━ 𝐈𝐗: Los Hijos de la Anarquía

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•─────── CAPÍTULO IX ───────•

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── CAPÍTULO IX ────

LOS HIJOS DE LA ANARQUÍA

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        CATRIONA SALIÓ DE LA CHEVROLET PICK-UP de su tío con las pulsaciones disparadas y un intenso pitido en los oídos. Aunque todo se quedó en silencio cuando finalmente encaró al que había sido el mejor amigo de su padre: Filip Telford. La muchacha entrelazó las manos sobre su regazo y, mientras observaba al hombre con apuro, comenzó a juguetear con sus dedos en un mohín nervioso. Si bien se notaba que habían transcurrido diez años desde la última vez que lo había visto, Chibs no había cambiado en exceso. Tenía el pelo corto y algo despeinado —con las patillas grises a causa de las primeras canas—, además de bigote y perilla que ayudaban a que las cicatrices que surcaban sus mejillas pasaran más inadvertidas.

El motero, por su parte, borró la sonrisa que había asomado a su rostro a raíz de su conversación con Michael y examinó a Riona de arriba abajo. La castaña se puso rígida en tanto Chibs la contemplaba a través de los cristales oscuros de sus gafas de sol. A juzgar por su expresión, no parecía saber quién era. Aunque aquella percepción cambió cuando el hombre arrugó ligeramente el entrecejo, como si hubiera encontrado algo chocante —o más bien familiar— en ella. El aire abandonó los pulmones de Catriona en el momento en que Chibs se quitó las gafas con una mueca perpleja contrayendo sus facciones.

—Pero ¿qué...? —pronunció el motero con ese acento escocés que tanto le caracterizaba. Sus ojos marrones no se apartaban de Riona, a quien escrutaba con una intensidad apabullante, como si quisiera ver a través de ella—. No puede ser... —bibiseó, más desconcertado si cabe que antes. Llevaba puesto su kutte de cuero por encima del uniforme del taller, con el parche que lo identificaba como capitán de ruta cosido en el lado derecho.

Ramé | Hijos de la AnarquíaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora