Capítulo 12: ¿Qué es la vida sin amor?

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(Amén por la foto 🧎‍♀️🧎‍♀️)

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Nos sacaron de la celda.

Richard, Nick, Alicia y dos más entraron para atarnos de nuevo las manos, nos colocaron una bolsa en la cabeza y nos hicieron caminar hasta que nos sentaron en una silla. Cuando me destaparon y vi que Billie no estaba conmigo en esa habitación me puse de los nervios.

—¿Dónde está ella? —pregunté nerviosa mientras ataban mis manos a esa silla, en mi espalda. —Como le hagáis daño lo vais a pagar muy caro.

—Está en otra habitación igual que esta. —dijo Richard, cruzado de brazos frente a mí. —Os vamos a interrogar, y si las dos colaboráis y respondéis lo mismo podríamos llegar a un acuerdo. Si las respuestas no coinciden será que alguna miente... Y ante la duda, os mataríamos a las dos.

Apreté mis dientes.

—Eres el ser más despreciable que he conocido. —solté. —Si se te ocurre tocarla no vas a sacar nada de mí.

—Quinn Murphy... —dijo mi nombre. —Hermana de Joy Murphy. Tu padre es el líder de La Cabaña y tu madre murió cuando llegó el fin del mundo. Vuestro asentamiento está entre los bosques de Layton, sois unas doscientas personas... Casi cincuenta ancianos, veinte niños... Por lo que calculo, sólo sois ciento y poco soldados.

Mi respiración se estaba acelerando y estaba comenzando a sudar. Sam lo contó absolutamente todo. ¿Por qué nunca me di cuenta? ¿Tan ciega estaba?

—Suficientes para volarte la puta cabeza. —gruñí.

Escuché su risa resonando por toda la habitación vacía.

—No tenéis nada que hacer contra nosotros, chiquilla. —dijo. —Os doblamos en número y en armamento, ni siquiera podríais acercaros diez metros.

—Vaya... —me reí. —Parece que Sam no te lo contó todo.

—Vamos a hacer una cosa. —dijo acuclillándose frente a mí con esa sonrisa asquerosa. —Tú te callas y no hablaras a menos que yo te lo ordene. ¿Me has entendido?

—El traidor no te lo contó todo. —dije enfureciéndolo por no cumplir su orden. —Al final parece que algo de humanidad le quedaba... —me reí. —Te ha mentido, Richard. Vuestro querido Sam no os ha contado ni la mitad.

En realidad Sam sí que lo contó todo. Pero un enemigo asustado es mejor que uno seguro de sus palabras.

—Cállate... —dijo entre dientes.

—Y es tan débil que no aguantará la tortura, os delatará y se lo contará todo a mi padre... Cuantos sois, por donde entrar, donde atacar... —lo miré a los ojos. Los tenía inyectados en sangre. —No sabes nada, jefe.

No me quejé cuando golpeó mi mejilla. Al contrario, me reí. Eso pareció molestarle y continuó golpeándome en la cara hasta que mi boca y mi nariz comenzaron a sangrar.

—Eres un líder estúpido... —le dije, retándolo con la mirada.

—¡Cállate! —gritó histérico.

—Es el fin del mundo, Richard... La gente se mata entre sí sin preguntar primero. Roban, saquean, asesinan... La humanidad va a acabar extinguiéndose por culpa de personas como tú. —me miraba con la respiración acelerada. —Somos dos campamentos grandes, ambos con los suministros suficientes para alimentar a nuestra gente, con niños que crecen, con ancianos que mueren... Nuestro objetivo es el mismo, pero tenéis la cabeza tan hueca que ni siquiera os habéis parado a pensar en nada.

La paranoia de QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora