Greg Lestrade

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-¿Entonces, afirma que éste graffiti es suyo? -Donovan pone una fotografía sobre la mesa y se la acerca a un abochornado John.

-Eh... sí. ¡Dios, es horrible! -el rubio se lleva las manos a la cara, avergonzado.

-De momento es suficiente. Seguiremos con el señor Greg Lestrade. Salga por esa puerta y dígale que entre -Sally sonríe y le indica la puerta con la cabeza.

John se levanta con las piernas acartonadas y cierra suavemente la puerta. Ahí está Greg, que lo mira fijamente. ¿Será por qué va despeinado o hay algún otro motivo? Quizá es por el misterioso incidente de esta mañana. John traga saliva, sin poder creer que haya pasado algo entre ellos.

-¡John! -Greg parece aliviado de verlo-. Ya recuerdo por qué hemos despertado juntos en tu cama y sin camiseta. ¡No es lo que parece, en serio!

-Gracias a Dios... -John suspira. No se había dado cuenta de que estaba aguantando la respiración- ¿Y qué pasó?

-Pues resulta que cuando nos encontramos en...

-¡¿Señor Lestrade, entra o qué?! -la cara avinagrada de Donovan aparece por la puerta.

Greg no tiene más remedio que dejar la explicación para luego y entrar en la sala de interrogatorios. Se deja caer sobre la silla, malhumorado. Es la primera vez que está al otro lado de la mesa y eso no le gusta nada. Sally parece contenta. Se sienta frente a él, sin decir nada, y lo mira fijamente durante unos segundos. Greg sabe que es una estrategia para intimidarlo, de modo que se pone aún más recto y, sin apartar la mirada de la sargento, levanta la barbilla, desafiándola.

-Bien, señor Lestrade, ¿Cómo se encuentra? -el tono de Sally es claramente burlón- ¿Le duele la cabeza por la resaca? ¿O tiene dolores en otras partes de su cuerpo? Tengo entendido que ha despertado bien acompañado.

-Sea lo que sea lo que insinúas, no es cierto -a Greg le arden las mejillas, pero no entrará en el suelo de su subordinada.

-No insinúo nada, Lestrade. Solo explico que has despertado semi desnudo al lado de otro hombre... Eso da que pensar -la sargento lo mira divertida.

-¡Soy tu superior, exijo respeto! -vocifera Lestrade levantándose de la silla.

-Ahora mismo, sentado en la silla de interrogatorios, no mandas Greg -sonríe Donovan.

-¿Cuánto tiempo llevas soñando con esto? -se queja entre dientes el DI. La sargento no responde.

-Está bien, gracias al doctor John Hamish Watson, previamente interrogado, sabemos que hicieron una apuesta. Mientras que él iba a convertirse en graffitero, tú ibas a viajar en el tiempo. Sherlock Holmes iba a ser un pirata, Molly Hooper salvaría los animales de Londres de sus jaulas, Mycroft Holmes iba a ser Mary Poppins, James Moriarty tendría su propio musical en Broadway y Martha Hudson sería la Reina de Inglaterra. ¿Eso empieza a refrescar tu memoria, "jefe"?

-Eh... -Greg se rasca la nuca, nervioso- Tal vez sí recuerdo alguna cosa...

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Greg Lestrade

Greg salió corriendo. Tenía un objetivo. Tenía la determinación necesaria. Pero no tenía ni idea de cómo hacerlo. A ver, viajar en el tiempo... sí, claro, fácil. Mmm... A ver, Lestrade, vives en Londres, una ciudad enorme. En todos esos kilómetros cuadrados de asfalto, construcciones y un huevo de gente inglesa (aunque de otros lados también hay mucha) debería haber una tienda que vendiera máquinas del tiempo. Lógico. Lo malo era el precio. Greg dudaba que tuviera el suficiente presupuesto para una. Seguramente tan solo la gente muy muy rica podía permitirse una. Seguro que Michael Jackson había tenido una y había viajado al futuro para rescatar su cuerpo inerte de la tumba y trasladarlo al presente, fingiendo su propia muerte. Seguro que actualmente está en una isla secreta bailando para otros famosos desaparecidos.

Oh, shit!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora