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El reloj en el salón de clases era lo único que mantenía entretenido a Martín en ese momento. La profesora estaba explicando algo que sinceramente no le importaba, y sus compañeros estaban tan dormidos qué ni un terremoto los despertaría.
El chico estaba a punto de salirse del salón, pero considerando que en este momento tenía matricula condicional por alborotar la clase de matemáticas, no podía tener el lujo de cometer otra falta.
Si por él fuera, estaría metido en Francia sin ninguna preocupación, pero, lamentablemente estaba ahí encerrado en un salón de clases.
Bueno, claro que no todo fue completamente malo.
Cómo por arte de magia, una chica entró por el salón de clases. Su cabello posando en sus hombros, sus ojos tan claros como el cielo, y unos finos labios rosados que podían volver loco a cualquiera.
Era nada más y nada menos que María, la chica por la cual Martín llevaba babeando desde que tiene memoria.
—llega tarde, señorita Lopez— dijo la profesora ante la parecencia de la alumna.
Maria bajo la mirada con lentitud —lo siento, profesora, no volverá a ocurrir—.
Sin decir ni una palabra más, la chica camino hasta su pupitre, y se sentó en silencio mientras la profesora continuaba con la clase.
Maria era una chica la cual siempre le llamo la atención a Martín. Su timidez, su amabilidad, su ternura. Era la mejor alumna de la clase, la más juiciosa. Nunca decía nada que no debía, y aunque el chico le había hablado menos de cuatro veces, lo volvía absolutamente loco.
Porque Martín Vargas podía ser al más extrovertido de salón, pero cuando se refería a la chica de ojos claros, se volvía en el ser más estúpido del mundo.
—para el proyecto final de la clase vamos a hacer un trabajo de a parejas, es el 30% de la nota final, así que espero entreguen un buen resultado— el chico nunca ponía mucha atención a lo que decía la profesora, bueno, a excepción de una vez —la señorita López trabajará con el joven Vargas, a ver si logramos qué el señor pase la materia— la profesora miro fijamente a Martín, siguiendo su camino segundos después—.
El chico sólo sonrió al notar la hermosa mirada de María en él, al notar que la había descubierto, se giro rapidamente como si nada hubiera pasado.
A la hora del almuerzo, Martín solo pensaba en el proyecto de clase. Estaba preparando unas mil conversaciones en su cabeza para poder hablarle a María, pero nada salía coherente.
Cuando estaba saliendo del colegio, sintió un suave toque en su hombro qué lo hizo detener su camino.
Para su sorpresa, la hermosa chica estaba parada detrás de él, mirando hacia al suelo con timidez al tiempo que apretaba las correas de su maleta.
