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Alessia respiro hondo bebiendo un gran vaso de agua fría. Temblaba un poco mientras su amigo y guardaespaldas le ponía una manta sobre sus hombros. El suicidio era un tema sensible para ella en muchos sentidos. Un recuerdo tan grabado en su memoria que aún le causaba escalofríos. Camilo se quedó a su lado en silencio y esperando que todo pasará pero sin dejar de mostrar preocupación por ella.
Vincenzo llegó luego de unos minutos, le pidió a Camilo acompañar a la abogada ChaYoung en la autopsia de los familiares de las víctimas. El accedió casi de inmediato.
El mafioso se sentó a su lado y tras un silencio abrumador, recibió el permiso sutil de Alessia para poder abrazarla. Rodeo con sus brazos el cuerpo de su esposa, tratando de derramar su amor y compresión a su esposa haciéndole saber que estaba ahí con ella.
Y que está vez no pensaba dejarla sola.
Alessia permitió que su propio corazón fuera reconfortado por Vincenzo. El acaricio su cabello así como su espalda lentamente.
—Ellos fueron asesinados— murmuró Sia.
—Lo sé...
—Asesinaron inocentes, Vincenzo— continúo ella—. Han roto un código muy importante para su propio beneficio, Vincenzo.
El hombre depósito un beso en su cabeza en un intento de apaciguar su estado de ánimo.
—Alessia.
—Necesitan una lección— argumenta librando el abrazo de Vincenzo—. Déjame lidiar con ellos, por las vidas que han tomado.
Alessia no conocía a los familiares de las víctimas, solo convivio con ellos una vez. Pero solo esa ocasión basto para conocer a personas tan amables y buenas que habían sufrido por culpa de Babel.
Aquellas que la recibieron de brazos abiertos sin cuestionar o molestarse.
Y Alessia quería tomar la vida de quienes le hicieron esto.
Vincenzo conocía a su esposa, por ello tampoco podía permitir que hiciera uso de sus conocimientos como hija de uno de los capos de Italia más peligrosos. Al menos no por ahora.
Los topos eran asesinados de manera dolorosa pero los traidores, aquellos que incumplieron códigos incluso si eran parte de la familia, serían acabado de forma despiadada.
—Desearía hacerlo, pero esto no es Italia, Dolcezza— le recuerda Vincenzo mirándole con gentileza—. Pero no nos quedaremos de brazos cruzados, se que esto es algo personal para ti, más sin embargo si no tenemos la mente clara.
Los dedos de Vincenzo rozaron el rostro de su esposa. Alessia coloca su mano sobre la de su esposo haciendo que esa mano acune su rostro. Disfrutando el calor de su tacto.
—Está bien, pero quiero a la abogada Choi— pidió con firmeza.
—Así será, amore mio— aseguro Vicenzo volviendo a abrazarla.