Los pies de John casi no tocaban el suelo. Volaba por las calles de Londres, sin saber a dónde iba. Debía convertirse en el mejor grafitero del mundo, sí, pero... No sabía por dónde empezar. Cuando hacía dos minutos que había salido corriendo del bar se detuvo. Inspirando exageradamente, ya que le faltaba el oxígeno, miró a su alrededor. No estaba lejos de casa, pero ese no era su objetivo. ¿O sí?
-Los espráis -susurró John.
Necesitaba algo para hacer los graffitis. Y creyó recordar que Sherlock tenía una caja llena de espráis en algún lugar. John volvió a empezar a correr, ésta vez sabiendo a donde iba. Llegó al 221B de la calle Baker y subió las escaleras dando saltitos. Sin pensarlo fue directo a la cocina. Curiosamente, era el lugar favorito de Sherlock para guardar toda clase de trastos, y supuso que los espráis estarían ahí. No se equivocaba. Junto a las galletas de chocolate encontró la caja que necesitaba. Pero no podía ir por la ciudad cargado con una caja. Subió corriendo las escaleras para ir a su habitación y cogió una bolsa de deportes. Esa que se compró para hacer deporte (bolsa de deportes, lo dice el nombre) pero que nunca llegó a estrenar porque... porque hacer deporte cansa mucho. Volvió a la cocina y llenó la bolsa con los espráis. Sonriendo, John se cargó la bolsa en el hombre y volvió a la calle. Ahora ya tenía el material necesario. Tan solo necesitaba encontrar un lugar en el que hacer su primera obra de arte.
-¿John? -la aristocrática voz de Mycroft sobresaltó al rubio.
-Ei, Mycroft, ¿Cómo vamos?
-Tú no sé, pero yo fatal -Mycroft lo miró con cara de circunstancias- ¡He perdido mi paraguas! ¿Qué soy yo sin un paraguas, eh? ¡Nadie! ¡No puedo volar! -el político estalló en lágrimas desesperadas.
-Shhh -John le dio unos suaves golpecitos en el hombro, tratando de reconfortarlo-. Ea, ea, ea. No pasa naaaada. Volar es muy difícil, deberías empezar por algo más fácil.
-¡Encontrar un deshollinador y meterme en una chimenea!
-Por ejemplo.
-¡Gracias John, ya entiendo por qué mi hermano te tiene de mascota! -Mycroft le estampó un enorme beso (¡en la mejilla!), entusiasmado.
-Eww... -John se fregó desesperadamente la porción de cara que había entrado en contacto con los labios de Mycroft. Lo había llenado de babas.
-¿Tú cómo vas?
-Ya tengo espráis, ahora tengo que buscar una pared para empezar mi primer graffiti. Cualquier sitio servirá.
-¡Qué dices! No, no, no. Es tu primer grafiti, tu primera vez plasmando tus sentimientos más profundos a la vista de todo el mundo mediante el uso de aerógrafos. Debes encontrar una pared especial -regañó Mycroft.
-Tienes razón... ¡Tienes razón! -John se puso de puntillas "¡Joder Mycroft, que alto!", "No, John, tú eres bajito" y le revolvió el pelo al político, feliz.
-¿Y por qué quieres ser graffitero? -Mycroft se puso bien su precioso y sedoso pelo (MUY sedoso. Cada día usa acondicionador), con una mueca de disgusto.
-Porque sí. Eso se lleva en la sangre, se siente... Espera -John sacó su móvil del bolsillo. El político intentaba asomarse para ver que hacía, pero el rubio se apartaba adrede. Entonces empezó a sonar un rap. Y sin más, John empezó a cantar.
Adelante, movimiento, que el graffiti es eterno
Estampando las paredes aquí yo me encuentro
No importa el momento, si es de noche, si es de día
Lo mezclo con fantasía
John sacó una gorra demasiado grande para él, negra y roja, y se la puso en la cabeza. Al revés, por supuesto. Como un buen graffitero.
Me logro inspirar, con esa melodía
Me alimenta cada día
Lírica y poesía, como el hip hop y el graff,
Que no salen de mi vida
John intentó hacer una voltereta lateral (la rueda, vamos), pero con la borrachera que tenía el pobre... Se le dobló el brazo y cayó estrepitosamente al suelo. Mycroft abrió la boca sorprendido, pero John se puso de pie enseguida, intentando hacer como si nada. Pero la poca dignidad que le quedaba la acababa de perder.
De mi vida
Y sin más, el blogger más famoso de Londres salió corriendo por la calle, dispuesto a hacer su primera expresión artística callejera. Porque Mycroft tenía razón, no podía ser una pared cualquiera. Y John conocía el sitio perfecto para cumplir su cometido...
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Oh, shit!
FanfictionUn policía de Scotland Yard, una tierna ancianita, un ex-militar, una médico forense, un sociópata, el mismo gobierno británico y un criminal consultor. Ah, y alcohol. ¿Qué podría salir mal? Que se lo pregunten a Sally Donovan, la encargada de inves...