Capítulo tres

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Thea

Las manos me dolían de empuñarlas tan fuerte, ella estaba ahí festejando, riendo como una desquiciada y ellos seguían pasándola de uno al otro enviándose miradas cómplices entre ellos.

Mi madre estaba allí, con un vestido tan corto que mostraba casi todo lo que no debería.

Si el mundo se abriera justo ahora y me tragaba se lo agradecería infinitamente, no quería ver como mi madre se comportaba de esa manera, como prefería estar ahí rodeada de esos infelices y no cuidar de su hija.

-Thea...

-Yo... ne-necesito un poco de aire -jadeé-, ustedes diviértanse mientras vuelvo.

-Voy contigo -dice Gin. Ella no conoce en persona a mamá pero si por medio de retratos que hay por toda la casa.

-No, necesito estar sola solo un momento ¿ok? -ella tuvo intenciones de insistir entonces dije: -Por favor...

-Envíame un mensaje si me necesitas ¿si?

Asentí y me fui de su lado, si mamá me vio o no poco le importo porque cuando miré sobre mi hombro seguía en el mismo lugar.

Caminé tan rápido queriendo salir más rápido y desahogar el sentimiento de pesadez que sentía mientras estaba allí. Quería correr y alejarme de aquí.

Pero, ¿de qué servirá?

A ella ni siquiera le importa.

Cuando ingresé a la casa la oscuridad se desvaneció toda la máscara que traté de llevar y me quebré, lloré tan fuerte que si no fuera por la música a todo volumen, todos aquí sabrían lo que estaba haciendo envuelta en la absoluta oscuridad.

Estregué mis ojos queriendo romper la cadena de lágrimas que salían de mis ojos, pero cuanto más las intentaba limpiar más se apresuraban a salir.

Me recosté en una de las paredes cerca de la pista, que es donde más oscuro estaba.

Me desahogué, lloré y sollocé hasta que al fin me recuperé un poco, trataba de controlar mi respiración antes de ir a un baño.

Sorprendentemente no había fila, entré y había solo dos chicas reparando su maquillaje, me quedaron viendo como si trajera una marca en la cara.

Cuando me acerqué al espejo me di cuenta porqué, tenía todo lo que me había puesto en la cara chorreando.

-Mi novio me dejó -señalé mi cara-, se revolcó con mi prima, ¿pueden creerlo?

-Así son todos los hombres, linda -una de ellas me dio un rímel y un labial-. Pero no por eso dejamos de brillar, él no vale tanto como para arruinar tu maquillaje.

Me limpié la cara y apliqué los productos que me dio.

-Gracias -dije entregándole todo lo que me prestó, la otra chica solo me veía y sonreía a la chica por sus palabras.

-De nada -me guiñó un ojo-. Recuerda nadie puede hacerte sentir mal a menos que tú le des ese poder.


Me vi al espejo y entonces repetí su consejo unas miles de veces en mi cabeza, ella no merecía verme así, vine aquí a vivir un poco.

Si ella podía yo también, pero a diferencia de ella mañana me levantaría, atendería mis responsabilidades y seguiría luchando por no quedarme estancada como ella.

Arreglo mi vestido y salgo de nuevo a la fiesta, saco el teléfono de mis senos para escribirle un mensaje a mi amiga para decirle donde estoy pero choco con alguien haciendo que teléfono se caiga.

Tengo algo de suerte porque hay un poco de luz que me permite verlo.

-Genial -me agacho a coger mi teléfono del piso, no se hizo nada-. Gracias al Dios.

Me levanto detallando los pantalones jeans rasgados, las piernas largas y la camiseta imagino no tenía una gigante mancha color turquesa en ella.

-Lo siento, no era mi intención-le digo alzando la voz debido a la música-. No te vi.

-Al menos esta vez te disculpaste -oigo esa voz conocida por encima del barullo.

Sino más allá de la mancha en su camiseta y lo veo bien, cabello rubio -las luces se reflejan más en su pelo, obvio es rubio- corto, mandíbula cuadrada, pero no demasiado, cejas pobladas y unos ojos demasiado claros para ser reales, sin embargo lo son.

-Eres tú...

-Si, soy...

-El chico refresco -grito.

-Aris -grita al mismo tiempo.

Su cara forma un gesto de desaprobación ante mi apodo.

-El chico refresco, ¿enserio? -abre sus brazos (muy fuertes por cierto) en señal de indignación-. No había uno mejor.

-Casi no te oigo lo siento -le hago señas a medida que hablo-, debo ir con una amiga.

-¡¿Qué?! -cuestiona cuando la música sube.

Abro el blog de notas de mi celular y escribo.

"Que no oí lo ultimo que dijiste, y que me voy porque me voy a encontrar con mi amiga y su novio"

Me hace una seña para que le dé mi teléfono, dudo pero luego se lo doy.

"Antes que te vayas puedes invitarme un trago"

Le quito el celular.

"¿Por qué yo debo invitarte un trago?"

Le muestro lo que escribí y me arrancha el teléfono.

"1. Tú derramarse no una, sino, dos de mis bebidas, me lo debes"

Un pequeño accidente (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora