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Punto de vista de Melissa.

Estar allí era lo más incómodo del mundo, ya que el hecho de estar con mi mejor amigo, el chico nuevo y el director en un mismo salón, viendo cómo llamaban la atención a los dos primeros, podría poner incómodo a cualquiera.

-¿Por qué tenías que meterte, Mike? -Preguntó el director, con voz severa.

-¿Y qué quería que hiciera? ¿Qué me quedase mirando? -Se quejó Mike.

-Más respeto, por favor. Aquí yo soy tu director, trátame cómo tal. -Dijo el director, con voz severa y una mirada neutra. -Además, tendrías que haber venido corriendo a decirme a mí. ¡No tendrías que haber participado en eso! Ahora, tu también eres cómplice. ¡Te metiste en un lío, Mike! -Bramó el director.

-¡Pero para cuando volviera ya sería tarde! ¡Tenía que reaccionar rápido! -Habló Mike.

-Aún así esa no es una excusa. - Dijo el director. -Por meterte en asuntos que no te corresponden, estarás castigado, y serás suspendido. Ya te informaré yo qué días te tocan. -Dictaminó.

Antes de que Mike pudiese abrir la boca, el director junto con la mayoría de los presentes allí se percataron de mi existencia.

-Melissa. -El director probó mi nombre en sus labios. -¿Podrías esperar afuera, por favor? -Preguntó. Aunque más bien, sonaba como una orden. -Yo te avisaré cuando entres nuevamente. Quédate en los asientos de allí afuera. -Ordenó esta vez.

-S-si... Yo... Claro. -Tartamudeé, al mismo tiempo en el que me paraba de ese asiento y me dirigía hacia afuera, con miradas clavadas en mi espalda.

Una vez atravesé el umbral de la puerta, cerré esta detrás de mí.
Tomé asiento en uno de los cómodos sillones color burdeo que se ubicaban afuera y un poco al costado de la oficina del director.

La secretaria que estaba allí afuera, escrutó su mirada sobre mí unos segundos, y luego la alejó. Odiaba cuando me miraban fijamente. Me hacía sentir expuesta, como si tuviese un jodido grano en plena cara.
Ella era una señora de edad, no tanto como para decir que era joven, pero tampoco lo suficiente para jubilarse ni parecer vieja. Tal vez estaba en sus cincuenta, y el cansancio alrededor de sus ojos se notaba.
A veces me gustaba mirar ojeras en las personas, porque al hacerlo puedo pensar que esa persona se quedó hasta tarde viendo una película, que tiene una relación a distancia, o si tuvo una vida difícil. Es lindo imaginarse las historias de la vida de gente que nunca antes habías visto.

Como si fuese algo lejano, se podía oír la voz del director junto con la de Mike, en una batalla que, bajo ninguna circunstancia, Mike ganaría.
También se mezclaban los leves murmullos que habían en los distintos salones por parte de los estudiantes, al compás con las teclas del teclado del computador, bajo los dedos huesudos de la secretaria.
Era, extrañamente, una sensación relajante. Y creo que de no haber estado en la «oficina del director» hubiese disfrutado mucho el hecho de quedarme dormida allí mismo.
Además, allí el aire era caliente en comparación al frío que hacía afuera.

Me dediqué a mirar por la ventana que daba a la cancha de fútbol.
Estaba tan distraída, que ni siquiera noté cuando unos chicos pasaron por allí, con el mismo aspecto del que traía Mike y ese chico nuevo, solamente que ellos estaban en mejores condiciones. Uno de ellos notó mi mirada sobre su cabeza, porque se volteó buscando mi mirada. Cuando la encontró, pude fijarme mejor en quién era. Tenía ojos grandes, y su cabeza estaba ocultada bajo un gorro. Lo más llamativo de esto, era que su pelo era de un color rojo fuerte, claramente un efecto causado por las tinturas.
Era lindo, no lo niego. Pero no llamaba mi atención.
Me miró con una especie de confusión, como cuando miras a alguien que no conoces y le sonríes. Por mi parte, (como era de esperarse) tras al sentirme expuesta, giré mi cara hacia el lado contrario, desconectando nuestras miradas. Cualquiera lo encontraría algo grosero, pero la verdad prefería eso a que seguir sintiéndome incómoda.

autism ; l.hWhere stories live. Discover now