Parte VII

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—Ni por el Martín hacía estas cuestiones.

Se quejó entre risas al verse preparando un almuerzo a las cinco de la tarde, luego de ordenar todo el departamento y regar las plantas de Sebastián.

Aparte de la cannabis y la venus, el pastelero tenía otra clase de hierbas y flores en su pequeña terraza, en maceteros colgantes para ahorrar espacio. Sebastián no parecía ser la clase de hombre que se dedicara a la jardinería; aunque tampoco parecía ser el tipo de persona que se hiciera pasar por un amigo con un fin romántico.

«¿Lo habré soñado?...¿Tan desesperado estoy por sentirme amado que me inventé esa weá?» pensaba revolviendo la salsa boloñesa. El "Te amo" de Sebastián se repetía una y otra vez en su cabeza, mezclándose también con esos recuerdos borrosos del celo.

El primer celo que Manuel experimentaba en su vida, el primero que vivió a rienda suelta, duró aproximadamente diez horas. Sonrió lleno de dicha por vivir aquella experiencia, a pesar de que fue interrumpida por una inyección, o si no iba a dejar completamente chupado a su amigo.

Su madre, una omega igual de orgullosa que él, presumía de los tres días completos que podía estar complaciendo a su alfa cuando le llegaba el celo.

«Eres una decepción Manuel, aparte de gordo se te ocurre perder el tiempo con un beta. Debes ser un omega perfecto, debes usar tu celo para complacer a un alfa, para eso naciste» le hubiese dicho ella.

—Cállese mamá, usted tiene a mis hermanos para que le cumplan todas sus expectativas, ya déjeme tranquilo —respondió a ese pensamiento intruso que tenía la voz de su progenitora.

No le había contado a su familia sobre la forma tan desastrosa en la cual terminó su matrimonio y no pensaba hacerlo. Quería borrar a Martín y reemplazarlo por alguien como Emir, aunque ya no estaba tan seguro de ir a esa cita; pues el celo le preocupaba y la frase de Sebastián le seguía retumbando en la consciencia.

—Y yo que me reí en su cara de sus sentimientos —se lamentó al recordar esa confesión indirecta que el uruguayo le dijo en el cine, y su reacción tan frívola—. El Seba merece a alguien que lo ame de verdad, alguien que no lo lastime, alguien mejor que yo.

Manuel apagó la cocina y entró en la habitación del rubio.

Aún estaba durmiendo profundamente cuando el chileno se sentó a su lado. Sebastián era un hombre muy guapo, con lindas y varoniles facciones; además de ser un buen amigo, atento, culto y gentil, pero no cumplía con dos de los requisitos más importantes de su lista de condiciones.

—Si tan solo hubieras sido un alfa —murmuró, haciéndole un delicado cariño en la mejilla antes de despertarlo con suavidad.

El pastelero abrió los ojos, encontrándose con un hermoso ángel a contraluz. Siempre se burló de los omegas masculinos que usaban maquillaje, pero este se veía tan elegante con ese delineado fino y ese brillo en sus labios. El gorrión le habló otra vez, le invitaba a almorzar a las cinco y media de la tarde, y también preguntó cómo se sentía.

—Cómo si me hubiese atropellado una caravana de camiones. La puta madre, flaco, casi me matás —respondió estirando los brazos.

—Oye, la Pamela te dijo claramente que me inyectaras el supresor apenas llegaras de la farmacia. Tú fuiste el desobediente y ahora atente a las consecuencias —reclamó poniendo sus brazos en jarra.

Sebastián abrió los ojos de golpe y se sentó en la cama.

—¡¿Hablaste con Pamela?! —exclamó espantado.

—Si. Llamé a Feliciano para decirle que te sentías muy enfermo para ir a trabajar hoy. Al ratito después me llamó ella, preguntándome en qué condiciones yo te había dejado y no tuve otra opción que decirle la verdad —Manuel hizo un mohín de vergüenza.

Sweet Vanilla [Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora