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Las probabilidades de fracasar se reducían al 20%. Al menos esas fueron las suposiciones de Oliver cuando invitó a cenar a Barry Allen a un restaurante carísimo a las afueras de Central. Algo que solo un Queen podría costear.

-¿Estás seguro?-dijo el velocista ingresando al sitio, porque sabía que la comida que le servirían era poca para su metabolismo.

-Sí, muy seguro-dijo ingresando al sitio.

-Señor Queen, bienvenido, aquí está su mesa-dijo una recepcionista guiándolos hasta la terraza del lugar.

Y si le decían que esa noche se acababa el mundo, realmente prefería que fuese junto a Barry Allen.

Por eso, cuando tenía a Barry con él se sentía el hombre más poderoso en el mundo.

Sin embargo, las probabilidades nunca habían estado a su favor y eso le molestaba, pero cuando tenía a Barry semidesnudo durmiendo a su lado, murmurando algo inentendible y con un hilo de baba cayendo de sus labios, estaba seguro de que debía dejar de jugar a las probabilidades.

Barry Allen estaba con él, llevaban saliendo unos tres meses y todo había sido bueno entre ellos.

Si le preguntaban por sus probabilidades estas eran del 100%, y quizás un poco más.

-Buenos días-susurró con suavidad el velocista girando a verlo.

-Buenos días-dijo acercándose para besarlo, se veía tan sexy con el cabello desordenado y recién despertando.

-Me gustas mucho-dijo el castaño separándose levemente del rubio.

-Y yo te amo-dijo impulsivamente el arquero.

-Qué-dijo Barry perdiendo el aire y con un brillo ilusionado en su mirada.

Definitivamente eso estaba al alcance de sus probabilidades.

Y Oliver Queen jamás rechazaba una probabilidad.

-Te amo-volvió a decir con toda seguridad.

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