Emilio Osorio, reconocido periodista de 30 años, aparenta tener la vida perfecta; una bella esposa y una adorable hija. Debido a la Pandemia y su importante cargo cómo jefe de edición en un reconocido periódico de la CDMX, se le solicita que realice...
Joaquín regresó después de 1 hora a la oficina, y no había ningún rastro de Emilio.
En el fondo esperaba que eso sucediera. Lo que le acababa de confesar a su jefe, sin duda era algo tremendamente difícil de comprender y procesar.
Sentía una intensa necesidad de verlo, de abrazarlo y decirle cuánto lo quería mientras le pedía perdón incansablemente. Pero también era consciente de que el rizado necesitaba espacio, y mucho tiempo para pensar.
Aún así la angustia era palpable en su pecho; una intensa sensación de desesperación, similar a cuándo tienes un mal presentimiento. Y es que quizás si; tal vez Joaquín presentía que aquello era el fin de su historia de amor.
Recorrió cada espacio de la oficina por horas. Emilio ni siquiera le asignó trabajo y por más que revisaba su correo electrónico, no recibía ningún mensaje con instrucciones a seguir.
Deseaba poder bajar a fumar unos cuántos cigarrillos, pero no se atrevía a hacerlo, porque en el fondo tenía una leve esperanza de que Emilio regresara y quisiera hablar con él.
Pero se hizo tarde y eso nunca sucedió.
Joaquín se fué a la cama cerca de la 3 de la madrugada, sin tener ni la más mínima señal del oji-café. Sabía que no se había ido, pues todas sus cosas estaban ahí; pero aún así, Emilio no regresó al lugar en toda la noche.
El castaño se dió vueltas en la fría y vacía cama por primera vez después de más de 2 semanas. Y aquello se sentía terriblemente doloroso. No podía evitar cuestionarse por su actuar, y preguntarse si quizás ese, era el principio del fin.
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El sol lo encontró sólo y sin haber podido dormir más que un par de horas. Sentía que cada minuto que pasaba la tristeza y la incertidumbre se acrecentaban en su pecho.
¿Les ha pasado?; Esa maldita sensación de angustia y nostalgia que no te abandona en ningún momento, te quita el hambre, e incluso la capacidad de sonreír. Duele, duele demasiado.
Pensó en que salir a buscar a Emilio sería una buena idea, pero quiso antes de hacerlo llamar a su fiel consejero y amigo. De seguro que Diego lo regañaría, pero también tendría sábias palabras que le servirían para determinar que era lo mejor por hacer.
- Le dijiste la verdad, ¿cierto? - al parecer su amigo lo conocía más de lo que imaginaba, ó realmente él era demasiado predecible.
- ¿Co- cómo es que lo sabes? - el castaño preguntó con la voz entrecortada y algo de sorpresa.
- ¡Oh Dios Joaco!... Era lógico que lo harías, primero porque siempre te pasas mis consejos por el culo, y segundo... Porque sé que mi mejor amigo es demasiado noble, bondadoso y sincero cómo para mentirle a alguien y mucho menos si está jodidamente enamorado de ese alguien...-