El Cazarrecompensas (Tom Holland y tú) [En Edición]

Parte 12

Condujimos de vuelta hasta Queens intentando encontrar la dirección del lugar. Al llegar, nos detuvimos en el pequeño estacionamiento de la tienda asegurándonos de que era el lugar correcto.

Me bajé del auto e intenté mirar por el vidrio de la calle, pero parecía una tienda de tatuajes corriente. Volví a caminar hacia el auto y me paré en la ventana de Tom mientras él aún seguía adentro.

—Bueno, no parece haber señal de ese tal Earl.

—¿Esperamos?

—No — lo miré — Hay que entrar.

—Bueno — abrió la puerta del auto, pero lo detuve.

—Deberías quedarte en el auto.

—No, yo entraré contigo — intentó volverla a abrir, pero nuevamente me interpuse.

—No, debes quedarte aquí mirando cualquier movimiento de ese tal Earl. Te avisaré.

Tom se recostó levemente y soltó aire pesadamente.

—Tranquilo, puedo hacer esto.

Asintió no muy convencido.

—Estaré muy pendiente a cualquier cosa. O si no entraré.

Sonreí y le di un beso corto en los labios para caminar nuevamente hacia la entrada del lugar. Me acomodé la ropa y entré a la tienda de tatuajes.

La música era alta y habían muchas persona allí. Me acerqué a la mujer de la recepción, una chica tatuada hasta las cejas y con muchos piercings en su rostro.

—Disculpe — me miró sin expresión unos segundos y luego regresó su vista a la computadora.

—El mundo del pilates está al otro lado de la calle.

Esa fue una conclusión muy rápida.

—Uh, no, en realidad, quiero hacerme un tatuaje.

—Déjame adivinar — me miró divertida — ¿Una linda mariposa en tu hombro?

—Bueno...

—Atendemos solo con cita.

Y volvió su vista a lo que sea que estuviera haciendo en esa computadora. Justo cuando iba a seguir insistiendo un hombre de aspecto robusto, con tatuajes y sin cabello salió de una de las persianas del lugar y la llamó.

—Darla, ve a buscarme unas cervezas — demandó.

Al verme parada allí, frunció el ceño y me miró de arriba a abajo.

—¿Qué quieres?

—Quiero una pantera a lo largo de mi cuerpo — me paré frente a él — Me gustaría que las patas estuvieran aquí — agarré mis pechos y los apreté levemente — Luego, estaba pensando en la boca, tal vez los dientes pueden ir aquí mismo — bajé mis manos a la parte baja de mi abdomen, cerca a mis genitales — Y luego la cola... — pasé mis manos alrededor de mis piernas — Dejaré que lo decidas tú.

El hombre me miró detenidamente, indiscretamente sabía que quería comerme con la mirada.

—Cancela todas mis citas, Darla — sonrió.

Miré nuevamente a la recepcionista mientras que ella rodeaba los ojos. Pero sonreí satisfecha para mis adentros.

Caminamos hasta detrás de una cortina, me senté en la silla y él comenzó a organizar todo a su alrededor.

—¿Y... cuál es tu nombre? — pregunté.

—Bo.

—Oh, ¿Y es diminutivo de algo?