Capítulo 1

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Nunca supo de esas grandezas de las que su madre hablaba frecuentemente con el anhelo centelleando en sus ojos violetas. En algún momento llegó a pensar que esos recuerdos, eran realidades inventadas cuyo objetivo era escapar de la situación que los apresaba cruelmente en esos momentos.

No recuerda la ternera a la brasa ni los cortes roast beef, mucho menos la ginebra o el vino espumoso Brignac,  y para ser honestos el único recuerdo que tiene de su país de origen, Londres, son sus propios ojos azules y los cabellos rubios que su madre acaricia cariñosamente, repitiendo cuanto le recuerdan a su padre, a lo cual no da veracidad, porque no lo conoció.

No puede decir con exactitud cuántos años lleva viviendo en distintas ciudades de Japón, pero sabe qué es desde que adquirió uso de razón. Actualmente, reside en la isla de Hokkaido en una pensión estatal donde come y duerme. Asiste a la escuela inglesa, la única que hay en todo el país nipón, se prepara para ser maestro. A sus 15 años es la primera vez que está lejos de su madre, la cual habita en la isla vecina Honshu.

La mitad del siglo XX es verdaderamente duro para refugiados como ellos. La invasión japonesa a China tiene al país en una depresión económica fuerte. El trabajo de su madre como maestra de inglés no es suficiente para solventar los gastos, pero con mucho esfuerzo consigue pagar el pensionado donde vive su hijo.

Ha pasado uno de los fines de semana de cada 2 meses en Honshu, esa es la frecuencia con la que puede visitar a su progenitora. El único medio que conecta a ambas islas, es el tren que pasa por el túnel Seikan cuyo pasaje no es barato.

El día es especialmente caluroso y se arrepiente de su elección de vestimenta, para luego recordar que su pequeño equipaje consta de únicamente tres cambios: dos formales de los cuales trae uno puesto y el uniforme del instituto. Los pantaloncillos grises le han comenzado a apretar, está en pleno crecimiento, la camisa blanca de vestir manga larga está algo desgastada, pero cumple su función y lo único que se conserva en buenas condiciones es el chaleco a juego con sus pantaloncillos el cual le sigue quedando a la medida. Sus botines negros ya están algo raspados, porque son los únicos zapatos que tiene y no ambiciona más porque sabe de sobra la situación de su madre.

—Cuídate— Kushina extiende unos cuantos billetes para su hijo—Te veré en dos meses cariño—besa su frente con afecto materno.

—Gracias, madre—la abraza fuerte y toma su pequeño equipaje para subir en la parte trasera del tren, donde viajan los nativos de la clase pobre.

El viaje de 3 horas es pesado y bochornoso, nunca le ha gustado el olor a comida, sudor y gente de la parte trasera del tren e imagina cómo será el aroma de la clase alta.

Llega a su destino y con parsimonia camina por la pequeña estación. No tiene prisa, aún es temprano y en el pensionado no le espera ninguna grata compañía. Es el único muchacho de pelo rubio en ese lugar, causa principal de su soledad, al parecer nadie ve bien a los refugiados.

Camina hacia el banquillo que se ubica fuera de la estación y saca de su bolsillo el chocolate que le ha regalado su madre, lo mira como un tesoro y no por el sabor precisamente, sino porque sabe que, para ella, comprar un dulce significa un gran sacrificio, sacrificio que personas como ellos no pueden hacer. Lo saborea sin haberlo abierto aún, mientras la estación se termina de vaciar, las personas toman el transporte comunitario que los llevara al centro de Hokkaido y decide que esperara hasta el siguiente camión.

Frente a la estación hay una gran limusina lujosa negra, de esas que Naruto imagino cuando leyó un libro, pero que nunca creyó ver en la cotidianidad de su vida. En la parte trasera hay un hombre elegante que le mira. Es nativo, pero viste a la europea, lleva un traje negro, propio de los banqueros del Japón. Le mira. Él está acostumbrado a que le miren. Es el niño rubio del instituto inglés. Le mira. Desde hace tres años que le han comenzado a mirar por las calles. Le desprecian por ser refugiado y esos mismos que le desprecian, le han hablado con morbo.

15 AÑOSDonde viven las historias. Descúbrelo ahora