Capítulo 7

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Axelle trató de esperar a que los soldados saliesen de la caseta y tener la suerte de no ser vista o esperar a que estos se calmasen dentro para prenderle fuego y salir corriendo sin, evidentemente, ser vista.

Al ver que ninguna de las dos cosas a las que estaba esperando se realizaban Axelle comenzó a inquietarse, mientras tanto Jean ya le había prendido fuego a tantas casetas como pudo.

-Bien, con esto será suficiente. -pensó mientras se ocultaba tras unos matorrales.

-¡Las casetas, las casetas están en llamas! ¡Hay que apagar el fuego!

Los soldados consiguieron sacar algunos cubos de las casetas y trataban de apagar el fuego con el agua del lago sin resultado.

Jean aprovechó para ir a buscar a Axelle y buscar un modo de cruzar el lago antes de que los soldados apagasen el fuego de las casetas.

-¡Axelle, Axelle! ¡Vamos, es nuestra oportunidad para cruzar el lago! -gritó Jean una vez que localizó a Axelle mientras corría hacia ella.

-Shhhhhhh, idiota. -gritó Axelle lo más bajo que pudo haciendo que Jean quedase parado a unos cuantos metros de ella.

En ese momento se escucharon murmullos de los soldados que se encontraban dentro de la caseta.

-¿Qué será todo ese alboroto? -dijo uno de los soldados al otro.

-No sé pero parece haber mucho humo fuera.

En ese momento Jean se dio cuenta de la situación en la que su amiga se encontraba.

-¡Axelle corre, antes de que salgan!

-¡¿Qué piensas hacer tú?!

-¡Los distraeré!

-¡De eso nada!

En ese preciso instante Axelle se levantó para dirigirse hacia donde estaba Jean cuando de pronto una flecha le atravesó la pierna.

-¡¡AAAAHH!! -gritó Axelle adolorida mientras se desplomaba en el suelo.

-¡¡AXELLEEE!! -chilló Jean mientras corría a dirigirse junto a Axelle.

-Deteneos en nombre de Versace, esta prohibido estar en esta zona. -dijo uno de los soldados desde la puerta de la caseta. Sostenía en ambas manos un arco y una flecha y en su espalda cargaba una bolsa con más flechas.

Los soldados observaron impresionados el caos en el que se encontraban sus compañeros sumergidos. Las casetas estaban ardiendo y de algunas solo quedaban las cenizas. Vieron a sus compañeros corriendo de un lado para otro con cubos de agua y ni siquiera se habían percatado de los intrusos.

-¡¿Vosotros habéis echo esto?! ¡¿Qué es lo que pretendéis hacer?! ¡No saldréis de aquí con vida, nos las pagaréis! -dijo el soldado con las flechas. En ese momento se disponía a lanzar otra flecha para inmovilizar también a Jean mientras el otro soldado sacaba su flecha y corría hacía Axelle que yacía en el suelo.

-¡Corre Jean, huye! -gritó Axelle desesperada.

-¡Ni de coña pienso dejarte aquí! -respondió Jean mientras desenvainaba la espada.

En ese momento una flecha le rozó la cara provocándole un ligero rasguño mientras el soldado de la espada se abalanzó hacia él con la espada con todas sus fuerzas. Jean le frenó parando la espada del soldado con la suya mientas retrocedía un poco e hizo un ademán de contraatacar cuando de pronto escuchó los chillidos de Axelle.

-¡Jean socorro!

El otro soldado sostenía a Axelle rodeando con su brazo su cuello y apoyando una pequeña navaja en su delicado cuello.

-Un movimiento en falso y tu amiga será historia. -amenazó.

Jean impotente se vio forzado a permanecer quieto temiendo por la vida de su amiga.

-Deja la espada en el suelo. -ordenó el soldado de la espada.

-¡No Jean, te atraparán a ti también, debes huir, corre! -suplicó Axelle entre lágrimas.

Jean hizo lo que se le mandó y en cuestión de segundo es soldado aprovechó para abalanzarse sobre el. Lo postró de rodillas mientras le sujetaba ambos brazos por detrás de la espalda.

-Ya os tenemos, ¿Os habéis divertido verdad bribonzuelos? Ahora veréis lo que es bueno.

En ese momento una ráfaga de viento apagó de golpe las casetas que quedaban incendiadas.

Una vez el fuego de las casetas había sido apagado el resto de soldados que habían permanecido demasiado ocupados tratando de apagarlo por fin se habían percatado de la situación y dirigieron toda su atención al lugar en el que se encontraban sus compañeros y quien ellos suponían que serían los causantes del incendio.

De pronto la ráfaga de viento se centró en un único punto y se formó allí una ráfaga de viento circular que daba vueltas en un mismo lugar.

-¿Qué coño es eso? -preguntó uno de los soldados del fondo.

A medida que iba girando más rápido la ráfaga iba tomando forma humana, hasta que de la nada apareció una mujer. Una anciana con hermosos cabellos largos de color plata y pálida piel arrugada.

-¿Cómo osáis perturbar la tranquilidad de mi bosque? ¿Cómo osáis contaminar su purificado aire con vuestro contaminado humo? ¡Lleváis días aquí parados y ya me estoy cansando! ¡Desapareced u os haré desaparecer!

Algunos de los soldados echaron a correr mientras otros trataron de hacerse los valientes.

-¡No te tenemos miedo maldita bruja! ¡Somos los soldados de Versace, nuestro orgullo está ante todo! -retó el soldado que sostenía a Axelle en brazos casi usándola como escudo. -¡Qué alguien me pase una espada, rápido!

Uno de los soldados se acercó rápidamente hacia el que sostenía a Axelle con una espada en las manos pero antes de que pudiese entregársela la anciana recitó unas extrañas frases en otro idioma haciendo desaparecer a unos cuantos soldados junto a Axelle.

-¡AXELLEEE! -gritó Jean mientras se desprendía del soldado y se ponía en pie recogiendo su espada del suelo. -¡Devuélveme a Axelle, devuélvemela ahora mismo o lo pagarás caro! -amenazó mientras no paraba de temblar.

Rió entonces la vieja de forma extraña, acompañado de una muesca tos.

-¿Osáis amenazarme? -rió comenzando a toser de nuevo. -¿Sabéis acaso con quién estáis hablando maldito granujilla? ¡Yo soy Diana, hechicera de las hechiceras, maga de los magos! ¡No hay fuerza que se compare a la mía! -alardeó.

Jean se preguntó si aquella mujer sería capaz de controlar la alquimia pero tenía asuntos mas importantes que atender en aquel momento.

Del mismo modo en que apareció la hechicera llegó un pequeño pajarito de color negro, pero sin ráfaga. Le dijo algo en el oído que la maga pareció entender y de pronto se veía muy inquieta y preocupada.

La maga Diana comenzó a mover sus manos de un lado para otro, y cuando Jean se estaba preparando para lo que se le vendría encima esta desapareció dejando un rastro de suave brisa tras ella, sin decir nada.

Jean se quedó estupefacto sin saber que decir ni hacer, cuando parecía que se iba a desplomar desolado en sollozos alguien se abalanzó sobre el agarrándolo por ambos brazos.

-¿Creías que con todo esto ibas a escapar? Vendrás con nosotros, pagarás por lo que has echo, ¡Vamos, muévete! -dijo uno de los muchos soldados que aún permanecían allí mientras le metía un empujón obligándolo a caminar.

En ese momento Jean no pudo contenerlo más y rompió en lágrimas como nunca en su vida lo había echo.

Excalibur.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora