(31) Segundos platos - Villa

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Amalia se secó sus lágrimas rápidamente al escuchar el sonido del timbre en su casa

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Amalia se secó sus lágrimas rápidamente al escuchar el sonido del timbre en su casa. Examinó su rostro en el espejo por unos segundos para ver que tanto se notaba su reciente llanto, y al darse cuenta que no estaba en un estado tan lamentable, corrió a la puerta y la abrió fingiendo una sonrisa.

—¡Lia!— la voz emocionada de Martín se escuchó por toda la casa, y la chica no pudo evitar soltar una pequeña risa ante eufórico saludo de su amigo.

—que alegría verte de nuevo, pequeña— Isaza abrazó fuertemente a Amalia al segundo que la vio, y ella lo agradeció inmensamente.

Digamos que no habían sido unos meses fáciles para la chica. Terminó con su novio luego de dos años de relación, no sin antes sufrir un largo tiempo viendo cómo su noviazgo se iba dañando. Los chicos habían sido su gran apoyo durante su tiempo intentando sanar, y lo agradecía inmensamente.

Claro que su apoyo emocional más grande en ese momento, era Juan Pablo Villamil.

—Villa— saludó Lia al ver al chico ojiverde del otro lado de la puerta.

Justo en el segundo que Juan Pablo vio la cara de su amiga, supo que había estado un largo tiempo llorando antes que llegaran. Los chicos llevaban unos largos meses de gira, y eso le impedía a Villamil estar cerca de Amalia. Él sabía que, aunque al principio se había dejado ayudar, la chica se estaba haciendo la fuerte frente a ellos, y eso no le gustaba nada.

Y es por eso que luego del pequeño saludo de su amiga, Juan Pablo no tardó ni un segundo en envolver el pequeño cuerpo de su amiga con sus brazos.

Amalia luchaba internamente por no dejar escurrir ninguna lagrima que se acumulaba en sus ojos. No quería que se preocuparan por ella, ya la habían ayudado lo suficiente. Cuando el nudo en la garganta se empezó a agrandar, decidió alejarse de Villa.

La chica estaba confundida, muy confundida. Aunque Juan Pablo estaba de gira, se estaban hablando constantemente todos los días. Probablemente era porque el chico estaba preocupado por ella, pero a Amalia le gustaba pensar que era porque sentía algo por ella.

Tal vez, sólo tal vez, él le podía ayudar a cerrar la herida en su corazón.

—¿cómo has estado, Lia?— preguntó Isaza, quién ya estaba acomodado en el sofá de la sala.

—sobreviviendo— intentó bromear la chica, pero ninguno de sus cuatro amigos sacaron una sonrisa —quiero decir, estoy bien—.

—¿segura?— está vez habló Simón —no tienes que mentirnos, amiga—.

Amalia se acomodó en una pequeña silla que estaba justo frente al asiento de la banda. Cuatro pares de ojos la observaban con preocupación, y ella solo se consentraba en los verdes oscuros que tanto amaba.

—les prometo que estoy bien— volvió a mentir —no han sido lo mejores días, pero me siento bien, lo juro—.

Los cuatro se quedaron en silencio, hasta que Villamil decidió que debía intervenir.

One shots ~ canciones de MoratDonde viven las historias. Descúbrelo ahora