Capítulo 8: Renovada

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Los días pasaban y mi furia no menguaba.

No me entraba en la cabeza cómo eran capaces de verle la cara a Sam cada día, alimentarlo y darle agua. No podía entender por qué estaban haciendo eso... Él mató a Noah, nos traicionó a todos y podrían haber matado a todo el grupo en aquella expedición.

Me dejaron salir de mi cabaña, no podían dejarme ahí y esperar a que me olvidara del prisionero de la enfermería. Nunca me dejaban sola, alguno de mis amigos o mi hermana siempre estaban conmigo. Disimulaban muy bien preocupándose por mí, pero estaba segura de que actuaban bajo las órdenes de mi padre para que no me quedara sola.

Sabían de lo que era capaz.

—Comes muy poco, Quinn... —me dijo Joy. —No puedes seguir así, no va a solucionar nada.

—Tú no lo entiendes.

—Claro que lo entiendo. —se sentó a mi lado en la mesa del gran comedor. —Dejas de comer cuando te despides de un ser querido. También te pasó con mamá... Y sabes de primera mano que dejar de comer y debilitarte no sirve para nada. Te necesitamos ahí fuera.

—No puedo salir, Joy... —le dije jugando con la chuchara hundida en esa sopa. —Si vuelvo a salir ahí fuera será para encontrar el campamento de esa gente y matarlos a todos.

Quiso decirme algo, pero se tragó las palabras cuando alguien se acercó. Mi hermana le sonrió a Linda y se levantó de su asiento a mi lado para cedérselo a la mujer.

—Hola, cariño... —besó mi mejilla. —¿No te gusta mi sopa?

—Claro que sí, solo que no tengo apetito.

Linda trataba de buscar mi mirada perdida en algún punto de la mesa. Pero no podía mirarla sin echarme a llorar ahí mismo.

—Mírame, Quinn... —dijo. —Tú no eres así, te estás comportando como una cría.

La miré enfadada.

—Sabes perfectamente que no soy ninguna cría.

—Te voy a decir una cosa. —dijo firme. —Te he visto crecer, cielo, y desde bien pequeñita tienes este carácter tan fuerte y terco. Nunca te has dejado intimidar por nadie, nunca te has decepcionado a ti misma porque sabes que siempre tomas las mejores decisiones.

La miraba atentamente, y con cada palabra mi enfado se calmaba.

—Pero a veces nos equivocamos y debemos aprender del error. —continuó. —No puedes seguir machacándote de esta manera, Quinn. Levántate y perdónate, piensa en toda esta gente que te necesita.

—Nadie me necesita. —le dije triste.

—Todos te necesitan. —me sonrió. —Joy necesita verte sonreír, tu padre necesita a su pequeña líder a su lado, tus amigos necesitan que salgas con ellos ahí fuera para guiarles, los niños te extrañan en sus partidillos de fútbol, y yo necesito que vengas a visitarme para hablar durante horas mientras cocino. Sin ti me aburro en la cocina...

Me hizo reír.

—Sam pasó desapercibido para todos, no solo para ti. —dijo tomando una de mis manos sobre la mesa. —El día de mañana serás tú la que cuide de La Cabaña, pero antes de eso tienes que aprender muchas cosas... Debes tener autocontrol, porque a nadie le gusta que Sam esté vivito y coleando pero deben interrogarlo para sacarle información. Sin eso, ¿Cómo vamos a saber quién es su gente?

Linda siempre sabe como hablarme. Me hace entender cosas que mi carácter no me deja, y el tono de su voz me tranquiliza. Me da paz...

—Sin ti estaría muy perdida en el mundo, Linda. —le dije sincera. —Es como... Como si el espíritu de mi madre viviera en ti. Te pareces mucho a ella.

La paranoia de QuinnDonde viven las historias. Descúbrelo ahora