Capítulo 1

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–Por favor –dijo casi rogando.

–No.

–Porfi... –juntó sus manos suplicantes e intentó poner cara de pena. Intentar porque lo que hizo me provocó más una mueca de disgusto que de pena.

–He dicho que no, y no voy a cambiar de opinión.

–Vamos Winni, solo mañana... –jaló mi manga y me deshice de su agarre de inmediato, ya estaba harta de lo insistente que estaba siendo y que se inventara abreviaturas de mi nombre fue la última gota que perturbó mi calma.

–Primero, te he dicho que mi nombre es Minjeong o Winter, no Winni, ni Teri, ni Minji, ni lo que sea que te apetezca llamarme ¿entendido? –asintió asustada pero me daba igual, me dolía la cabeza, estaba cansada, y ella solo consiguió empeorar mi humor–. Y segundo, soy la encargada y no cambio turnos. Nunca lo he hecho por los que estaban antes que tú, ni lo voy a hacer ahora. ¿Apenas llevas una semana en la cafetería y no te ajustas a tu horario? Haberlo pensado antes de aceptar el trabajo, te dije desde el principio que no lidiaba con inútiles –sus ojos empezaron a llenarse de lágrimas pero decidí parar al darme cuenta de que había gente haciendo fila–, y si no te gustan tus turnos, te vas, no se los voy a cambiar a tu compañero por complacerte a ti –señalé con el mentón la caja registradora– Ahora atiende los pedidos.

Me fui al horno con la excusa de sacar más pastelitos pero en realidad sentía que me iba a explotar la cabeza. Sabía que esa cría me iba a dar problemas pero fue petición del jefe que ella trabajara aquí ya que era la hija de no sé quién y ni me importaba. Por suerte no mencionó nada de tratarla con privilegios.

Media hora después terminó mi jornada y me tocó ir a casa de uno de los niños a los que daba clases particulares. No para dar clases, por suerte, sino para tener una reunión con su madre.

Sin embargo, por desgracia, la reunión solo se trató de reproches. Las quejas continuas de la madre de Minwoo porque su hijo seguía suspendiendo no calmó el dolor de cabeza que sentía desde esta mañana. Necesitaba descansar por hoy y pensar que aun quedaba día para rato me hizo querer golpearme con la costosa escultura que tenía a mi lado.

–Voy a prescindir de tus servicios –me dijo la señora.

Se notaba que hoy había ido a la peluquería ya que apestaba a laca de pelo. Me había servido un té que olía raro pero me lo bebí de un trago para evitar decir que la culpa no era mía sino de su hijo que era insoportable, era incapaz de comprender por qué tres más tres eran seis, y como cereza del pastel, no paraba de hacerme insinuaciones raras a pesar de que solo tenía 12 años. Ugh.

No tenía ganas de discutir más, otros niños habían conseguido mejorar sus notas gracias a mi así que tenía claro que no era por mis capacidades.

–Está bien –finalicé y me marché de esa casa. Al menos todavía me quedaba un niño más, y no tardaría en encontrar a otro, con suerte, menos estúpido que Minwoo.

***

–¿Qué tal tu día? –Mark me preguntó nada más verme salir del vestuario de empleados.

–Como la mierda –le confesé ya acomodándome el delantal corto en la cintura– ¿Tienes algo para el dolor de cabeza? Como hoy haya comensales difíciles te juro que renuncio a la vida.

Mark sonrió y acomodó su brazo en mi hombro, dando un apretón a este como gesto de ánimo. Siempre lo hacía cuando estaba decaída. Casi todos los días, en resumen.

–Hoy será fácil, ya verás –dijo él con esa positividad que envidiaba– Ahora te doy algo para el dolor.

La primera reserva para la cena llegó y entonces empezamos a trabajar. Hoy casi todas las mesas estaban reservadas y eso solo significó no descansar ni un segundo. No podía evitar sentirme mentalmente cansada y el dolor de cabeza no había cesado, pero cada vez que me cruzaba con Mark me lanzaba una sonrisa o me daba palabras de ánimo.

Consideraba a Mark Lee como una persona genuina, que lejos de molestarme con su amabilidad me daba gusto verle sonreír y era de las pocas personas que soportaba que me contara su vida y las cosas buenas que le pasaban. Porque se las merecía todas y cada una de ellas. Además, a veces su alegría me contagiaba y me hacía olvidar de algunos problemas.

–Vete a casa Winter, me encargo yo de cerrar con Benny –me dijo Mark cuando me senté en el taburete de la barra al sentir ganas de vomitar. Ya no había comensales, solo nos faltaba limpiar todo para cerrar.

–No, hoy me toca a mí cerrar con Benny así que no te preocupes –me volví a levantar del taburete pero Mark me sentó de un pequeño empujón.

–Hasta Benny dice que no tienes buena cara, hazme caso y vete ya a descansar, yo me encargo por hoy, ¿esta bien?

–No Mark, tú ya...

–Winter, hazme caso –dijo serio. Mi cabeza ya palpitaba y Mark podía ser un panecillo tierno y dulce pero también sabía imponer.

–Con la condición de que mañana cierro yo por ti –le ofrecí mi mano para que me diera un apretón como símbolo de promesa y me la dio rechistando y alegando que no hacía falta.

Sin duda era como un ángel de la guarda para mi, a pesar de que él tenía 20 años y yo le sacaba dos.

Recogí mis cosas y me despedí de los chicos. Ya era de noche y consideré ir andando hasta mi apartamento ya que tardaría más esperando el bus que ir caminando.

No obstante, y para colmo de mi mala suerte y mal día y mal todo, empezó a llover. Estaba acostumbrada a la lluvia pero hoy no se trataban de gotitas, sino de gotas fuertes que sentía que golpeaban mi cabeza con dureza haciendo que esta retumbara una y otra vez.

Pum pum pum....

Cubrí mi cabeza con los brazos y empecé a correr. Los charcos mojaban mis zapatos y pantalones, y el agua se colaba hasta mis piernas. Cada paso contra el asfalto acrecentaba el dolor que sentía y solo quería llorar.

Difícilmente pude distinguir una parada de bus con cubierta así que corrí hasta allí sin pensarlo dos veces. El dolor ya era insoportable y al llegar a dicha parada no pude evitar arrodillarme y cubrirme la cabeza mientras lloriqueaba con los ojos bien apretados porque hasta la luz tenue de la parada me dolía.

No sabía si ya me lo estaba imaginando pero sentí que una persona tocaba mi brazo e incluso me hablaba, pero todo sonido retumbaba en mi cabeza y no podía distinguir bien qué decía. Solo escuchaba las gotas de lluvia chocar contra el suelo y de nuevo esa voz que zumbaba en mi oído.

Si fuera capaz de levantar la cabeza lo haría solo para confirmar que no estaba teniendo alucinaciones ya que sentí se nuevo el tacto de alguien.

–Ayudame, por favor –supliqué entre lloriqueos. Conseguí mover un poco la cabeza pero no podía abrir los ojos por la incomodidad de la luz.

–Tranquila, Minjeong...

The Rainy Night || Jaehyun NCTDonde viven las historias. Descúbrelo ahora