Capítulo 11

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Estaba anocheciendo, en el cielo ya se podían distinguir los acentuados colores rojizos y naranjas característicos de amaneceres y anocheceres.
El fuego ardía con fuerza, del mismo color del cielo, iluminando el semblante sorprendido y confuso de Axelle.

-¿Qué es esto? -preguntó Jean adelantándose a su amiga.

La anciana le fulminó con la mirada antes de responderle.

-Todo a su debido tiempo.

Entonces Jean se acercó a Axelle y le susurró al oído.

-Sigo sin comprender muy bien como has acabado relacionándote con esta vieja loca. Me secuestran, intento escapar, vuelo por los aires, aparezco aquí y de pronto pareces la mejor amiga de una vieja. Además, ¿qué coño es todo eso de que eres especial? -en el tono de Jean se distinguía irritación.

-Venga Jean, no te pierdas, siempre hemos sabido que yo era especial. -respondió Axelle mientras se desternillaba tratando de ahogar la risa con las manos.

Jean la miró extrañado. Su comportamiento no era normal, temía que su amiga se estuviera volviendo loca.

-Bueno -comenzó Jean a decir-. Nos das el puñetero mapa, buscamos a las personas que al parecer "pueden controlar la alquimia" -hizo un ademán con los dedos índice y corazón de ambas manos-. Y supuestamente tenemos que ir a buscarlos, ¿verdad? Pero, ¿y si ya están muertos? ¿Y si ya los ha mandado asesinar Versace? ¿No puedes hacer un truquito de magia de esos y averiguarlo por nosotros? Así nos ahorrarías un largo viaje.

En ese momento se puso de pie para contemplar el mapa y para su sorpresa, eran pocas las personas que tendrían que buscar, muy pocas.

-¿Creéis que todo es tan fácil como mover una varita mágica maldito insensato?

Y lo cierto es que si, lo creía.
Axelle se puso de pie de golpe. Como cuando tienes una pesadilla y te despiertas sobresaltado, solo que no estaba durmiendo y no había tenido ninguna pesadilla.

-Solo podemos ir y averiguarlo.

Jean abrió la boca para retener a su amiga pero antes de que pudiese decir nada la anciana se adelantó.

-Hoy no. Esta anocheciendo. Podéis quedaros aquí y descansar, mañana por la mañana partiréis.

Diana les condujo por un pequeño pasillo hasta una habitación más pequeña que la anterior. Había una pequeña litera en mitad del cuarto y una mesita de noche con una extraña lámpara. Al fondo se podía distinguir una ventana tapara por unas largas cortinas color sangre.

-No es muy lujoso pero desde luego es mejor que dormir a la intemperie. Aquí podréis dormir bien por esta noche. A partir de mañana tendréis que comenzar a buscaros la vida. -Diana señalaba la habitación mientras hablaba-. Y por favor, cualquier cosa que se os ocurra hacer... No hagáis mucho ruido-. Axelle y Jean notaron como el rubor corría por sus mejillas y se removieron inquietos en sus sitios. A continuación Diana cerró la puerta detrás de ella y se marchó, dandole intimidad a sus huéspedes.

Axelle se situó en la cama de abajo mientras que Jean trepó a la de arriba.

-¿Y bien? -comenzó a decir Jean una vez que se aseguró de que la anciana se habría alejado lo suficiente-. ¿Qué te parece?

Pero Axelle estaba embobada contemplando el regalo que la anciana le había echo. Era un arco precioso, y aunque no sabía utilizarlo sabia apreciar su maravillosa textura y lo bien que estaba echo, solo necesitaría unas flechas, practicar un poco... De pronto algo la golpeó en la cabeza.

-Que te estoy hablando joder -dijo Jean mientras saltaba de la cama de arriba hacia abajo. Había un deje de frustración en su voz que no se molestó en ocultar-. Se suponía que nos iba a ayudar pero solo nos ha dado un estúpido mapa que no se si nos servirá de algo, un arco y un colgante que no sabemos lo que hace.

-Todo a su debido tiempo... Y ¡Auch! ¡Me has echo daño! -se quejó Axelle.

Jean ladeó la cabeza a modo de disculpa.

-Últimamente has estado muy rara... -la voz de Jean sonaba dulce y tierna. Como el cántico de una madre tratando de calmar el sollozo de su bebé.

Se sentó en la orilla de la cama y se acercó a su querida amiga.

-¿Estás bien? -preguntó. Sus ojo denotaban preocupación.

Axelle suspiró y ladeó la cabeza a modo de negación.

-No, la verdad es que no. Todo esto... Se me esta yendo de las manos. ¿Qué ha querido decir con que soy especial? ¿Crees que ella piense que yo...? -agitó la cabeza como si quisiera desechar alguna idea de su cabeza-. ¿Crees que es posible que alguien que no sea de este mundo pueda controlar la alquimia que unía los reinos y la alquimia de la magia de todos los seres que viven aquí, en los distintos reinos?

Jean suspiró mirando hacia abajo mientras analizaba la pregunta. Cuando volvió a mirar hacia arriba su mirada se había intensificado y sus pupilas se habían dilatado; como si albergaran una esperanza. No había duda en ellos.

-Si, lo creo. Podría ser que todos tenemos un poder oculto y que en este mundo ese poder despertara. Solo que no ocurre con todos. Quizás uno entre un millón. Solo personas... Especiales.

De algún modo Axelle sintió que su buen amigo le estaba respondiendo a la primera pregunta que no fue capaz de formular. Sintió como una oleada de sudor frío le recorría todo el cuerpo; si sus sospechas eran ciertas, si Diana tenía razón tendría el peso de todo un mundo sobre sus hombros. Era demasiada responsabilidad para ella.

Ella no quería salvar a nadie ni ser una heroína. Solo quería volver a casa y jugar a la videoconsola como siempre.

Pero quien sabe, quizá sus sospechas no eran ciertas, quizá Diana no tenía razón.

Excalibur.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora