Capítulo VIII

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—Pero yo no sé bailar.—dijo Six mirando a Mono como corría la mesa, las sillas y el sillón, dejando un gran espacio en el salón.

—Por eso te enseñaré a tí antes de que lleguen Ray y Regina.—Mono sacudió sus manos y encendió el fonógrafo.—Cuando era pequeño, mi madre me contaba cómo se realizaban las fiestas entre los Gaikoku. Me enseñó a bailar y a cómo comportarse en frente de la sociedad.—Mono introdujo un disco en el fonógrafo, una melodía comenzó a sonar.—Bien, acércate.—Six se acercó a Mono y le tomó de las manos, dejó la mano izquierda en su hombro y su otra mano la tomó, juntando sus palmas.—Esta es la posición. El hombre siempre guía a la mujer en el baile, soy yo quien te va a hacer brillar.

Estuvieron un buen rato practicando, Six rápidamente le pilló el ritmo y logró bailar al ritmo de Mono, curiosamente, Six bailaba muy bien. Hasta que tocaron la puerta, eran Regina y Ray, estaban aquí para aprender a bailar y además para aprender un par de modales.

—La espalda siempre recta, el mentón alto, siempre mirando hacia adelante.—dijo Mono acomodando a Ray.

—Qué incómodo.—comentó.

—Al momento de establecer una conversación con alguien, siempre mírenlo a los ojos. Yo creo que lo mejor es que estemos todos juntos y no nos separemos. Ya que les harán preguntas. Los Inter y los Súper saben cuando alguien es humano, no estoy seguro si habrá más humanos en la fiesta además de ustedes.—Mono se sentó en el sillón por un leve dolor de pies.

—¿Qué ocurre si se dan cuenta que somos humanos?—preguntó Regina.

—Normalmente no hay escándalo, pero eso no significa que algunos no sean xenófobos con los humanos. Es mejor mantener la distancia.—sugirió.

Además de bailar y aprender cortesía, Mono los invitó a almorzar.

—¿Y cómo iremos allá?—Regina comió el delicioso pescado al horno de Mono.

—Elisabeth me dijo que hay que estar en su casa al mediodía, hay que reunirse en su casa con maletas, ella nos llevará a una de sus casas en el barrio rico de Ciudad Pálida.

—¿En qué nos llevará?—preguntó Ray.

—En un auto. Así, llegaremos a Ciudad Pálida en dos horas.—Mono comió papas con mayo. Six escuchaba mientras comía carne, solo ella comía carne roja.

—¡¿Dos horas?!—exclamó Regina impresionada.—Woaa, vamos a ir volando.

El día pasó volando, todos rieron y compartieron momentos de felicidad. Y durante el próximo día, los chicos volvieron a casa de Mono para continuar practicando. Cuando llegó el día del viaje, cuando el sol llegó a lo más alto, partieron a la mansión de Elisabeth, ella los estaba esperando con un enorme auto largo, llamado limusina.

—¿Están listos?—Elisabeth se le veía muy emocionada.—Regina, ven conmigo, tengo algo para tí.—mientras que los chicos subían algunas maletas al auto, Elisabeth llevó a Regina -quien no estaba segura de sí confiar en la Pretendiente - a su habitación, más precisamente a su enorme armario donde guardaba todo tipo de prendas diferentes.—Six me dijo que no tenías vestido para la ocasión, así que te presto este.—Elisabeth le mostró un hermoso vestido rosa pálido, no era muy ancho, era de talla perfecta para Regina. Sus ojos se iluminaron al ver aquel hermoso vestido, se había enamorado.

—Es hermoso...¿pero, estás segura de que quieres prestármelo?—preguntó insegura.

—Por supuesto, sé que no he sido la mejor persona del mundo, pero Six me pidió este favor y Six es mi amiga.—Elisabeth le dio el vestido a Regina, luego se puso a mirar sus zapatos y tacones para tomar un par de tacones grises brillantes.—Ten estos. Además tengo un traje para Raymond.

La Caja Musical (Monix).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora