CAPÍTULO Ⅺ

97 9 4
                                    

Siyeon observó a Bora mientras esta misma se sentaba en la mesada de la cocina con una manzana roja en la mano. La bajita se removió incómoda en el sillón. El hombre puso su cabeza en su muslo derecho. Ese era su segundo novio. Eso fue a los diecisiete, supongo. Bueno, supuso Siyeon.

— ¿Ella quién es?

Bora le devolvió la mirada a su mejor amiga. Siyeon tragó saliva al momento de recorrer con sus ojos oscuros por su escote, con esa polera gris que tanto amaba. Necesitaba besar ese cuello blanco.

— Es una amiga de mi hermano.

— Pero tu hermano no está...

— Ya está a punto de regresar. ¿Por qué? ¿Qué pasa con ella? ¿Te molesta?

— Sí, me molesta. Quiero tocarte. Y con ella mirándote fijamente, no puedo, ella me desconcentra, ella me cae mal, su mirada seria me da un...

— Vete de mi casa.

Siyeon sonrió ante eso. Luego de unos cortos segundos, el muchacho se fue enojado de casa de Bora. Se enojó demasiado, cosa que a Siyeon le provocó una carcajada baja.

— Singnie...

Los brazos pequeños de Bora abrazaron su cuello. Siyeon besó su mejilla, riendo.

— Vamos a mi habitación, Singnie. Quiero mimos.

— ¿Mimos?

Bora le robó un beso tierno en la boca. La castaña adoraba los mimos que le hacía Siyeon en la espalda o en la cintura. Cuando besaba sus antebrazos.

Tú eres mi novio, Siyeon.

— Soy tu novia, Bora. La novia que te ama. Soy tu mejor amiga. Y tú eres mi todo.

Tomadas de las manos, acompañaron a sus madres esa misma mañana a hacer las compras del mes. A Bora le gustaba. En cambio, Siyeon prefería quedarse mirando la televisión o durmiendo la siesta junto a su amiga de toda la vida.

— Singnie.

La Siyeon de ocho oyó a su mejor amiga mientras sus dedos chiquitos se aferraban sólidos a los suyos. Bora se puso muy feliz al ver los ojitos brillantes de Siyeon.

— Bora. Mi mamá no puede comprarme uno de esos.

Pero... Enseguida, bajó la cabeza. Triste.

— Puedo decirle a mi madre que lo compre, Singnie, no decirle que es para ti, en realidad. Le diré que es un regalo más para mí.

Bora siempre le daba esperanza.

— Te quiero, Bora.

— Te quiero, Singnie.

Al contrario de ese momento hermoso, la Siyeon de dieciocho abrazó sonriente la cintura de su amiga solo para asustarla.

— ¡Oh, Dios! —el grito alborotado hizo reír a Siyeon. Rio más cuando Bora golpeó su hombro, algo enojada, histérica.

— ¿Sabes algo? Sigo odiando tener que a hacer esto cada cuatro meses. Pero es bueno que siempre me acompañes. No me dejes nunca sola, Bboya.

Eres mi mejor amiga, Singnie. Yo siempre estaré para ti.

La Siyeon de veinte años quiso matarse para cuando Bora ni la miraba. La conexión entre ambas se rompió por completo. Y a medida que los meses pasaban, Siyeon sentía que su amor por su mejor amiga no dejaba de crecer. Siyeon amaba a Bora. La amaba tanto que tuvo que fingir que no lloró sola en la sala de su casa mientras miraba la lluvia chocar constantemente contra el ventanal. Se tragó las lágrimas. Pensó que Bora lo dejaría pasar, pero sus manos jóvenes la sostuvieron de las caderas.

— Singnie...

— Bora. Quiero...

— No voy a dejarte sola, Siyeon. Por lo menos, no hoy... Sé cómo te sientes. Sé que yo...

¿Tú me amas? ¿Me amaste? ¿Alguna vez lo hiciste?

— Singnie... Por favor, Siyeon, yo no...

No importa si me vuelves a romper el corazón, yo aguanto, mi cuerpo aguanta, Bora, solo quiero que respondas.

— Estoy enamorada de ti, Siyeon. Yo te amo. Te amo más que a mi madre. Eres... Eres mi novia.

— ¿Tu qué...?

Los ojos de Siyeon la observaron asombrada. Bora besó desesperada sus labios mientras sentía las manos calientes de Siyeon en sus mejillas.

— Estoy preparada, Siyeon. Quiero que nuestros padres lo sepan. Quiero que se enteren que nos amamos, que lo hacemos desde siempre. Quiero que seas mía, Siyeon. Quiero ser tuya. Yo te amo.

— Bora...

— Por favor, juro que lo haremos bien.

— ¿Y si no te veo más? ¿Y si...?

— Ya somos adultas, Singnie. Solo lo haremos para que lo nuestro no esté escondido. Quiero que todo el mundo lo sepa.

— Estoy contigo, amor.

Te amo, mi Singnie.

La Bora de veintidós se agarró de Siyeon mientras jugaban como dos tontas enamoradas.

— ¿Cómo vas con el tema del vestido?

— ¿Crees que eso esté bien, acaso?

— ¿A qué te refieres?

Siyeon hizo una mueca confundida.

— Me pregunto a que si está bien que preguntes sobre algo así. Digo, no sé, según mi madre, esas cosas no se preguntan. Tiene que ser un secreto.

— ¿Secreto?

Bora asintió mientras besaba sus nudillos.

— Sí, secreto.

— Tú y yo no tenemos que tener secretos.

— Solo por esta vez, Singnie. Juro que no habrá más de eso. Lo prometo.

La Bora de ese mismo año todavía no caía que faltaba poco para que se haga realidad uno de sus más preciados sueños. Casarse con su mejor amiga.

— ¿Nerviosas?

Siyeon se miró con Bora en una sonrisa torcida.

— Yo sí. —Siyeon levantó la mano. — Muero de nervios.

— Oh, Siyeon, no tienes qué. Lo harás bien.

— Esperemos que sí.

— Lo harán increíble, mis niñas.

Estaban a casi de nada de ser completamente felices.

...

Te ves hermosa.

Tú no te quedas atrás, Singnie.

{...}



Best Friends [suayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora