CAPÍTULO Ⅱ

151 12 2
                                    

Siyeon puso cara triste cuando invitaron a Bora al cumpleaños de una de sus compañeras, menos a ella. Ocultando su expresión, se alejó de su amiga y de la chica.

— Singnie. —el abrazo cariñoso de siempre por la cintura provocó en Siyeon una molestia difícil de seguir escondiendo. — Vamos a casa.

La sonrisa contenta de Bora la hizo cambiar de parecer. Su amiga no tenía la culpa. No era su culpa ser tan servicial y amable con todo el curso. Bora merecía esas propuestas simpáticas. En cambio, Siyeon solía ser demasiado amargada y malhumorada con alguien que no fuera Bora. Su mejor amiga era la única persona que lograba quitarle su verdadera personalidad. Bora la hacía reír con su adorable forma de ser. Su risa distorsionada era su motor cada mañana. Siyeon estaba segura que su amor por Bora superaba todos los esquemas.

— Mira. Compré caramelos. Toma los que quieras. —Siyeon le agradeció con un asentamiento de cráneo. — Son ricos.

La alta cogió su mano de inmediato. No hablaron de regreso a casa de Siyeon. Bora ejerció un puchero caprichoso en el trayecto.

— Siyeon. —la llamó de repente. — ¿Te enojaste?

No contestó, al contrario de eso, arrastró su cadera para darle un fuerte abrazo. Otro. Por parte de ella.

— Singnie. No me gusta que...

— Bora. Yo nunca me enojaría contigo. —la chica apretó su camisa en su puño.

Los brazos cálidos de Siyeon se presionaron lento en gran parte de su espalda. Bora suspiró. Ahora ella estaba enojada con Siyeon por su tonta actitud. Se miraron.

— Háblame, entonces. Me pongo triste si no lo haces.

— ¿Triste? —la muchacha acomodó su cabello. — No tienes que sentirte triste, Bora. —rio. — Te quiero, ¿de acuerdo? —besó su cabeza.

— Singnie. No voy a ir a la fiesta de esa chica. A ti no te invitó. No puedo. —Siyeon volvió a besar su cabeza. — Prefiero quedarme contigo.

— ¿Qué quieres que hagamos el fin de semana? Haz una lista. Eres mucho más creativa que yo.

— Me gustaría que hagamos una pijamada en tu casa. ¿Qué te parece? Tu madre cocina delicioso. —Siyeon optó en decir que sí. Bora sonrió a causa de su propia felicidad.

Esa pequeña pijamada fue el comienzo de algo un tanto... ¿Extraño?

...

Siyeon se colocó su pijama a rayas mientras se miraba en el espejo de su cuarto. Procuró percatarse si errores atacaban su cuerpo. Bora se quedó ordenando la cama.

— Siempre me pregunté por qué pones una almohada en medio de nosotras. —en ese instante, Siyeon bajó la mirada. — ¿No puedes abrazarme por la cintura como yo hago contigo, acaso? Siyeon.

— Es lo mismo, Bora. —susurró, haciéndose la tonta.

— No. Quiero sentirte, Siyeon.

Un rubor imprevisto tiñó las mejillas calientes de Siyeon. Jugó nerviosa con sus dedos. ¿Qué su amiga quería qué? ¿Sentirla?

La hora de dormir llegó. Bora la miró con el mismo puchero que hacía cuando deseaba cierta cosa. Siyeon quitó el objeto esponjoso de en medio de sus anatomías. La chica tomó en sus manos la cintura de Bora. El acercamiento añorado manifestó en la bajita un fuego inexplicable en sus muslos. Siyeon apoyó su mentón en su cabello. Su respiración era difícil de analizar. Bora quería muchas cosas de Siyeon. Viceversa. Siyeon quería muchas cosas de Bora. Las dos amaban cuando dormían abrazadas. Y ya... Desde preadolescentes, querían cosas extrañas y caricias extremas.

— Siyeon. ¿Estás despierta? —susurró. La chica abrió lentamente los ojos. — No puedo dormir.

— ¿Por...? —habló soñolienta. — ¿Te duele algo?

— No. Solo que...

— Bora. Déjame dormir. —gruñó. — Tengo sueño.

Bora se removió en las sábanas blancas. Odiaba no poder conciliar el sueño. En cierto punto, envidiaba a su amiga por lograr quedarse dormida en todos lados. Pero es que la bajita no podía. Solo dormía en su cama. Ni siquiera Siyeon llegaba a hacerla dormir. La televisión tampoco servía.

— Bora. —Siyeon acarició su antebrazo. — Intentaré que te duermas, ¿bien? Tal vez... Si te hablo de más... Llegues a dormirte.

— Tu voz no me da sueño, Siyeon.

— ¿Mi voz qué te provoca, entonces? —el cuestionamiento prestó a confusión.

— ¿Qué me provoca? —se preguntó a sí misma en un balbuceo vergonzoso. — No lo sé... No sé lo que tu voz me provoca, Siyeon.

— Estoy jugando. —riendo bajo, Bora arrugó la nariz. — Pero supongo que sí o sí mi voz te tiene que provocar algo, mínimo.

— Amor. Tu voz me provoca amor, Siyeon. —terminó confesando. Ambas se miraron fijo. Pero... Con once años... ¿Se puede sentir amor, acaso?

— ¿Amor? —Siyeon puso su pulgar encima de sus nudillos. — ¿Por qué amor? ¿Por qué sientes amor cuando oyes mi voz?

— Porque te quiero.

Eran muy pequeñas como para que alguna se diera cuenta que así suelen ser, más o menos, las confesiones amorosas.

— Te quiero más.

...

A Siyeon le gustaba ir a casa de Bora por muchas razones, pero la principal se debía a lo excelente que era la madre de esta misma a la hora de a hacer pasteles. Tomar chocolate caliente con una buena porción de delicioso pastel de vainilla era la gloria para cualquiera, en este caso, más para Siyeon.

— Tienes que cumplir años más seguido, Bora, no una vez por año. —expresó divertida Siyeon mientras levantaba las cejas. — Esto es exquisito.

— ¿Solo vienes por la comida de mi mamá? Pensé que... —un beso tierno en la mejilla de Siyeon calmó su falsa tristeza.

— Siempre vengo para estar a tu lado. La comida es lo último que me interesa cuando estamos juntas.

Eso llenó enseguida el corazón bondadoso de Bora. Los "te quiero" estaban empezando a quedarse cortos con lo que verdaderamente sentía Bora por la tierna de Siyeon.

— ¿En serio tenemos que a hacer una historieta para lengua? —Bora asintió.

— Bueno. Tú escribe, yo dibujo. No, espera, es tu cumpleaños, Bora, no quiero.

— Debemos a hacerla de todas maneras, Singnie. Tener una mala calificación a estas alturas no es una buena señal.

— Bien.

Concentrada, Siyeon comenzó por a hacer los recuadros en la hoja N° 5. Bora, por otro lado, permaneció pensativa sentada en el sillón, tratando de generar ideas en su cerebro de cómo sería la historia para su trabajo. Lo pensó de esta forma. Siyeon era fanática de los cómics, los superhéroes, del Capitán América. Bora comprendía el sufrimiento continuo de Siyeon cuando su madre nunca le permitió comprar cómics y figuras de acción por su cuenta. Escuchó varias veces cuando le decía en voz baja y autoritaria que dejara de pedir para navidad cosas de "niños". Tal vez, si no fuera por su padre, ni siquiera le hubieran regalado una insignificante taza roja de Spider-Man. Acabó haciendo los diálogos en una hoja borrador. Oh, y dibujos. Dibujos que, obviamente, Siyeon se encargaría de a hacerlos perfectos y bonitos, como solo ella sabía manejarlo. Bora no era buena dibujante. Siyeon era la estrella, mejor dicho, Siyeon era su estrella.

— Terminé. —Siyeon dejó de lado el lápiz. — ¿Tú qué haces?

— Ahí te explico.

— De acuerdo.

...

Te extraño, Bora.

Te extraño, Siyeon.

{...}








Best Friends [suayeon]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora