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Sentí como si una cubeta de hielo hubiese caído sobre mí.
Tenía todas las emociones mezcladas en mi corazón, y no sabía qué decir y mucho menos qué hacer.

¿Autismo? Bien, yo no estaba del todo segura en qué consistía, pero sabía de personas que tenían esa enfermedad y no era nada que una persona cuerda quisiera vivir. Eran como niños en cuerpos de adultos, una cosa increíble pero al mismo tiempo muy triste. La gente solía tratarlos de "retrasados" y no era nada grato que alguien te llamase así.
Probablemente, eso explica el comportamiento que tenía Luke. Tímido, callado. Sonriente pero triste. Todo encajaba como un rompecabezas.

Un sacudido leve me hizo volver a la realidad.
Una mirada penetrante, en busca de una respuesta o posible reacción, me analizaba. La enfermera.

Tomé un respiro y me enderecé. La miré y dije lo que ella quería escuchar:

-Nunca dejaré que le pase algo, lo prometo. -Y lo hice, no porque ella quería escucharlo, si no porque yo sentía que era mi deber protegerlo. -No permitiré que nadie lo lastime, nunca.

Ella respondió con una sonrisa cálida, mientras se secaba todo aquel rastro que quedaba de lágrimas en sus ojos.

-Me alegra poder contar contigo, Meli. Eres increíble. -Y eso fue todo lo que dijo.

Decidimos volver a la sala de enfermería.
Una vez dentro, no sabía si reír o llorar.

Mike estaba con un traje de enfermera, idéntico al que tenía la enfermera real. Solo que en el se veía... ¿Cómo decirlo? Travesti. Así, tal cual. Tenía los labios pintados de un rojo pasión, con los ojos maquillados hasta decir "basta". Pero lo que más causaba gracia, era la manera en que el vestido hacía resaltar sus peludas piernas.

Luke, en cambio, estaba sobre la camilla, lleno de curitas, que cubrían cada corte que este tenía.

-Ahora, voy a tener que enyesarte. -Habló Mike, con voz de mujer. -Dame tu cabeza.

-Pero... Y-yo no puedo sacarme la c-cabeza... No puedo dártela, es mía. Mami la hizo para mí. -Dijo Luke, frunciendo el ceño, mientras ladeaba un poco la cabeza hacia la izquierda.

-No, Luke, mira. Solo apoya la cabeza en esta almohada. -Dijo Mike, al mismo tiempo en el que le pasaba una almohada a Luke para que se apoyase. -Ahora, voy a buscar un yeso para ponerte. -Mencionó, mientras se iba a la mini bodega que tenía la enfermería.
Volvió con unas vendas color blanco crudo en sus manos.

-¿Ves? Voy a enyesarte. -Dijo Mike, sonriente y entusiasmado.

-Pero... Yo... No quiero. N-no quiero que me yeses. -Respondió Luke, con los ojos como platos, mientras hacía ademán de ponerse a llorar.

-No, Luke. Se dice "enyeses". -Comentó Mike. -Y tengo que hacerlo, si no se te infectará la herida.

-¿Qué herida? Y-yo no... No tengo ninguna herida... Mami se va a poner muy triste si sabe que tengo heridas. Ella dice que soy su creación más bonita, no pueden dañarme. Mami no va a llorar de nuevo, no dejaré que la hagas llorar en... Enyie... Enyesán-ndome. -Dijo Luke, mientras fruncía el ceño, cruzándose de brazos, a la vez que se enderezaba.

Mike iba a responder algo, pero en el segundo en el que tomó la respiración para hablar, lo interrumpió la enfermera.

-Mike, querido, cuéntame. ¿Qué estás haciendo? -Preguntó la enfermera, frunciendo el ceño, a la vez que sonreía con gracia al ver el atuendo que tenía Mike.

-Yo... Pues... Creí que Luke necesitaría algo de... Ya sabes, ayuda. -Respondió mi amigo, extremadamente nervioso.

-Oh, ya veo. Por cierto, te sienta muy bien ese atuendo. Deberías trabajar como mi asistente. -Bromeó la enfermera.

autism ; l.hWhere stories live. Discover now