Vacuna

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Tocaba cada vez tras mucho tiempo, la última vez fue cuando era niña y sus padres estaban para acompañarla.

Ese día tocaba de nuevo, y se sentía completamente nerviosa. Su miedo a las armas aún no estaba superado del todo y, si bien no era tanto ahora con armas de lucha, el miedo se había transformado, en su mayoría, a las agujas.

Tan solo pensar en ese pequeño objeto puntiagudo acercándose, para, momentos después, introducirse en su piel inyectándole la vacuna, la hacían temblar.

Llevaba durante mucho tiempo en una cola, con la mayoría de ninjas de suna a los cuales les tocaba vacunarse o no lo habían hecho en su momento. Entre ellos estaba su maestro y kazekage, Gaara.

Llevaba mucho tiempo, por no decir varias horas, volviendo al principio de la cola, le tenía pánico a su turno, pero tampoco podía estar así todo el día. Además, le daba miedo lo que Gaara pudiera pensar de ella, él tal vez no entendiese su miedo, pues en un ninja no es muy común. Claro que también él, desde el primer momento, la estuvo ayudando, y no la abandonó.

Lo que tampoco ayudaban eran los niños que salían llorando y diciendo que había dolido.

De estar divagando en sus pensamientos, no se percató de que, en ese momento, era su turno. No se dio cuenta de que tenía que haber vuelto de nuevo al inicio de la cola, pero ya era demasiado tarde y, ella no podía sentirse más asustada.

Justo en ese instante se hallaba saliendo una kunoichi que ciertamente la odiaba, y lo demostró diciéndole unas palabras que la helaron.

-Matsuri, duele mucho, espero que no te ocurra nada y puedas aguantarlo -tras decir eso, con una sonrisa cínica, simplemente se alejó caminando, sin darse cuenta de que había conseguido lo que quería.

A pesar de ya no ser una niña asustadiza, en ese momento no se hallaba en buen estado, y a pesar de que obviamente ella le había dicho aquello con el único fin de asustarla, lo había conseguido. Estaba aterrada.

Entró en la carpa, donde estaban los médicos y, echó una leve ojeada a todo el lugar. Allí se encontraba una silla, y varias mesas con algodones, gasas, varios papeles y carpetas y... agujas.

Un escalofrío le recorrió el cuerpo.

Allí también se encontraban dos médicos, los hermanos del kazekage y... él también.

Tenía la manga de la camiseta subida hasta por encima del codo, y un algodón en el brazo, sus hermanos no, pues ya se vacunaron anteriormente. Ellos posaron su mirada en ella.

-¡Matsuri! -ella vaciló un momento antes de responder al llamado del mediano.

-B-buenas Kankuro-san, Temari-san -posó ahora su mirada en su maestro-, G-Gaara-sensei... -hizo una leve reverencia a los tres.

-No tienes por qué ser tan formal -dijo Kankuro rascándose la cabeza, y con una mano haciendo un gesto para restarle importancia

Ella se quedó mirando el brazo del kazekage, notando como, aunque no mucho, se veía que estaba en forma, y pensando en que pocas veces iba a tener la suerte de ver, en comparación de como iba normalmente, tanta piel suya.

-Me han obligado a dejarme el algodón -habló él de repente dejándola algo atontada, al escuchar de nuevo su tan profunda voz. Él notó como la miraba ella, y supuso que se preguntaba por qué seguía teniendo el algodón, puesto que, después de todo, era una simple vacuna.

-A-ah - hizo un pequeño sonido, para darle a entender de que comprendía, aunque, en realidad, no fuese aquello lo que pensaba. Ciertamente agradeció que él no se diera cuenta de sus verdaderos pensamientos.

One-Shots GaamatsuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora