XIII
McGonagall había convencido a Hermione de que no buscara otra vez el espejo de Oesed, y durante el resto de las vacaciones de Navidad la capa invisible permaneció doblada en el fondo de su baúl. Hermione deseaba poder olvidar lo que había visto en el espejo, pero no lo lograba. Comenzó a tener pesadillas. Una y otra vez, soñaba que sus padres desaparecían en un rayo de luz dorada, mientras una voz aguda se reía.
—¿Te das cuenta? McGonagall tenía razón. Ese espejo te puede volver loca... —dijo Ginny, cuando Hermione le contó sus sueños. Harry, que volvió el día anterior al comienzo de las clases, consideró las cosas de otra manera.
Estaba dividido entre el horror de la idea de Hermione vagando por el colegio tres noches seguidas («¡Si Filch te hubiera atrapado!») y desilusionado porque finalmente no hubieran descubierto quién era Perenelle Flamel. Ya casi habían abandonado la esperanza de descubrir a Flamel en un libro de la biblioteca, aunque Hermione estaba segura de haber leído el nombre en algún lado.
Cuando empezaron las clases, volvieron a buscar en los libros durante diez minutos durante los recreos. Hermione tenía menos tiempo que ellos, porque los entrenamientos de quidditch habían comenzado también.
Johnson los hacia trabajar más duramente que nunca. Ni siquiera la lluvia constante que había reemplazado a la nieve podía doblegar su ánimo. Las Weasley se quejaban de que Johnson se había convertido en una fanática, pero Hermione estaba de acuerdo con Johnson. Si ganaban el próximo partido contra Slytherin, podrían alcanzar a Ravenclaw en el campeonato de las casas, por primera vez en siete años.
Además de que deseaba ganar; Hermione descubrió que tenía menos pesadillas cuando estaba cansada por el ejercicio. Entonces, durante un entrenamiento en un día especialmente húmedo y lleno de barro, Johnson les dio una mala noticia.
Se había enfadado mucho con las Weasley, que se tiraban en picado y fingían caerse de las escobas.
—¡Dejen de hacer tonterías! —gritó—. ¡Ésas son exactamente las cosas que nos harán perder el partido! ¡Esta vez el árbitro será Umbridge, y buscará cualquier excusa para quitar puntos a Hufflepuff! La gemela con coletas azules, al oír esas palabras, casi se cayó de verdad de su escoba.
—¿Umbridge va a ser el árbitro? —Escupió un puñado de barro—. ¿Cuándo ha sido árbitro en un partido de quidditch? No será imparcial, si nosotros podemos sobrepasar a Ravenclaw...
El resto del equipo se acercó a Gilda para quejarse.
—No es culpa mía... —dijo Johnson—. Lo que tenemos que hacer es estar seguros de jugar limpio, así no le daremos excusa a Umbridge para marcarnos faltas.
Todo aquello estaba muy bien, pensó Hermione; pero ella tenía otra razón para no querer estar cerca de Umbridge mientras jugaba a quidditch.
Los demás jugadores se quedaron, como siempre, para charlar entre ellos al finalizar el entrenamiento, pero Hermione se dirigió directamente a la sala común de Hufflepuff; donde encontró a Ginny y Harry jugando al ajedrez.
El ajedrez era la única cosa a la que Harry había perdido, algo que Hermione y Ginny consideraban muy beneficioso para él.
—No me hables durante un momento —dijo Ginny, cuando Hermione se sentó al lado—. Necesito concen... —vio el rostro de Hermione—. ¿Qué te sucede? Tienes una cara terrible...
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La Chica Dorada... | #PGP2024
FanfictionHermione Granger se ha quedado huérfana y vive en casa de sus abominables tíos y de su insoportable prima Cassidy. Hermione se siente muy triste y sola, hasta que un buen día recibe una carta que cambiará su vida para siempre. En ella le comunican...