Parte II

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Habían pasado más de dos semanas desde la última vez que vio a ese misterioso omega, tan lindo y triste. En la oscuridad de su pequeño departamento, Sebastián vapeaba acostado sobre su cama. La música Chill out acompañaba su viaje sin movimiento y le hacía divagar sobre muchas cosas.

Eran tantas las razones por las cuales no debia pensar en ese omega, una lucha interna entre sus prejuicios y lo que fantaseaba en sus deseos más profundos.

—Los beta somos más racionales y los que realmente sostenemos a la humanidad. Esos perros son los que actúan por deseo e instinto —repitió la cantaleta segregadora que tantas veces escuchó de su padre y su grupo de amigos del instituto.

El discurso perdía cada vez más fuerza cuando recordaba esos ojos de chocolate y ese rostro de belleza andrógina; pero estaba embarazado y un omega encinta lleva un letrero de "prohibido" en su frente, o eso creía, pues no encontraba otro motivo por el cual haya vomitado los tres trozos de torta que se comió con tanto deleite. Imaginó cómo sería su alfa y se fantaseó a sí mismo como uno, aunque sacó rápidamente este pensamiento tan absurdo de su cabeza. También pensó en las múltiples razones de porqué estaba tan triste y que hubiese podido hacer o decir, en ese momento, para reconfortarlo.

—¿Por qué me parece tan lindo? —se preguntó resignado, permitiéndose la locura de soñar con ese monumento a la belleza— ¿Cómo es su olor? Quisiera escuchar esa voz de nuevo, su acento me parece chileno, ¿Conozco algún dulce chileno?... ¿Cuándo podré verlo de nuevo?

La noche se hizo intensa pensando en ese extraño, y aunque fuese un omega, tuviese un alfa como dueño y un bebé en el vientre, Sebastián tuvo citas imaginarias con él y hasta fue capaz de intimar con esa piel en el mundo de la pasión en solitario.

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Manuel despertó sobre una colchoneta del gimnasio, nuevamente se había desmayado en plena rutina de ejercicios. Un alfa lo sostuvo en sus brazos cuando intentó sentarse, un fuerte y masculino oso de pelo negro y barba candado, era de aquellos especímenes a los que se le atribuían los mejores y más vigorosos rut. Si no fuera porque el omega regresó a su tratamiento con supresores, ya se habría lanzado a besarlo y hasta quizás se le habría adelantado el celo de tan solo imaginarse en esos días de pasión.

—No es necesario que le pongás tanto, mi rey. Me parece que estos muslos ya están bien trabajados —comentó acariciando la pierna del omega.

Manuel sonrió y se dispuso a coquetear un poco. Iba vengarse de Martín a como diera lugar y conseguiría un alfa diez mil veces mejor que ese cirujano infiel.

—¿Tú crees? Aunque siento que mis pantorrillas están muy delgadas todavía. ¿Qué opinas? —preguntó levantando la pierna hacia los brazos tonificados del alfa.

—Te propongo algunas series en la máquina de femorales —respondió acariciando esa zona y tanteando la musculatura— u otro tipo de ejercicio que podríamos practicar en mi casa. Tengo el aparato perfecto para tus necesidades.

La invitación era más que evidente y le fue muy fácil seducirlo. Manuel era hermoso y sexy, y con todo eso no podía entender cómo fue que su esposo lo dejó por alguien menos agraciado que él.

Pero antes de aceptar cualquier propuesta tenía que saber si este hombre era algo más que un cuerpo perfecto; Pues no le servía si ganaba menos que él o si era algún guardia de seguridad o conserje. Tenía que ser un abogado o algún empresario, hasta un político servía. Todo para llegar al restaurante del cejotas en los brazos de un millonario, pedir los platos más caros y restregarle en la cara al británico que le había hecho un favor al quedarse con las sobras de alfa que era Martín.

Sweet Vanilla [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora