ¿Qué tipo de monstruo come a sus hermanos? - Se sorprendió ante lo que dijo, no sólo el hecho de que creyera que los animales eran hermanos, sino que esa era su visión de monstruo. Definitivamente aquel chico no era nada normal.

Agarró una servilleta y la pasó cuidadosamente por los ojos del contrario, tratando de calmarlo.
- Lo se... Los humanos son horribles - Sorprendido ante lo que acababa de hacer, arrugó la servilleta y la lanzó a la basura.

El chico de máscara lo miró ofendido.
- Eso es mentira, tu eres un humano, y eres una de las mejores personas que he conocido, tu no eres horrible - Samuel lo miró atónito, ¿en verdad pensaba eso de él? Ese chico estaba lleno de sorpresas.

Le sonrió, una sonrisa verdadera y tierna, y definitivamente también él mismo estaba lleno de sorpresas.

El hombre llegó, acabando con esa burbujita.
Prácticamente les tiró los platos, asqueado por la escena que acababa de ver, pero necesitaba dinero, no podía darse el lujo de perder clientes.

El azabache apretó las manos con furia, pero su acompañante hizo caso omiso a la acción, y se dispuso a comer, con las manos.

Ambos lo miraron sorprendidos, uno más que nada asqueado, por lo que se retiró rápidamente.
Samuel sólo suspiró, soltó el cubierto y empezó a comer de la misma manera en la que lo hacía aquel muy extraño chico que lo estaba acompañando.

°°°

- Ya comiste, ¿Algún otro lugar que te gustaría ir? -

Y así pasaron el resto de la tarde, explorando aquel pequeño pueblo, vieron distintas vestimentas, pero a falta de dinero de parte de ambos, no compraron nada.

- Que hermosas piedras - Estaba mirando un estante de una tienda de segunda mano, todo estaba usado, pero era completamente real.

- Ese es un collar, se usa en el cuello, esos son aros, la gente se los pone en las orejas, pero debes tener un hoyo primero - Escuchaba atentamente la explicación de su acompañante, le sorprendía que los humanos pudieran darle utilidad a una simple piedra de colores, ponerle más piedra y hacerla que se pueda usar.
- Esas son pulseras, se ocupan en las muñecas y esos... Esos son anillos, se le dan a una persona a quien ames, sea amigo o pareja, en señal de amor, y se usan en el dedo - ¿Una piedra en señal de amor? Sabía que los pingüinos hacían eso, pero no tenía idea que los humanos también hicieran lo mismo.

Se quedó mirando uno en particular, un hermoso "anillo", o como lo llamaban los humanos.
- Ese es muy lindo - Soltó, estaba tan sumido en sus pensamientos, sorprendido, que no se dió cuenta de lo que dijo.
- Son violeta, se parecen a tus ojos - Samuel quedó atónito, ¿por qué aquel chico insistía en afirmar que sus ojos eran "hermosos"? Sabía que no lo eran, ¿era por que sentía pena? O quizás, porque vivía en un bosque, nunca había experimentado la burla y desprecio de las personas solo por ser diferente, o simplemente era muy tonto.

Cayó el atardecer, señal que indicaba que debía irse al bosque, o Luzu se daría cuenta de sus "escapadas".
El contrario también debía irse, no le daba confianza quedarse hasta tan tarde en... En cualquier lugar, en realidad, así que ambos volvieron por el camino en el que fueron, sumidos en una amigable conversación.

°°°

- Bueno, aquí me despido yo - Como era costumbre en el bosque, agarró la cabeza del contrario, y se agachó levemente, pues él era un poco más alto, y juntó sus frentes por unos segundos, para después separarse y correr hacia el bosque, alzando la mano en señal de despedida.

Aquel chico si que era extraño, pensó mientras se tocaba la frente.

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El próximo capítulo tendrá un pequeño salto temporal.

Estimo que le faltará unos pocos capítulos para su término, y no les prometo que aparecerán todos los integrantes de Karmaland 4 y 5, lo lamento.

Sin nada más que decir.

¡Nos leemos en el próximo capítulo! 🐻💚🐺

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Entre Mundos || RubegettaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora