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Punto de vista de Melissa.

Nos ubicamos a ambos costados de ese dios griego, cuyo nombre aún no sabía.

Se sintió incómodo, pero él tampoco hizo nada para impedir que nos vayamos.

Al principio, nos miramos Mike y yo por encima de este muchacho misterioso. Luego, lo observamos a él.

Desde mi ángulo, tenía un perfil masculino, pero a la vez había un deje de inocencia y ternura. Claro que no podía verle bien la cara, puesto que el gorro que él traía puesto lo ocultaba, no por completo, pero si gran parte de su cara.

Miré por encima de este chico para ver cuál sería la expresión que tendría Mike. Tenía el ceño fruncido, como pensando. Siempre lo hacía cuando no entendía algo, o sentía confusión.
No había pasado mucho tiempo. Tal vez unos segundos desde que nos acercamos a este chico.

Como no sabíamos qué decirle, Mike habló primero. Él era bueno en comenzar y continuar conversaciones, así fuese con un completo extraño.

-Hola. Me llamo Mike. Tengo diecisiete años, recién cumplidos. Estudio en este colegio desde pequeño. ¿Eres nuevo, cierto? No te había visto antes por aquí. -Se presentó.
Podía ser un hablador y no callarse nunca, cuando él se lo propusiera. Al ver que este chico no decía nada, más que levantar un poco la mirada, sorprendido, para ver quién le había hablado, Mike continuó. -Ella es Melissa. Puedes decirle Meli. Lo odia. -Formó una sonrisilla tonta después de decir eso. -Tiene dieciséis, pero faltan todavía unos meses para que cumpla los diecisiete. Es una pequeña, ¿Verdad, Meli? -Se burló y me dirigió una mirada que lo decía todo.

Se estaba riendo de mí, con un completo extraño.
De acuerdo, no era tan extraño, iba en mi clase, pero hasta este momento nunca había trazado una maldita palabra con él.
En eso estábamos cuando ocurrió lo milagroso;

Él habló.

-E...lla... N...n...o... Es... Peque...ña. -Murmuró algo apenas entendible.

-¿Disculpa? -Habló mi amigo, anonado.

-E...lla...n-no... N...o es pequeñ...a. -Dijo el chico, aún tartamudeando.

-Si lo es, es una pequeña. -contradijo mi amigo. Le di un golpe por la parte trasera de la cabeza. A lo que él se quejó.

Se lo tenía merecido, de todos modos.

-Hola. Lamento esto, es un idiota. Él es mi amigo, se llama Mike. Me llamo Melissa, un gusto. -Le tendí la mano, en señal de saludo. Sin embargo, el ni siquiera la tomó.
Me sentí incómoda. Él no nos estaba ni siquiera mirando, estaba perdido en su propio mundo.
Retiré la mano, y en ese preciso momento, él levantó la cabeza para mirarme a la altura de la barbilla, aproximadamente.
Abrió la boca, pero la cerró rápidamente.
Mike me miró queriendo buscar alguna especie de broma en la cual solo ese chico estaba participando, pero no encontró nada.
A diferencia mía, yo estaba fascinada. Las facciones de ese chico eran diferentes. Sí, de acuerdo, eran masculinas y infantiles al mismo tiempo, pero había algo más, tenía ese no sé qué, que lo hacía diferente.

Lo que me sacó de mis pensamientos, fué la voz de ese chico.

-Ella... N...no... Es... Pequeña. -Repitió. -Ella n...no... Usa... Babero. Y su mamá... No está... Aquí. -Respondió, aún tartamudeando. El tema, era que ahora se le entendía lo que hablaba.

-No... Yo me refería a que... Le digo pequeña de cariño. No es que sea literalmente pequeña. -Explicó Mike.

Pensé en la razón por la cual el chico hablaba con tanto temor hacia nosotros. Y por qué no habrá entendido la picardía de Mike cuando me dice «pequeña».

En eso estaba perdida, cuando siento un peso menos en la banca que estábamos sentados los tres.
Miro buscando la razón, y me doy cuenta que ahora éramos dos.

El chico se había ido,
Y yo moría por saber su nombre.

Punto de vista de Luke.

Estaba sentado, con esa sensación rara apretando mi pecho. No recordaba bien cómo se decía, pero creo que era tristeza. El punto era que, volvía a lo mismo. Me sentía solo, triste y otra vez me golpeaban.
¿Qué había en mí que no le agradaba a la gente?
No lo entendía.

Los chicos que estaban parados frente a mí se presentaron, pero antes lo hizo ese chico. Lo único que logré entender, era que su nombre era Mike, y que, al igual que yo, tenía diecisiete años.
También presentó a la chica bonita. Le decía pequeña, pero no entendí por qué. No era pequeña. Al menos no tanto. Yo era un poco más alto que ella, pero no era baja. Además, no lloraba como hacían las niñas pequeñas ni llamaba a su mamá. Tampoco pedía todo el tiempo un helado.

Se llamaba Melissa. Es un lindo nombre.

Él dijo que podía decirle Meli, pero no lo haría hasta que ella dijiera que podía decirle así. Tal vez no le gustaba ese nombre, y yo más que nadie sabía que no era bonito que te dijieran cosas que no querías escuchar.

Pero sabía que todo eso no ocurriría nunca. No podría hablarle a una chica sin decir algo idiota, además, nunca sabría cómo empezar una conversación, ni cómo continuarla, porque nunca había hablado con alguien que no fuera mi mamá. Solo sabía terminarlas, porque cada vez que veía a alguien hablando, me acercaba esperando ser parte de esa charla. Sin embargo, cuando lo hacía, se dispersaban y me dejaban solo, si es que no me golpeaban y amenazaban.

En respuesta, yo dije que no era pequeña. No debería haber dicho eso. Debería haberme quedado callado, pero mamá dice que eso es mala educación.
Lamentablemente, lo dije hablando lentamente. Tartamudeando, como suele decir mamá.
Me sentí idiota, probablemente ellos no entendieron lo que acababa de decir, y yo quedaría como un torpe frente a ellos. Un torpe que no sabe hablar bien y que suda al hacerlo.
Pero es que no podía evitarlo, cuando sentía miedo me pasaba eso.

En un momento, él la miró, como buscando algo que ella supiera, pero ella no se dió cuenta, ya que estaba mirando mi perfil con detenimiento.
No sé cómo supe esto, si yo estaba mirando el suelo. El punto era que lo sabía, y ya.

Ella estaba mirando fijamente mi rostro, pensando. Y joder, me ponía incómodo.

Él pasaba su vista desde el rostro de ella al mío. Creí que lo mejor sería irme, porque temía que después de que esta sesión de miradas terminara, ellos podrían golpearme.
Así que eso hice.
Me paré, y me fui, antes de ser ahogado en el agua del inodoro, o golpeado, o amenazado, o torturado, por enésima vez en mi vida.

Probablemente, ellos pensarían que soy un raro por irme de esa manera, sin despedirme. Pero de cualquier forma, tampoco iba a quedarme allí, incómodo, siendo juzgado mentalmente mientras ambos me miraban como si fuese algo nunca antes visto.

¿Por qué era tan raro para todos?
Tenía dos pies, dos piernas, dos brazos, un torso, dos manos, una cabeza, dos ojos, dos orejas, una nariz. Incluso mamá decía que yo era hermoso, que me parecía mucho a ella. Y de alguna manera me alegraba; mi mamá era bellísima. La mujer más hermosa que haya visto, y probablemente para el mundo también.

Pero aún así frente a los ojos de los demás, tenía algo diferente.

Y no me gustaba.

autism ; l.hWhere stories live. Discover now