CAPÍTULO Ⅲ

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Siyeon colocó rápido su mochila verde encima del pupitre escolar con la vil intención de apoyar la cabeza en ella y dormir un rato. De lo profundamente dormida que se encontraba, ni siquiera sintió la presencia de Bora cuando puso sus útiles a su lado. En eso, la chica bajita tocó su mano para levantarla. Siyeon tardó, pero al final terminó abriendo los ojos.

— Pensé que no vendrías. —Siyeon acarició su dedo meñique en sinónimo de un saludo corto.

— Me levanté un poco enferma, pero sigo en condiciones de estudiar. Los mocos no son un impedimento para pensar.

— Nos hubiéramos quedado en cama, Bora. —Siyeon protestó mientras sacaba su carpeta.

— Tu madre nos hubiera regañado a ambas, Siyeon. No nos convenía. —Bora entrelazó sus dedos por debajo de la mesa. — Anda. La escuela es divertida.

— Es divertida gracias a ti.

Siyeon no exageraba. Iba a la escuela por Bora. Bora era quien confiaba en su supuesto coeficiente intelectual espectacular. Era la única que le tenía fe en cuanto a estudios y al increíble talento que tenía guardado para los demás para dibujar cualquier cosa fabulosa.

— ¿No vas a salir al receso?

Bora lo notó. Siyeon no estaba igual que siempre. Su ánimo no estaba igual de enérgico que siempre.

— ¿Hoy podemos quedarnos? —la mirada suplicante de Siyeon permaneció en su mente por varios segundos. — Estás enferma. No quiero que te dé el viento de golpe. —Bora pensó que sí, que tal vez Siyeon la estaba cuidando, que no estaba teniendo un mal día.

— ¿Discutiste con tu mamá?

— Sí, pero no es importante ahora. Mi prioridad eres tú, Bora. No mi madre.

Sin decir nada, Bora apretó su mano. Las palabras no eran suficientes. Siyeon bajó la cabeza. Avergonzada, no se dignó a mirarla de nuevo a los ojos. Los finos y lindos labios de Bora fueron a parar directo a su mejilla. La chica quería que su enojo disminuyera. Pero no sabía si podía llegar a lograrlo.

— Te quiero. —susurró en su oído con suma dulzura. — Y no me gusta verte así. ¿Crees que puedas ofrecerme una sonrisa... Al menos?

No lo pudo evitar. Siyeon sonrió en grande cuando Bora besó por segunda vez su mejilla. Sus ojos brillantes y suaves le dieron la pauta a su amiga que estaba dejando de lado un poco los problemas con su mamá.

— Me besas ahora porque las dos sabemos que no podremos estar juntas a la tarde.

— Singnie, no.

Mirándose mutuamente, Bora acomodó su fleco como método de disculpas.

— Lo siento.

— Te esperaré. No te preocupes.

Siyeon quedó sola luego de observar atenta la huida de su mejor amiga. Una mueca deprimente se clavó en su rostro. Tomó la merienda sola. Miró la televisión sola. Detestaba cuando Bora se iba porque necesitaba de ella para poder disfrutar al máximo su tarde. Sus tardes se hacían larguísimas y el vacío en su pecho se multiplicaba. Los meses pasaban. Bora ya no estaba como antes a su lado. Regresaba muy tarde. Siyeon supo de inmediato que estaba quedando como una idiota. ¿Cuánto tiempo más la esperaría? Ambas estaban rozando la adolescencia. Y... Bora ya no era la misma. De un momento a otro, comenzó a importarle demasiado su apariencia. Como una niña pequeña otra vez, sentada con las piernas separadas en el sillón, miraba sin expresión a Bora maquillarse. Siyeon se levantó. Trató de salir de la sala de un solo tirón, rápido. Acto seguido, unos brazos emocionados sostuvieron con fuerza su cintura. El aroma a vainilla proveniente de la vestimenta provocativa de Bora atacó sus fosas nasales sin asco. Bora giró su cabeza a propósito para que sus ojos se juntaran, como siempre. Pero algo cambió en la bajita, un semblante triste se dibujó en sus labios, esta vez... Siyeon no le sonrió.

— Bora. —Siyeon habló en tono serio. — Volveré a mi casa. Mi papá está teniendo problemas con el auto. Iré a ayudarlo. Te veo cuando te... Desocupes. Llámame. —Bora ejerció un mohín.

— Singnie. —sus narices se acariciaron.

— Diviértete, Bora.

Ahora salían por separado. Siyeon se encerraba en su habitación a tocar por pequeños instantes la vieja guitarra electrica de su papá. Bora salía cada fin de semana. Siyeon empezó fútbol. Noticia importante que Bora no sabía, de hecho. Gracias a las exorbitantes súplicas día a día, finalmente, Siyeon llegó a anotarse en un club. Su madre terminó diciéndole que sí entre risas contentas. Pero ¿y su mejor amiga? Siyeon soñaba con ver a Bora en la tribuna. Gritando su nombre. Siyeon quería dedicarle el gol a Bora. Siyeon quería todo con Bora.

— ¡Wow! ¡Tu casa es hermosa! —Siyeon frunció el ceño cuando oyó la voz femenina de alguien desconocido en el comedor. — ¿Tus padres están? ¡Me imagino que no! ¡Hoy es tarde de chicas!

— ¿Tu hermana a quién invitó ahora? —se podía notar a kilómetros de distancia la molestia en los ojos de Siyeon.

— Hoy es reunión de compañeras. ¿Qué? Dime que te invitó, por favor.

Siyeon negó. Era más que obvio que Bora jamás la invitaría a un encuentro de chicas. Siyeon era un mundo paralelo. Siyeon no se llevaba con las nuevas amiguitas de Bora. Al contrario, las odiaba. Porque para esas idiotas, Siyeon era un hombre fanático del deporte escondido en el cuerpo trabajado de una chica de diecisiete años. Siyeon no se maquillaba. Siyeon no hablaba de chicos. Siyeon detestaba las fiestas de té. Siyeon amaba otras cosas... Bora solía ser una de ellas.

— Bora. ¿Y ella? —Bora suspiró cuando observó a Siyeon sujetándose las agujetas luminosas de sus tenis de campeonato.

— Es mejor amiga de mi hermano mayor. —afirmó en una sonrisa falsa.

Siyeon pasó de ser SU mejor amiga a una muchacha que apenas conocía.

— Oh. Va a nuestra misma escuela, ¿verdad? Se me hace conocida.

— Sí, pero al curso del frente.

Había pasado tiempo desde que Siyeon decidió cambiarse de aula. Ya no se sentaban juntas. Ya no se miraban cómplices cuando Bora cubría a Siyeon para que pudiera dormir en clase. Todo eso acabó.

— ¡Bora, dile a mamá que regreso a las nueve! —su hermano le gritó desde la puerta principal. — ¡Te veo luego!

— ¡Sí! ¡Cuídate! —se despidió de la misma manera.

Las miradas serias de Bora y Siyeon no se cruzaron. Bora permaneció con gente que le fallaría pronto.

Y Siyeon sola. Siempre sola.

...

Me amas, ¿verdad?

Te amo, Bora.

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Best Friends [suayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora