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Pov. Miya

Regresando a casa luego de ir al árcade, caminaba por la calle a unas dos cuadras de casa y las calles estaban tranquilas, apenas se veían a unas dos personas por la calle en la que iba, aunque apenas empezaba asomarse un tono naranjo en el firmamento. Cuando doble la esquina vi a unos hombres tomando alcohol, uno era un par de centímetros más alto que el otro, traía un abrigo no muy grueso porque en estos tiempos no hacía tanto frío. El otro era de una con textura un poco voluminosa, también traía un abrigo solo que un poco caído de un hombro, sin mencionar que ambos tenían las narices y mejillas algo rojas, lo más probable era que estuvieran ebrios por los pares de botellas que estaban en el suelo esparcido cerca de ellos.

Me dirigí al lado opuesto de la calle, pero al mismo tiempo en el que pase a la misma altura en la acera que ellos me hablaron.

— Oye...! — Grito, más bien, uno de los hombres. — Vaya, ¿qué haces aquí?, mírate, ¡ya te hablé sobre esa forma de vestir! — Dijo el más bajo, parecía bastante lucido a pesar de parecer estar ebrio, había unas cuatro botellas o más a su lado, además de una caja de donde habrán salido las demás. Lo que me empezó a gritar más bien parecía un sermón, pero para otra persona, me ha de haber confundido con aquel conocido suyo. — Y ese cabello, ¡ni hablar!, te he dicho que no te lo cortes así, que pensaran de ti, de nuestra familia al ver que tú te vistes así, que pensaran de nosotros por vestirte de esa manera. —

— Disculpe, pero creo—... — Alcance pronunciar. —

— ¡Ahora me respondes! — Me interrumpió mientras empezaba a caminar en mi dirección, haciendo que me empiece a asustar por no saber de qué era capaz de hacer este tipo en ese estado, pero se notaba claramente que no era bueno. —

— Me está confundiendo con alguien más, señor — Logré terminar de decir, sonando lo mayormente seguro y tranquilo que pude. No quería tener problemas con ningún idiota, no estaba con el animo suficiente para lidiar con ellos. —

— ¡Con ese comportamiento, ya verás! — Se empezó a acercar rápidamente, lo único que se me ocurrió fue correr. —

Empecé a sentir la adrenalina a flor de piel, ni siquiera sé en qué momento empecé a correr, pero cuando volví en mí mismo, lo empecé a hacer con todas mis fuerzas. Con ellos siguiéndome a paso rápido.

Cerré mis ojos, sé que no debería, podría chocar contra algo o alguien, pero, correr lo más lejos de ellos era mi prioridad en esos momentos. — ¿Por qué a mi, justo ahora? Tengo que perderlos ... ¡Corre! — Lo único que pasaba por mi mente era eso y encontrar a alguien que pudiera encargarse de estos tipos que me seguían. Corría y estos tipos seguían tras de mi. Luego me di cuenta de que me había desviado del camino a casa por unas cuadras, unas bastante familiares.

Cuando gire la esquina, unos pasos más adelante, choque con alguien y ambos caímos al suelo algo atarantados por el golpe y yo con la respiración algo agitada por la carrera. Se me ocurrió pedirle ayuda, pero cuando por fin logre enfocar mi visión. Las palabras no salieron. Parecía que se habían quedado atascadas en el nudo de mi garganta, quizás por la falta de aire o el susto. Mi opuesto no parecía en una situación muy diferente a mí. No creía que nos acabamos de encontrar justo en esta situación. Justo con él. Nos miramos expectantes, esperando alguna reacción del otro, con curiosidad y sorpresa reflejada en la cara del contrario. Todo esto en cuestión de segundos, segundos en los que escuche los pasos de esos sujetos acercándose y la persona frente a mí aún no entendía nada de la situación en la que accidentalmente me involucraron.

Lo vi abrir su boca para hablar, pero solo se quedó en eso; un intento de solo unos segundos; y yo copiando su acción, segundos en los que escuche unas voces detrás de mí, pero que escuchaba lejanas y no logre entender, lo único que podía escuchar en ese momento era como un pitido y el latir de mi corazón en mis oídos. Zumbando sincronizados. Solo alcance a ver por sobre mi hombro antes de intentar de huir otra vez, no obstante, el acompañante del sujeto que me había gritado, logro atraparme por brazo.

otra vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora