CAPÍTULO Ⅶ

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Siyeon siempre fue más callada que Bora. Ella, en cambio, desde kinder, se la pasaba hablando con todo el mundo. Siempre fue inquieta y para nada tranquila. Siyeon amaba otras cosas. Sentada a un costado de los demás niños de su edad, sola, jugaba con sus dedos y miraba el techo porque no era capaz de conversar con nadie. Tomando un papel lamentable, sentía que tampoco podía hablar con la hija menor de los mejores amigos de sus padres. Muy de vez en cuando tomaban juntas la merienda y hasta ahí. Siyeon quería terminar rápido, primera para poder ir al patio a distraerse un rato a causa de los problemas de comunicación que estaba teniendo en la escuela. Sin Bora, obviamente. Bora no le caía tan bien. Era demasiado expresiva y comentaba todo lo que le pasaba a su al rededor. Siyeon prefería el silencio. Por más incómodo que fuera, el silencio era lo mejor. Cosa que Bora no estaba de acuerdo. Quería que Siyeon le hablara, ser amigas, pero la chica era muy seria y casi nunca tenía ganas de abrir la boca.

Aturdida gracias a los gritos infantiles, se tapó los oídos por un momento. Los ruidos pesados no eran de su agrado. Los niños pequeños corriendo de un lado a otro no eran de su parecer. Tuvo ganas de salir de ese diminuto establecimiento de niños tontos y juguetones a más no poder. Por otro lado, le sorprendió un poco observar a Bora tomar asiento a su lado. Con las mejillas pálidas, se cruzó de brazos y guardó silencio. Silencio. Fue un regalo no oír su voz en toda la mañana. Siyeon supuso que estaba de malhumor o simplemente no estaba dispuesta a iniciar que, obvio, no tendría respuesta alguna ante sus preguntas tan absurdas. Bora y Siyeon eran diferentes. Bora sí quería ser su amiga. Siyeon estaba perfecta conviviendo y jugando cualquier deporte sola. Fútbol. Ese era su favorito. Su padre se había encargado de que su emoción por el balón aumentara. Su madre no estaba de acuerdo con que jugara a un deporte varonil, pero no importaba, solo su pasión y bienestar.

— Estás callada.

Siyeon la miró fijo con cara de poker. Bora señaló enseguida su pierna lastimada. Un hematoma grande, notorio. Su mueca adolorida le dio la pauta a Siyeon que necesitaba espacio y paz. La inquietud de Bora la llevaba constantemente a golpes involuntarios y 0 agradables. La bajita vaya que corría y reía sin parar con sus amiguitos en el patio. Pero hoy no habló. El golpe sí que le afectó. El que no hablara no era una buena señal. Siyeon observó hacia otro lado. No quería incomodarla.

— Me caí bajando del auto de mi papá. —comentó mientras se tocaba calmada el lastimado. — Duele mucho.

— ¿Tu mamá no besó tu herida? —preguntó en tono bajo y vergonzoso. — La mía hace eso cuando me caigo de la bicicleta o me golpeo mal con el balón de fútbol. Duele menos de esa forma.

Bora negó. Su madre a veces no tenía tiempo de besar sus heridas. Pero cuando lo hacía, sí, Siyeon también lo confirmaba, dolía menos.

— ¿Por qué no me hablas? Nuestros padres son mejores amigos. Vienen mucho a mi casa. Tu mamá dice lo mismo cuando la mía pregunta por ti. "Siyeon está mal del estómago. Está en cama..."

Siyeon bajó la cabeza. El razonamiento de Bora era entendible. Siyeon realmente añoraba quererse en su casa a jugar play. El hermano de su padre le había enseñado a prender la consulta y demás cuestiones. La chica era inteligente. Aprendía rápido.

— No te caigo bien. —susurró. Siyeon no dijo nada. Era muy pequeña para descifrar lo que sentía Bora cuando se quedaba callada. Cuando no le respondía. Cuando solo la ignoraba. — No sé por qué. —Bora puchereó por lo bajo.

— Lo siento. —se disculpó en una sonrisa torcida. Sus disculpas nunca fueron las mejores. Bora se levantó. Acabó sentándose con niñas que sí la escuchaban y la hacían sonreír.

Siyeon visualizó la situación desde la incomodidad del piso sucio y descolorido. Esa fue la primera vez que sintió celos. Celos de gente desconocida. Gente que se acercaba muchísimo a la chica que terminaría queriendo más que a su propia familia. Se enteró de inmediato que jamás dejó de sentir celos. Lo peor llegó en secundaria. Muchos se interesaron por su mejor amiga. No solo hombres. Las mujeres también la seguían. Por algo también consiguió más amistades en un lapso increíblemente corto de tiempo. La vena del cuello se nota el doble cuando los tipos trataban de pedir su número o alguna salida aburrida. Bora no aceptaba a esas personas. Algo se lo impedía. La bajita respetaba al máximo su relación con Siyeon. Odiaba cuando la muchacha alta se enojaba con ella. Cuando volvía a ignorarla como si tuvieran cuatro de nuevo. Bora se sentía presionada al oír los cuestionamientos de sus padres con lo que pasaba con Siyeon cuando no se hablaban. Cuando no iban juntas a la escuela. Cuando no se tomaban de las manos. Cuando hacían como si ninguna de las dos existiera. Su enojo no era agresivo. Sus miradas no paraban de conectarse en clase o en casa. Los toqueteos inocentes por debajo de la mesa no se iban. Bora le clavaba las uñas con malicia cuando algo no le gustaba o la posesividad tomaba el control de todo su ser intolerante. Siyeon no le quitaba para nada la mano de la rodilla. Su piel sufría. No importaba. Tal vez el dolor no era relevante para ella. Su sonrisa boba se agrandaba al ver los ojitos furiosos de Bora puestos fijamente en su perfil.

Best Friends [suayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora