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Luego de su espectáculo con el banco Shinkwang y Babel se trasladaron a un bar o lo que fuera ese lugar que ChaYoung sugirió. Pese a que no era el estilo de Alessia y Camilo aceptaron ir.
Los cuatro se retiraron sus sacos para estar un poco más relajados. Ambos hombres se prepararon con unos dardos en sus manos mirando el blanco.
—Desperdiciamos una gran oportunidad— suspiro ChaYoung rodeando a Alessia—. El contrato de inversión casi queda en nada.
—El presidente del banco pago por lo que le hizo a la señora Oh— dijo Vincenzo—. Estamos a mano, no está tan mal.
—Esta a mano no es suficiente— expreso Camilo—. Debemos estar un paso al frente, VinVin.
Vincenzo dejo su preparación por el repentino uso del apodo. Camilo sonrió divertida acertando en el blanco en su primer intento. ChaYoung aplaudió.
—Por cierto, iré a ver a la señora Oh mañana, ¿Quieren acompañarme?
—Paso—Camilo hizo una mueca al ver que no dió en el blanco.
—Revisaré mi agenda— titubeó Vincenzo.
—Tal vez te alcancé después— respondió está vez Alessia mirando a su esposo.
—Cielos, un simple, ¿Por qué no puedo hacerlo?— bufo Vincenzo, Camilo palmeo su hombro en apoyo.
—Bueno con las balas. Malo con los dardos— asegura el guardaespaldas de Alessia.
ChaYoung suspiro chocando su cerveza con la de Sia.
—A estás alturas debemos concentrarnos en algo más.
Alessia no sabía en qué momento ya era incluida en los planes de ChaYoung y Vincenzo, al igual que Camilo.
—El verdadero jefe de Babel, ¿Cierto?— pregunta el Consigliere.
—Creí que aparecería si las cosas salían mal pero se recuperaron—ahora fue el turno de Alessia para palmear el hombro de ChaYoung en consuelo.
—Los malos se recuperan más rápido que los buenos— puntualizó Vincenzo aún mirando el blanco—. Y, cuando lo hacen, se vuelven más fuertes.
—¿Entonces que haremos para que aparezca el verdadero jefe?— pregunta Camilo curioso.
—Dejarán rastros aunque sean invisibles— dijo Alessia por su esposo—. Esa será la oportunidad.
Vin sonrió golpeando la boca de su cerveza con la de su esposa. ChaYoung aplaudió con una mirada decidida.
—Desde ahora llamaremos “Babo” al verdadero jefe de Babel— sentenció con rotundidad.
Los tres italianos se miraron entre sí. Esbozaron una sonrisa colectiva ante el apodo de ChaYoung.
—Me gusta. Babo— repitió Vincenzo lanzando su dardo.