Capítulo IV

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Dos semanas pasaron. Six estaba acostada en su cama, escuchando su preciada caja musical. Últimamente, Mono iba y venía de aquí para allá, ya que no solo estaba ocupado haciendo su trabajo de cazador, sino que también iba seguido a la lujosa mansión de la Pretendiente, que hace no más de una semana, ella y Six tuvieron una violenta pelea.

—Buenos días, querida futura cuñada.—le dijo la Pretendiente levantando su mandíbula como muestra de superioridad.

—La puta que te parió.—le respondió Six de manera amable. No bastó mucho para que Six se lanzara sobre ella haciendo que su ancho vestido se rompiera.

Ese mismo día, Six fue regañada por Mono. Y desde aquel día, no le había dirigido la palabra a Mono, se sentía traicionada, pero sabía que Mono hizo lo correcto al regañarle, ya no tenía doce años.

Se levantó de la cama al escuchar su estómago rugir por carne. Fue hacía la cocina, donde estaba el refrigerador. Lo abrió, pero ahí no había carne, ni de animal. Mono no estaba en casa, así que, fue a un mueble de la sala, abrió el primer cajón, tomó una llave pequeña y caminó hacia el sótano. Su casa - además de la mansión de la Pretendiente- era la única que tenía sótano en el pueblo, nadie sabía que ellos tenían un sótano. La entrada se encontraba debajo del tapiz dentro del armario. Esta estaba cerrada con llave. Six la abrió y bajó las escaleras. El lugar era húmedo, y un poco oscuro, lo único que mantenía iluminado el lugar, era un pequeño foco el cual Six encendió apretando el interruptor al lado de la puerta.

Al momento de prender la luz, se deslumbró el lugar, no olía en absoluto bien. Allí descansaban algunos miembros intestinales de todos aquellos que ambos mataron durante siete años. Lograban mantenerse frescos debido a la húmedad y baja temperatura del lugar.

Este al medio tenía una mesa grande de madera, cubierta de sangre seca. Y alrededor de esta se encontraban algunas herramientas, para cortar, para triturar y para desmembrar. Además había un refrigerador. Six caminó hacia él y dentro tenía la carne que tanto le gustaba: humana.

Six miraba la variedad que tenía; muslo, caña, pantorrilla, hígado, corazón, etc. Después de dudar por cinco minutos, se decidió por comer hígado. No era su favorito, pero le gustaba degustar su superficie lisa, consistencia blanda y depresible.

Se llevó un trozo y subió las escaleras apagando la luz del escondido sótano. Cerró la puerta pequeña con llave y le puso el tapiz encima. Caminó hacía la cocina para preparar su carne, pero lo único que haría es descongelarlo, cortarlo en trozos pequeños y comerlo con pan de maíz.

Al otro lado del pueblo, estaba la enorme mansión de Elisabeth. Ella estaba bebiendo un delicioso té negro en la biblioteca.

—Me gustaría que el salón sea de color lila.—dijo la Pretendiente leyendo un libro de diseño.—Que las mesas sean de mantel blanco con encajes dorados.

Mono estaba sentado delante de ella tomando también té negro. El lugar era muy lindo, la decoración era muy victoriana. Los libros estaban ordenados en orden según su categoría de género. No era la primera vez que él venía a casa de su prometida.

—A mi el color me da igual.—dijo Mono tomando un pastelillo del plato y metiéndolo en la boca para degustar tal delicia. Seguido, se levantó.—Me tengo que ir.

—¿Qué? Pero si es medio día.—la Pretendiente se levantó igualmente.—¿No quieres quedarte a comer?

—Lo siento, pero iré a la agencia y comeré cualquier cosa por ahí, o quizás iré a casa.—Mono tomó su escopeta y caminó a la puerta de la biblioteca.—Nos vemos.

El chico al salir de la biblioteca, caminó por el largo pasillo repleto de dibujos, fotos y cuadros. Llegó a las escaleras principales que estaban delante de la puerta principal y salió por las dos grandes puertas. Delante, había un camino de piedras lisas que lo guiaban a la reja con la insignia de la familia Ackermann.

La Caja Musical (Monix).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora